Miguel de Cervantes nació en Alcalá de Henares (Madrid) en 1547, y allí vivirá hasta 1551. Abandonó Alcalá a la edad de cuatro años, y sólo hay constancia de que volvió una vez en toda su vida, cuando ya tenía 66 años. Es probable que visitara la ciudad en alguna otra ocasión, pero no parece haber una fuerte vinculación del escritor con Alcalá, por lo que no debe extrañarnos que la ciudad esté prácticamente ausente en la obra cervantina. Tan sólo encontramos una alusión velada en el capítulo XXIX de la primera parte del Quijote y otra alusión a la Universidad alcalaína en la novela ejemplar El coloquio de los perros.
A pesar de todo, cuando en 1975 el Ministerio de Cultura creó el PREMIO DE LITERATURA EN LENGUA CASTELLANA MIGUEL DE CERVANTES se pensó que el mejor lugar para la solemne entrega de premios era precisamente la ciudad donde había nacido el genial manco. ¿Y qué mejor sede que la Universidad? Esa Universidad creada por el Cardenal Cisneros a fines del siglo XV y que empezó a funcionar en 1508, que se convirtió en un importante foco del humanismo renacentista, y fue la más importante de España. Muchos humanistas investigaron, enseñaron o se formaron allí (Juan de Vergara, Juan de Valdés, Diego López de Zúñiga, Antonio de Nebrija, Arias Montano…) y algunos escritores del Siglo de Oro fueron sus alumnos (Francisco de Quevedo y Mateo Alemán).
Pues en el tercer patio de dicha Universidad, el llamado Trilingüe, se encuentra la puerta del Paraninfo o teatro escolástico. Se trata de un salón rectangular de gran altura cubierto por un artesonado mudéjar. Justo allí, mañana, estarán los Reyes, el Presidente del Gobierno y la Ministra de Cultura para entregar el “Cervantes” al escritor español Juan Marsé (del que hablamos más abajo).
Desde 1976 se repite el rito: cada año se reconoce la labor de un escritor español o hispanoamericano, y se hace el 23 de abril, fecha de la muerte de Miguel de Cervantes. El premio se convierte así en un homenaje al genial escritor y, al mismo tiempo, en el reconocimiento de un autor que se expresa en castellano (o español, como se prefiera), esa lengua que hablan casi cuatrocientos cincuenta millones de personas, y que ya es el segundo idioma más estudiado en el mundo después del inglés.Pues en el tercer patio de dicha Universidad, el llamado Trilingüe, se encuentra la puerta del Paraninfo o teatro escolástico. Se trata de un salón rectangular de gran altura cubierto por un artesonado mudéjar. Justo allí, mañana, estarán los Reyes, el Presidente del Gobierno y la Ministra de Cultura para entregar el “Cervantes” al escritor español Juan Marsé (del que hablamos más abajo).
El primer premio “Cervantes” se le otorgó a Jorge Guillén (1976), le siguieron otros miembros de su generación (los que aún estaban vivos): Dámaso Alonso, Gerardo Diego y Rafael Alberti. Era lógico: había que saldar una cuenta con la Generación del 27, con aquellos que protagonizaron la llamada Edad de Plata de nuestra literatura. Luego vinieron otros muchos, dieciocho españoles y dieciséis hispanoamericanos. Entre ellos, sólo dos mujeres: la española María Zambrano, que supo expresar el pensamiento filosófico con una gran calidad literaria; y la poetisa cubana Dulce María Loynaz. La lista es larga, y sólo vamos a nombrar aquí a algunos de los premiados: Luis Rosales, José Hierro, José García Nieto, Antonio Gamoneda, Gonzalo Torrente Ballester, Antonio Buero Vallejo, Francisco Ayala, Miguel Delibes, Camilo José Cela, José Jiménez Lozano, Rafael Sánchez Ferlosio, Alejo Carpentier, Jorge Luis Borges, Juan Carlos Onetti, Octavio Paz, Ernesto Sábato, Carlos Fuentes, Augusto Roa Bastos, Adolfo Bioy Casares, Mario Vargas Llosa, Guillermo Cabrera Infante, Jorge Edwards, Álvaro Mutis, Sergio Pitol, Juan Gelman…
¿Quién será el próximo? Suenan muchos nombres, como siempre: Ana María Matute, Mario Benedetti, Francisco Brines, José Manuel Caballero Bonald, José Emilio Pacheco, Rafael Cadenas, Francisco Nieva, Tomás Segovia, Pablo García Baena, Pere Gimferrer… La solución, el próximo año.
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