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jueves, 16 de junio de 2011

ACEITUNEROS VIAJEROS - GRIBRALTAR

PASEO POR GIBRALTAR EN EL BLOOMSDAY

Resulta raro, ya lo sé. Muchos se preguntarán por qué Gibraltar, cuando se puede ir a tantos sitios. Los que lo conocen quizá no entiendan mo se puede recomendar un viaje a un lugar tan hortera. No les falta razón. Gibraltar se ha convertido en una especie de centro comercial donde los británicos que están en la Costa del Sol van de compras, dándose el gustazo de pagar en libras y de hablar en inglés. Un auténtico horror. Además, se come bastante mal y para algunos será hasta anti-patriótico. Si sigo así, no lo arreglo.

Veamos,
hoy es 16 de junio y, como muchos saben, se celebra el bloomsday, ese día en el que una multitud devota de la novela Ulises de Joyce (1922), recorre las calles de Dublín (Irlanda) haciendo exactamente el mismo recorrido que hizo Leopold Bloom, uno de los personajes de la novela; comen y beben lo mismo que él comía y bebía en la ficción literaria y, a ser posible, van ataviados como en la época en la que se desarrolla la novela (1904). Una panda de locos, pensarán algunos. Es posible, pero a mí me parece más demente Manolo el del bombo.


¿Y qué tiene que ver el bloomsday con Gibralt
ar? Pues mucho, porque Molly Bloom, la casquivana mujer de Leopold, simbólica Penélope, era gibraltareña; y yo, siempre que voy, casi escucho el tintineo de su cama metálica sureña, la que se llevó consigo hasta Dublín, y desde la que da rienda suelta a su pensamiento en ese famoso monólogo o soliloquio de casi cien páginas que revolucionó el mundo de la narrativa.

Me gusta imaginar a cuál de esos balcones de trazas orientales se asomaría M
arion (Molly), la hija del mayor Tweedy y de Lunita Laredo. Quizá ya canturreaba en los atardeceres, antes de marcharse a tierras frías y casarse con Leopold Bloom, allá por 1888, antes de convertirse en una cantante lírica de cierto éxito en Dublín. Recordemos su recuerdo:

me gustan las flores quisiera tener la casa entera nadando en rosas Dios del cielo no hay nada como la naturaleza las montañas salvajes luego el mar y las olas
precipitándose […] yo primero no quería contestarle mirando sólo el mar y el cielo estaba pensando en tantas cosas que él no sabía de Mulvey y Mr. Stanhope y Hester y de Papá y del viejo capitan Groves y de los marinos que jugaban a pájaro al vuelo y a saltar del burro y a lavar platos como ellos lo llamaban en el malecón y el centinela frente a la casa del gobernador con esa cosa alrededor del casco blanco pobre diablo medio achicharrado y de las muchachas españolas riendo con sus mantones y sus altas peinetas y de los gritos por la mañana de los griegos judíos árabes y Dios sabe quiénes más de todos los rincones de Europa y de la calle del duque y del mercado de aves todas cloqueando ante Larby Sharon y de los pobres burros resbalando medio dormidos y de los vagos tipos dormidos con su cara a la sombra de las gradas y de las grandes ruedas de los carros de bueyes del viejo castillo de hace miles de años sí y de todos aquellos hermosos moros todos de blanco y con turbante como reyes pidiéndole a una que se sentara en su tiendecita y de Ronda con las viejas ventanas de las posadas ojos mirando tras las rejas ocultos para que el enamorado bese los barrotes y de las tiendas de vinos entreabiertas por la noche y las castañuelas y de la noche que perdimos el barco de Algeciras el vigilante rondando sereno con su linterna y oh el mar el mar carmesí a veces como de fuego y las soberbias puestas de sol y las higueras de los jardines de la Alameda si todas las raras callejuelas y las casas rosa y azul y amarillo y de las rosaledas y los jazmines y los geranios y cactus y de Gibraltar cuando niña y cuando flor de montaña sí cuando puse la rosa en mis cabellos como las muchachas andaluzas la llevan y debí llevar una roja sí, […]”.

Pues bueno, yo voy buscando los rastros de Molly por ese Gibraltar hortera, lleno de británicos blancos y orondos. Hago como que no están, como que no los veo y disfruto de esa arquitectura tan extraña a la española. Parece mentira que sólo a unos metros esté Andalucía. Los llanitos (así se llaman o llamamos a los gibraltareños) se sienten británicos por encima de todo y lo acentúan en su forma de vivir.

Me refugio en el cementerio donde están enterrados algunos marinos británicos que fallecie
ron en la batalla de Trafalgar. Cementerio a la inglesa, increíblemente delicioso y poco dramático. Me siento en un banco y pienso en Galdós. Rememoro su deliciosa Trafalgar, con Gabrielillo aprendiendo la dureza de la vida.

Sigo adelante y me adentro en el jardín botánico, pequeño y en subida hacia la Roca; hermoso. Otro remanso de paz donde no llegan los británicos horteras. Más arriba
, los monos: descarados, procaces, peligrosos incluso. Únicos ejemplares en Europa. Mimados, estrellas de vídeos caseros. Pero merece la pena subir (en el teleférico o en coche, aunque se puede hacer andando) para ver el paisaje. Un mar inmenso, azul, como lo recordaba Molly; África al alcance de la mano; gaviotas sobrevolando el azul, pero por debajo de nosotros; Algeciras, La Línea (el extranjero), ahí, a un paso… Esponja el alma tanto horizonte.

Bajo de nuevo y busco otro rastro: John Lennon y Yoko Ono se casaron aquí en 1969, sonrientes, vestidos de blanco. Tan excéntricos ellos. Nada, ni una placa, ni una referencia en las horribles tiendas de souvenirs. Quizá mejor preguntar por otro John, el Galliano, un gibraltareño famoso (se llama, en realidad Juan Carlos Galliano Guillén). Mejor no, hay muchos judíos en Gibraltar y no creo que les hayan hecho mucha gracia las declaraciones alcohólicas antisemitas del excéntrico ex diseñador de Dior.


De quien sí hay abundante memoria gráfica es de Kaiane Aldorino, una guapa jov
en sonriente que aparece coronada como Miss Mundo (2009) en decenas de carteles. Indudablemente, es una gloria nacional, y los gibraltareños se sienten orgullosos de esta bailarina que trabaja como administrativa en el hospital local. Quizá aquí esté Molly. Intento imaginarme a Kaiane vestida a la moda de 1904. Es posible que que fuera algo así. No sé; tampoco estoy muy segura. Tal vez con menos maquillaje y sin esa corona...

Es hora de comer. Momento difícil en Gibraltar: mala comida británica o hamburguesa. Opto por fish and chips. Dios mío, sólo unos metros más allá está la frontera y, tras ella, el pescaíto frito. No hay color. ¡Qué le vamos a hacer! Cerca de mí hay una mesa grande ocupada por una familia de llanitos. Serán británicos, pero chillan como españoles y lo hacen en un español con un marcado acento andaluz. De vez en cuando, en medio de una frase, pasan al inglés. Me fascina esa facilidad. Hay una televisión en el local que emite en inglés programas horrorosos, tanto como los que se emiten en España. Los precios están todos en libras, pero admiten los euros, claro.

Los horarios también son británicos. A las cinco cierran la mayoría de las tiendas y todos los turistas-compradores desaparecen. Las calles se quedan vacías y aquello casi parece una ciudad normal. Los llanitos salen a pasear. Hay que perderse por las callejuelas alejadas de Main Steet, donde viven los lugareños en sus casas británicas, tan distintas de las que hay más allá de la frontera; hay que ver cómo conviven judíos, musulmanes, indios …(al menos aparentemente), cómo se reparten las calles (aquí no se puede hablar de barrios). Increíble su comisaría de policía, digna de ser escenario de una película sobre Jack el Destripador.

Los llanitos son altivos, pero amables si les preguntas. Un señor mayor, de ojos claros, muy claros, me cuenta que su madre era llanita y su padre un marino holandés, que cuando estaban los ingleses todo era distinto (su acento –andaluz- se carga de nostalgia), que todo está cambiando demasiado… Es verdad, no paran de construir. Cualquier rincón vale para edificar, o le arrebatan espacio al mar para crear puertos deportivos y urbanizaciones. Como un Montecarlo hortera. El hombre de los ojos azules mira a su alrededor y suspira. Casi estoy a punto de preguntarle si oyó alguna vez hablar de una tal Marion Tweedy. Pero no lo hago; sólo es un personaje literario, aunque yo oiga el tintineo de su cama de metal, esa cama que viajó con ella hasta las tierras frías.

Es hora de marcharse. Atravieso las murallas por los túneles, atravieso a pie el aeropuerto. No he comprado nada. Yo sólo venía buscando las huellas de Molly Bloom.

Lola Sevila


Os dejo un vídeo con imágenes:






Suena la Marcha de pompa y circunstancia (Marcha nº IV) de Sir Edward Elgar (1857-1934), pieza que popularizó el director de cine Stanley Kubrick en su película La naranja mecánica (1971). Queda muy británica.

domingo, 17 de abril de 2011

ACEITUNEROS VIAJEROS - El castillo de Belmonte


De nuevo nuestra compañera Esmeralda nos invita a viajar. Esta vez al CASTILLO DE BELMONTE (Cuenca)

SITUACIÓN: El castillo de Belmonte es una fortaleza que se eleva en el cerro de San Cristóbal, a las afueras de la villa de Belmonte (provincia de Cuenca).

UN POQUITO DE HISTORIA: El castillo de Belmonte fue construido en la segunda mitad del siglo XV, por orden de don Juan Pacheco, primer Marqués de Villena. El marqués se proponía acumular territorios y construir fortalezas para hacerse fuerte ante los problemas sucesorios que se avecinaban. En 1456, en el cerro de San Cristóbal, se inició la construcción del castillo y las obras duraron hasta 1472, en que quedaron detenidas. En 1474, fecha de la muerte de Juan Pacheco, aún no estaban concluidas. El arquitecto fue seguramente Juan Guas. La planta de este castillo en forma de estrella es única, y su interior palaciego decorado con lujosas techumbres mudéjares en sus salones y galerías, así como su "bestiario medieval" esculpido en piedra, no tienen parangón en España y sin duda hacen de este castillo uno de los más emblemáticos de nuestro país. A lo largo de los siglos, el castillo fue sufriendo estragos, que lo llevaron a un estado ruinoso en los primeros años del siglo XIX. Fue la heredera de la casa de Villena, la Emperatriz Eugenia de Montijo, la que se propuso devolverle al castillo su esplendor original, y hacia 1857 comenzaron las obras de restauración. Por Decreto del 3 de julio de 1931 el castillo fue incluido en el Tesoro Artístico Nacional (equivalente hoy en día a Monumento Nacional). Gracias a la colaboración entre los propietarios, la administración local y el Ministerio de Fomento, el castillo ha sido rehabilitado y en verano de 2010 se abrió al público.





EL CASTILLO DE BELMONTE EN EL CINE: Sin duda alguna, el Castillo de Belmonte se ha hecho un pequeño hueco en la historia del celuloide. Desde que Charlton Heston y Sofía Loren protagonizaran la película El Cid, el castillo ha sido un marco incomparable para otras producciones: - El Cid, (Anthony Mann, 1961). El castillo aparece de fondo durante el torneo. - El Señor de los Anillos (Ralph Bakshi, 1978). Película de animación en la que el castillo de Belmonte hizo las veces de ciudad de Rohan, donde tuvo lugar la batalla del abismo de Helm. - Los señores del acero, (Paul Verhoeven, 1985). Se rodó casi íntegramente en Belmonte. Durante su rodaje se quemó parte de la torre del homenaje. - Juana la Loca, (Vicente Aranda, 2001). Es el primer fotograma de la película. Sin embargo, el subtítulo indica que es el Castillo de Tordesillas. - El caballero Don Quijote, (Manuel Gutiérrez Aragón, 2002). Para el rodaje de esta película se pintaron de granate muchas de las paredes interiores.

PARA LOS MÁS CURIOSOS: Página web oficial del castillo de Belmonte:

http://www.castillodebelmonte.com/

¡Animaos a visitarlo en persona! ¡No os arrepentiréis!


jueves, 31 de marzo de 2011

ACEITUNEROS VIAJEROS

Hoy podemos volver a salir más allá de las paredes de nuestro instituto, más allá de Parla, gracias a nuestro querido compañero Jesús Zapata que comparte con nosotros este bello recorrido por paisajes y versos.

UNA VISITA A SORIA

El último fin de semana de febrero, aprovechando ese viernes no lectivo, hicimos Ángeles y yo una visita a Soria. Ángeles es mi esposa, y ese viaje forma parte de una tradición arraigada ya entre nosotros y consistente en salir, los dos solos, durante esos días –que hasta este año solían ser a finales de enero- para visitar una ciudad o una zona que nos resulte especialmente interesante o emotiva. Llevábamos varios años intentando acercarnos hasta Soria, pero los temporales de nieve propios de esa época y de esas tierras nos lo habían venido impidiendo. Pero, por fin, este año lo hemos conseguido. Os aseguro que la espera ha merecido la pena.


Ahora, tras esta sucinta explicación, permitidme una pregunta: ¿sabéis cómo se llama el equipo de fútbol de Soria? Efectivamente, es el Numancia. Pues resulta que ese nombre lo toma de la ciudad que hace casi dos mil doscientos años pasó a la Historia por su resistencia feroz a ser dominada por los romanos. Sus venerables restos se encuentran apenas diez kilómetros al norte de Soria, y puedo garantizaros que pasear entre ellos, entrar en alguna de sus casas hoy reconstruidas o divisar desde uno de los fragmentos de muralla que se han recreado los parajes donde Publio Cornelio Escipión situó el cerco con el que acabó asfixiando la resistencia de los numantinos, despierta en el visitante la emoción de revivir aquellos once meses de la agonía de un pueblo que jamás se resignó a perder su independencia, su libertad. Impresiona imaginar lo que entre aquellas piedras, rescatadas del olvido, pudo ocurrir entonces.



Las ciudades son como son porque las ha ido modelando su propia historia, o más bien las historias que en sus calles, entre sus murallas o en sus alrededores han ido sucediendo a lo largo de los tiempos. Y en este sentido Soria es una ciudad privilegiada porque, además de leyendas y de historia, ha albergado a grandes escritores para contarlas. Sus ermitas románicas y sus claustros (San Juan de Duero, Santo Domingo, la concatedral de San Pedro…), sus palacios renacentistas (el de los Condes de Gómara, de imponente fachada), su cementerio de El Espino, su instituto o las orillas del Duero son el escenario de episodios y leyendas vividos o recreados por insignes poetas como Bécquer, Antonio Machado o Gerardo Diego. Y si Soria permanece vinculada a alguno de ellos de manera especial, indisoluble, es a la entrañable figura de Don Antonio Machado. Aún me embarga la emoción al recordar los minutos que pasé recorriendo los pasillos y algunas dependencias del instituto que lleva su nombre y en el que impartió clases de francés desde 1907. Se trata de un magnífico edificio del s. XVIII en el que se respira la devoción que allí se profesa por la figura del poeta. Su presencia es absoluta, y me parece que ha acabado por dotar al centro de un respeto solemne hacia la educación y hacia la labor del profesorado como, por otra parte, debiera ser lo natural.



La presencia machadiana nos lleva desde allí hacia el “paseo de los enamorados”:


He vuelto a ver los álamos dorados,

álamos del camino en la ribera del Duero,

entre San Polo y San Saturio,

tras las murallas viejas

de Soria…



Es exactamente entre las ermitas de San Polo y San Saturio, por cualquiera de las dos riberas del Duero, por donde traza […] su curva de ballesta abrazando a la ciudad, donde se sitúa este paseo que tantas veces recorriera el poeta del brazo de Leonor. Allí, en el libro de visitas de San Saturio –ermita que merece mucho la pena visitar- nos permitimos dejar escrito nuestro modesto homenaje al admirado D. Antonio: “Honor y gloria al poeta que supo mantener su dignidad y la de España hasta su muerte”.


Este recorrido elemental por la presencia de Machado en Soria no puede terminar sino en el alto Espino, el cementerio donde reposan los restos de su amada Leonor Izquierdo y en cuya compañía, creo yo, debieran estar ya los del poeta, en interminable destierro aún en Collioure, desde aquel triste 22 de febrero de 1939: Estos días azules y este sol de la infancia…”


Casi a la puerta del cementerio, como vigía fiel y testimonio de la ausencia física de D. Antonio, un viejo olmo, carcomido y polvoriento, muerto ya definitivamente e impresionante en su majestuosa figura, se afana en consolar a Leonor en su solitario descanso.



Podríamos estar mucho más hablando de Soria y sus poetas, pero me temo que no disponemos de tiempo ni de espacio. No obstante, me resisto a cerrar este breve recorrido sin citar leyendas sorianas como “El monte de las ánimas” o “El rayo de luna”, recreadas por Bécquer; o el “Romance del Duero”, de Gerardo Diego (“Río Duero, río Duero/ nadie a acompañarte baja/ nadie se detiene a oír/ tu eterna estrofa del agua…”). Y, por supuesto, el machadiano Campos de Castilla, escrito en su práctica totalidad por D. Antonio durante su etapa soriana.

¡Oh sí! Conmigo vais, campos de Soria,
tardes tranquilas, montes de violeta,

alamedas del río, verde sueño

del suelo gris y de la parda tierra,
agria melancolía
de la ciudad decrépita,

me habéis llegado al alma,

¿o acaso estabais en el fondo de ella?

¡Gentes del alto llano numantino

que a Dios guardáis como cristianas viejas,

que el sol de España os llene

de alegría, de luz y de riqueza!

JESÚS ZAPATA ZAPATA Profesor de Lengua C. y Literatura

miércoles, 16 de marzo de 2011

ACEITUNEROS VIAJEROS

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Los aceituneros son viajeros y cosmopolitas, así que hemos decidido comenzar una nueva sección en la que nos muestren fotografías de sus viajes. Abrimos, pues, una ventana al mundo.

Empezamos con Esmeralda y su viaje a Londres. Además de viajera, es una excelente fotógrafa y nos ha escrito una líneas sobre esa maravillosa ciudad.


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Ya lo decía una de las canciones del musical 'Sweeney Todd': THERE'S NO PLACE LIKE LONDON (No hay lugar como Londres). Y tiene razón.

Su fama la precede y cada año aparece la primera en la clasificación de ciudades más visitadas del mundo. ¿Por qué? ¿Qué tiene Londres que encanta, fascina y encandila?

Londres es una ciudad única porque está llena de contrastes. Allí es fácil encontrarse con gente de todas las nacionalidades y de ideas de lo más dispares conviviendo en armonía, en barrios tan distintos como el elegante Chelsea o el rompedor Camden Town, donde se encuentra el famoso mercado de Camden Lock. Además, es una ciudad cuya arquitectura sorprende y emociona: ¿quién no se ha hecho pequeñito en presencia de la catedral de Saint Paul, el Palacio de Buckingham, el Big Ben, el conocidísimo Puente de la Torre o la estatua de Nelson en Trafalgar Square?

En cuanto a la oferta cultural, Londres es una ciudad completísima, porque cuenta con todo tipo de espectáculos callejeros en la zona de Piccadilly o el Soho, la gama más amplia de musicales (en los teatros del West End), conciertos multitudinarios de todas las tendencias (que se celebran en el O2 Arena o el Royal Albert Hall), museos mundialmente conocidos (el Museo Británico, la Tate Modern o la National Gallery), recuerdos musicales de épocas pasadas (la casa de Freddie Mercury), lugares llenos de referencias literarias (Baker Street, donde vivía Sherlock Holmes) y hasta cantidad de eventos deportivos que atraen las miradas de todo el planeta (el torneo de Wimbledon, por ejemplo) y estadios de fútbol famosos (de entre los que destaca Wembley).

En Londres hay parques enormes para relajarse, como Hyde Park, pero hay quien prefiere relajarse comprando. En ese caso siempre pueden visitar el mercado de Portobello Road y, cómo no, Harrods.

Gracias a todo esto, muchas de las películas más conocidas de la historia del cine han tomado Londres, sus edificios y sus calles como escenario. Es el caso, por ejemplo, de 'Love Actually', 'Match Point', 'La bruja novata', 'Quiero ser como Beckham', 'El diario de Bridget Jones' o 'Notting Hill' (cuyas localizaciones más famosas siguen siendo visitadas hoy por los turistas).
Y tantas cosas que nos dejamos en el tintero...

Para terminar, un consejo personal. Londres tiene un estupendo río, el Támesis, que es enorme y cruza la ciudad de un lado al otro. Buscad un banquito que no esté demasiado lejos del Puente de la Torre, a cualquier hora del día. Coged un buen libro, o un cuaderno para dibujar, o un mp3 lleno de vuestras canciones preferidas, Y DISFRUTAD.
Esmeralda
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