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martes, 7 de junio de 2011

NUESTROS ESCRITORES


LO QUE LE OCURRIÓ A UN PIRATA CON SU TRIPULACIÓN
(Cuento a la manera de don Juan Manuel)

Estaba hablando el conde Lucanor con Patronio de esta manera:

-Patronio, un hombre me ha propuesto muy amablemente acompañarme mañana a la capital a vender parte de mis bienes para conseguir aún más dinero. Dice que me sería de gran utilidad y provecho el ir acompañado por él y sus compañeros.

-Señor conde Lucanor, el ir acompañado está bien y es aconsejable, pero el ir acompañado por personas que no son de fiar puede acarrear serios disgustos, pues fiarse de quien no se debe es poco correcto, como le ocurrió al capitán Hamleight.

El conde le preguntó qué le había pasado a éste capitán.

-Señor conde- dijo Patronio-, había un capitán pirata que se llamaba William Hamleight, el cuál era muy bueno en su trabajo, robaba, estafaba, y tenía un veloz navío. Un día quiso navegar e ir por el mayor tesoro existente sobre la faz de la Tierra, pero para ello requería una numerosa tripulación. Así pues, consiguió una tripulación, sin saber la mala suerte que se le venía encima.
Zarparon al amanecer, y el capitán era el único que sabía donde se hallaba el tesoro, puesto que era el portador del mapa. El contramaestre se interesó por ello, y ansió saber dónde se podía encontrar el tesoro. El capitán, confiado, se lo dijo, y tras esto, la tripulación montó un motín contra él. Lo dejaron abandonado en una isla desierta.

Vos, señor conde, no os debéis fiar de cualquiera, pues en el momento más inesperado os pueden traicionar.

Al conde le agradó mucho esto que le contó Patronio, actuó de acuerdo con la historia, y así le fue muy bien.

Y como a don Juan le gustó este cuento, lo hizo escribir en este libro y compuso estos versos:

Del primero que pase no de fiarte has,
pues el peligro que esconde no sabrás.

Jesús del Saz, 1º de Bachillerato

lunes, 6 de junio de 2011

NUESTROS ESCRITORES


LO QUE SUCEDIÓ A UN PRÍNCIPE CON SU REFLEJO
(Cuento a la manera de don Juan Manuel)

Otra vez, hablaba el conde Lucanor con Patronio, su consejero, y díjole así:

-Patronio, un hombre vino a mí y me dijo que para ser un noble envidiado, tendría que ser todo mi mundo de apariencias. Díjome que debería elegir a una bella dama, un enorme castillo, y rodearme sólo de nobles con gran riqueza. Estoy muy confuso, pues siempre he querido ser un gran noble, pero dudo que esa sea la forma correcta.

-Señor conde- dijo Patronio- me placería contarle una historia para que entienda qué es lo más correcto. Agudice bien los oídos y estuche.

El conde esperó con atención a que Patronio le revelase la historia.

-Señor conde Lucanor- dijo Patronio- Había un lugar muy remoto, en el cuál no existían los espejos. Las personas del pueblo sólo podían saber cómo eran ellas físicamente por lo que les decían las otras. Entre estas gentes destacaba un príncipe. Él nunca quiso saber cómo era exteriormente. Sólo le importaba lo que él pensase de sí mismo. Me explico, creía saber cómo era su físico por el tono de su voz, la suavidad de sus manos, su gracilidad al andar… Pero, sobre todo, creía ser una bellísima persona por cómo trataba a los demás. Un buen día, llegó un mercader al castillo. Traía un gran objeto recubierto con una tela oscura. A simple vista se podía pensar que era una armadura, pues tenía el tamaño de un caballero. El príncipe, muerto de curiosidad, quiso saber qué era lo que se ocultaba bajo aquella sucia tela. El mercader, muy astuto, le explicó que sólo quitaría la tela si el príncipe le compraba el objeto. El príncipe no se paró a pensar y aceptó. Cuando el mercader retiró la manta el príncipe observó un hombre jorobado, con el pelo largo y oscuro, con un ojo gris y el otro rojo, y con una nariz enorme. Entonces empezó a gritar y a decir que se llevaron a aquel monstruo enseguida. El mercader le dijo que aquel monstruo era él, el príncipe, ya que el objeto no era más que un espejo y aquel monstruo era su reflejo.

El príncipe no podía entender cómo siendo tan espléndido por dentro, pudiese ser tan horrible por fuera. Pero se dio cuenta de que en todos esos años de su vida, nadie del pueblo le había criticado su labor de príncipe o su trato con los demás y nadie, nunca, le había puesto mala cara, ya que él nunca había despreciado a nadie.

Vos señor conde, deberías labraros una buena reputación por vuestros actos, comportamientos y relaciones con los demás, y no por las cosas que podáis poseer, o la belleza de estas.

Al conde le agradó mucho esto que le contó Patronio, actuó de acuerdo con su consejo y, así, le fue muy bien.

A don Juan le encantó este cuento, por tanto lo hizo escribir en este libro y compuso estos versos:

No necesitas un espejo
Para saber cómo es tu reflejo.

Raquel del Saz, 1º de bachillerato

domingo, 12 de diciembre de 2010

NUESTROS ESCRITORES

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Nuestro compañero José Manuel G. Lobo nos ha mandado este relato breve a modo de carta a Bette Nesmith, la mujer que inventó el tipp-ex y que fue, además, madre de uno de los integrantes del grupo musical The Monkees, creado en los años sesenta (del siglo pasado) por la productora estadounidense NBC con el fin de que protagonizaran una comedia televisiva del mismo nombre, que pretendía imitar el humor irreverente de las películas de los Beatles. Eran un producto comercial y su vida fue bastante efímera. Con todo, la serie llegó a España y forma parte del imaginario de toda una generación que ya creció viendo la TV.

CARTA A LA MUJER QUE INVENTÓ EL TIPP-EX

Ahora estamos aprendiendo a escribir a máquina en este artilugio del siglo XXI. Esto parece coser y cantar, pero no tan fácil, pues ando buscando las letras por todo el teclado de forma desesperada y sin controlar bien los acentos ni las pausas. ¿Cómo es posible que haya personas que escriban con tanta rapidez? Es estupendo ver a esos ejemplares salidos de las academias-hipódromo capaces de "recorrer" el folio en ¡450! pulsaciones por minuto. ¿Habrá también controles de dopaje? Esto es estupendo y digno de resaltar. No me extraña que la madre de uno de los Monkees acabara inventando el corrector de yeso para no tener que repetir el folio, con el consiguiente gasto de papel. ¡Ah, si hubiera conocido este artilugio! Pues la señora no se habría forrado con el tipp-ex, ganando más fama y dinero que su hijo con la música.

¡Qué cosas tiene la vida! La pobre era madre soltera, y su hijo no le daba más que disgustos con eso del rock and roll. Me imagino a la pobre señora cambiando el carro a todo meter para poder alimentar al futuro roquero, para que luego le diera disgustos con los colegas de la costa de California.

-¿Es usted la madre de Michael, de Michael Nesmith? -inquirió el police al abrir la puerta de la casa al señora-. Le hemos pillado liándose unos petas con el resto de la banda a la salida del ensayo y, como es menor, venimos a decirle que tiene que realizar veinte horas de ayuda a la comunidad. En caso de reincidir, nos veremos obligados a internarlo en un correccional. -Este año la cosecha de maría es escasa, y no estamos dispuestos a que un niñato adolescente e hijo de... soltera nos acabe las existencias -pensó para sus adentros el agente Flanagan. ¿Ok, señora?

Con tantos sinsabores, y sin dinero suficiente para pagar una futura fianza -que veía venir-, la señora Nesmith se puso a trabajar como una loca, pues un hijo es un hijo, aunque sea un hijo de... soltera. Y acabó inventando ese yeso corrector que tanto han celebrado las mecanógrafas de todo el mundo.
Pero yo no te debo nada, señora Nesmith, pues este aparato se corrige solo y si no, me importa un bledo. Usted se has forrado con el invento, pero de su hijo nadie se acuerda, porque la serie de los Monkees ya no la ponen ni en el Canal 7 de Frade; ni siquiera en las televisiones de Hispanoamérica. Su "A little bit me, a little bit you", que tuvo tanta fama, reposa en la memoria de alguno, como yo, que necesita que le formateen el disco duro, pues tiene en la memoria absolutamente todo, y ya es hora de que deje espacio para otros archivos.

¡Basta ya de disgustos, señora! ¿Sabía que las canciones se las hacía, entre otros Neil Diamond o Carol King? No quiero deprimirla, pero su hijo no se merece todos los esfuerzos que usted hizo con la máquina y los llantos que derramó por los errores que el aparato de escribir le ocasionaba por su mala digitación. No se torture más, señora Nesmith, su hijo ha ganado más dólares con los royalties de su invento que con los derechos de sus pegadizas canciones.

Probablemente se encuentre usted ahora en algún destartalado asilo de California, quejándose de los huesos y de que su Michael del alma apenas la visita y que, además, cuando viene, sus insolentes hijos -sus nietos- no quieren acercarse a darle un cariñoso beso, pues su nuera -que es una arpía- no los ha educado como es debido. ¿Qué le parece, después de tantos desvelos y de mil sacrificios, la actitud de su retoño? Y no hablemos del padre de la criatura que, cuando se enteró de que le había hecho una barriga, se fue sin decir a dónde, y también quiso dejarse ver cuando se enteró de la fama del "monito" y del pelotazo de su corrector. ¡Menudo pedazo de cabrón! ¿Se acuerda cuando apareció arrepentido después de estar "perdido" por Boston? ¡Qué valor! Podría haberse perdido por San Diego o Santa Mónica, incluso haber ido por tabaco a San Francisco, pero, ¡joder!: ¡hasta Massachussets!... ¡Qué morro!

¿Recuerda cuando los de IBM decían que su corrector no tenía mercado? Ahora se tiran de los pelos por no haberla escuchado como es debido. No me consta que despidieran al responsable del negociado que la recibió y que tomó tan "sesuda" decisión.

En fin, adiós, señora Nesmith Graham. ¿Puedo llamarla Bette? Me despido de usted con todo el respeto que una luchadora se merece después de tantos años de trabajo y de cariño. Por cierto, señora: ¿su hijo vive? ¿Ya ha dilapidado los 50 millones de $ que usted le dejó? ¿Ha fracasado la productora de vídeos musicales que con ese dinero montó? ¿Y usted, a dónde tengo que llevarle las flores?

Atentamente,

El Padre de su hijo.
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lunes, 8 de noviembre de 2010

NUESTROS ESCRITORES / POESÍA I

TALLER DE POESÍA

Como ya es tradicional, hemos comenzado nuestros talleres de poesía en 2º de la ESO. Primero hemos hecho un pequeño homenaje a Miguel Hernández creando poesía según el esquema de un poema suyo:

El corazón es agua
que se acaricia y canta.
El corazón es puerta
que se abre y se cierra.
El corazón es agua
que se remueve, arrolla,
se arremolina, mata.

Miguel Hernández

Ahora vamos con las creaciones de algunos alumnos:


El amor es dolor
que atrapa y envenena.
El amor es alegría
que hace reír.
El amor es otoño
que hace llorar,
que hace reír, que hace sufrir.


G. A.

La amistad es alegría
que grita y se hunde.

La amistad es un equipo
que juega con las estrellas.
La amistad es alegría
que canta, vuela,
salta, acaba.


Azzadine

Una amiga es alegría

que revive y acompaña.
Una amiga es armonía
que traiciona.
Una amiga es amor
que engaña, comparte,
decepciona y perdona.


Cynthia

La amistad es una perla
que es valiosa y difícil de encontrar.
La amistad es un viento
que va y viene.
La amistad es un mar
que remueve, respira,
retuerce, canta.


Clement
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domingo, 3 de octubre de 2010

NUESTROS ESCRITORES


IMPRESIONES SEPTEMBRINAS

ESO del Bachillerato



Como cada año, llega el mes de septiembre en el que el verano se despide de nosotros, dejando en nuestro rostro una marca de tristeza. Las mañanas son más frescas y por las calles podemos ver a los estudiantes ilusionados y llenos de energía para empezar un nuevo curso, o empezar una nueva etapa.
Para mí, empieza una nueva fase, que me resulta un poco difícil, ya que me cuesta acostumbrarme al nuevo instituto, a los nuevos compañeros y a los profesores. Seguramente el Bachillerato será muy diferente a los otros años anteriores. Ha llegado la hora de madurar un poco y hacerlo lo mejor posible, cada uno por su cuenta, sin la ayuda de nadie.
Será algo difícil al principio pero estoy segura de que no será algo imposible.

IULIA CARMEN CONTA 1º Bachillerato B


No hace mucho que acabó el verano y ya estoy con ganas de que llegue de nuevo, es el primer año en el que creo tener esta sensación. Pero a diferencia de otros muchos, mi problema no es el ir a clase, sino Bachillerato. Han sido cuatro años de Educación Secundaria Obligatoria maravillosos, pero esto es completamente nuevo para mí, y no sé como lo voy a afrontar. Este verano ha acarreado el hacer preguntas a multitud de profesores y estudiantes, sobre sus experiencias en Bachillerato y el salto que este curso suponía. Así que para qué negarlo, estoy muy asustado con este paso a este gran curso. Es verdad que va a suponer un gran cambio en mí, a nivel mental, físico y emocional, y eso me inquieta. Poco a poco me acerco a la edad adulta, y eso requiere un aumento de madurez y de asentamiento de cabeza por mi parte, pero a su vez, no quiero dejar de lado el niño que sé y que siento que hay en mí. Asi que ello me lleva a la siguiente pregunta: ¿cómo he de actuar de ahora en adelante? Quizás sea una pregunta que no merece ni ser mencionada, pero es lo que siento ahora mismo, miles de preguntas ruegan ser respondidas en mi interior y ahora siento cambios en la forma de ver las cosas que están en su máxima ebullición.

Por lo que al fin y al cabo llego a la conclusión de que Bachillerato no es más que un inicio de algo nuevo, y estoy seguro de que ese algo lo va construyendo cada persona de una forma totalmente única.

JESÚS DEL SAZ 1º Bachillerato
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jueves, 26 de agosto de 2010

NUESTROS ESCRITORES / CUENTOS

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Volábamos a treinta mil pies, y el piloto de American Airlines nos había dicho que tendríamos dos horas y 10 minutos para llegar a nuestro destino. El avión iba a un tercio de su capacidad, y el pasaje se sentó a su antojo, sin respetar su número de asiento. Estábamos en familia.

Sobrevolábamos Cuba, y desde el cielo casi se podía ver la barba de Fidel. El día era espléndido. Después del refrigerio obligado, las nubes fueron rodeándonos de tal manera que apenas se podía ver el extremo del ala de Boeing 737, serie 400, equipado con turboventiladores CFM56-3, y que unía el último trayecto de mi viaje, entre Miami y San Salvador. El piloto encendió el testigo que indicaba al pasaje que debíamos ponernos el cinturón. Por supuesto que me lo abroché de inmediato. La azafata, joven y guapa (en nada se parecía a sus compañeras de la ruta transoceánica), permanecía sentada en el reposabrazos de un asiento cercano al mío, hablando de forma distendida con un pasajero que parecía ser de los habituales de este trayecto.

De pronto, el ave voladora, nacida en mayo de 1987 en los alrededores de Seatle, empezó a moverse con tanta brusquedad que, si no fuera por la niebla, seguro que habría arrancado fuertes aplausos de los habitantes del Yucatán o la sonrisa de los tiburones del Caribe. La aeromoza, que hasta entonces me había atendido en un más que aceptable español, empezó a gritar como una loca mientras fijaba su cinturón en el asiento de al lado, indicando lo que parecía ser una desesperada llamada a llevar a cabo las normas de seguridad, que sólo ella y su conocido pasajero estaban, a todas luces, incumpliendo.

Mi cerebro empezó a funcionar a una velocidad desconocida para mí; parecía una computadora de última generación: quizás auguraba que pronto iba a quedar obsoleta y debía dar lo mejor de sí, antes de ser reemplazado por otra de más rapidez y mayor capacidad. No dejaba de chequear todo lo que estaba en mi disco duro de forma rápida, pero ordenada.

No tengo ni idea de inglés, pero la entendí perfectamente. Ella no tradujo, y llegué a pensar que hubiera sido peor de haberlo hecho: habría interrumpido mis oraciones.
Corría el tres de julio de 1996 del año de Nuestro Señor.

J. Manuel G. Lobo
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