jueves, 29 de septiembre de 2011
domingo, 18 de septiembre de 2011
CIRUELAS AMARILLAS
Hace algunos años, por estas fechas, había llegado a El Olivo un nuevo profesor de Inglés. Se llamaba (y se llama Xavi) y todavía lo recuerdan sus alumnos y los que fuimos sus compañeros. En aquellos primeros días en nuestro instituto, Xavi compuso este poema que nos ha regalado para el blog y para la revista.

CIRUELAS AMARILLAS
Me he pasado pelando
Ciruelas amarillas
Buena parte del día
Luego las he mezclado
Con unos cuantos kiwis
Para hacer una especie de compota
Me han ocurrido cosas
Mucho más importantes
Durante todo el día
- la jaqueca tremenda de mi esposa,
Los avatares propios
De mi trabajo nuevo,
La visita al doctor que derivó en un grave
Circunloquio-
Pero estoy convencido
De que pasado el tiempo
Recordaré este día
- si puedo recordarlo-
Como el día
Que me pasé pelando
Ciruelas amarillas.
Xavier Pascual,
ex-profesor de El Olivo y aceitunero de vocación
jueves, 30 de junio de 2011
DÍA DE DESPEDIDAS 3
.
lunes, 27 de diciembre de 2010
LOS PROFESORES ACEITUNEROS
.
Por fin ha acabado el primer trimestre. Por ser el primero siempre se hace largo, pero también tiene muchos alicientes, como conocer a los nuevos profesores que se han incorporado este curso a El Olivo. Este año, la cosecha de aceitunas también ha sido buena.
Al final, tras las maratónicas jornadas de evaluaciones, siempre nos gusta la confraternización alegre. Todo esto también es muy hernandiano: la risa nos hace libres y nos pone alas.
Habíamos pensado poner de fondo algo así como Adestes Fideles o ese de "A Belén pastores...", pero nos hemos decidido por una Navidad más cálida: canta Conpay Segundo Ya llegó la Nochebuena, y lo hemos sacado de un impagable disco que se llama Nochebuena en La Habana.
Esperamos que estéis pasando unas estupendas vacaciones. El próximo trimestre, más y mejor.
Un beso a todos desde este blog, que es el vuestro.
.
jueves, 26 de agosto de 2010
NUESTROS ESCRITORES / CUENTOS

Volábamos a treinta mil pies, y el piloto de American Airlines nos había dicho que tendríamos dos horas y 10 minutos para llegar a nuestro destino. El avión iba a un tercio de su capacidad, y el pasaje se sentó a su antojo, sin respetar su número de asiento. Estábamos en familia.
Sobrevolábamos Cuba, y desde el cielo casi se podía ver la barba de Fidel. El día era espléndido. Después del refrigerio obligado, las nubes fueron rodeándonos de tal manera que apenas se podía ver el extremo del ala de Boeing 737, serie 400, equipado con turboventiladores CFM56-3, y que unía el último trayecto de mi viaje, entre Miami y San Salvador. El piloto encendió el testigo que indicaba al pasaje que debíamos ponernos el cinturón. Por supuesto que me lo abroché de inmediato. La azafata, joven y guapa (en nada se parecía a sus compañeras de la ruta transoceánica), permanecía sentada en el reposabrazos de un asiento cercano al mío, hablando de forma distendida con un pasajero que parecía ser de los habituales de este trayecto.
De pronto, el ave voladora, nacida en mayo de 1987 en los alrededores de Seatle, empezó a moverse con tanta brusquedad que, si no fuera por la niebla, seguro que habría arrancado fuertes aplausos de los habitantes del Yucatán o la sonrisa de los tiburones del Caribe. La aeromoza, que hasta entonces me había atendido en un más que aceptable español, empezó a gritar como una loca mientras fijaba su cinturón en el asiento de al lado, indicando lo que parecía ser una desesperada llamada a llevar a cabo las normas de seguridad, que sólo ella y su conocido pasajero estaban, a todas luces, incumpliendo.
Mi cerebro empezó a funcionar a una velocidad desconocida para mí; parecía una computadora de última generación: quizás auguraba que pronto iba a quedar obsoleta y debía dar lo mejor de sí, antes de ser reemplazado por otra de más rapidez y mayor capacidad. No dejaba de chequear todo lo que estaba en mi disco duro de forma rápida, pero ordenada.
No tengo ni idea de inglés, pero la entendí perfectamente. Ella no tradujo, y llegué a pensar que hubiera sido peor de haberlo hecho: habría interrumpido mis oraciones.
Corría el tres de julio de 1996 del año de Nuestro Señor.
J. Manuel G. Lobo
.
jueves, 24 de junio de 2010
¡BUENA SUERTE A TODOS LOS OPOSITORES OLIVAREROS!
Mañana empiezan las oposiciones. Muchos de nuestros compañeros de El Olivo vais a enfrentaros a ese gran reto. Desde aquí queremos desearos toda la suerte del mundo o, mejor, del Universo. Queremos que mañana estéis serenos, centrados, que os toque ese tema que domináis como nadie, que tengáis un tribunal maravilloso que sepa apreciar lo que sabéis y lo que valéis. Estamos con vosotros porque hemos trabajado juntos y sabemos que sois unos excelentes profesionales.