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jueves, 24 de mayo de 2012

LENGUA Y CINE: CANTINFLEAR






A diferencia de las otras palabras que hemos visto relacionadas con el cine (sabrinas y cuello perkins), la de hoy sí está recogida, desde 1992, en el diccionario de la RAE, que nos informa de que es un verbo intransitivo que tiene dos acepciones: la primera es “hablar de forma disparatada e incongruente y sin decir nada”, y la segunda es “actuar de la misma forma”. Ambas acepciones se usan en México y en Cuba. Nada dice este diccionario de su sabrosa etimología. El María Moliner (Diccionario de uso del español) repite las dos acepciones del de la RAE, pero le añade su origen: de "Cantinflas", famoso personaje del cine mejicano. Ahí quería yo llegar, a “Cantinflas”. 

Cantinflas fue un personaje cinematográfico creado por el actor mexicano Mario Moreno (1911-1993). Para mí, que ya peino canas, es un personaje familiar: sus películas llenaron muchas horas de mi infancia frente al televisor (nunca he visto sus películas en el cine), y en mi casa se utilizaba como elemento comparativo cuando alguien vestía de forma algo desharrapada y –sobre todo- con los pantalones algo caídos. “Ese parece un Cantinflas”, decía mi padre. 

 Mario Moreno nació en Ciudad de México, en el seno de una familia (usaremos el eufemismo) humilde y numerosa, en un barrio de “pelaos”. Intentó emigrar clandestinamente a Estados Unidos, se hizo boxeador, típico intento de los pobres para medrar. Lo intentó también en el ejército, como torero, bailarín y, finalmente, como actor en las carpas circenses de Ciudad de México. Ahí fue donde creó su personaje: un “pelaito” con los pantalones atados con una cuerda y en constante lucha por mantenerse en su sitio; con un extraño bigotito, como una comas que flanquearan su boca; y una peculiar forma de caminar. Actuaba, hacía acrobacias y lo que se terciase. Allí es donde conoció Valentina Ivanova, con la que se casó en 1934. 

A mediados de la década de los treinta comenzó a hacer películas que no tuvieron demasiado éxito, pero que le sirvieron para ir perfilando y depurando el personaje de su creación. Fue en 1940 cuando le llegó el éxito con la película Ahí está el detalle, frase que se convertiría en característica de Cantinflas. El éxito traspasó las fronteras y empezó a ser un ídolo en Hispanoamérica. Muchos “pelaos” se veían reflejados en ese Cantinflas pobre, tierno, algo pícaro y liante; un antihéroe que al final se quedaba con la chica. Algo había en él de otro personaje cinematográfico, de Charlot.

 Siguieron muchas más películas: El gendarme desconocido, Ni sangre ni arena… Y llegó hasta Hollywood, donde rodó en 1956 La vuelta al mundo en 80 días (Michael Anderson), todo un éxito de taquilla que le valió en Globo de Oro. Pero poco a poco el “pelaito” se iba quedando atrás, aunque nunca abandonó su verborrea “disparatada e incongruente”, como dice el diccionario de cantinflear. Luego vino la película Pepe (1960), dirigida por George Sidney, una coproducción mexicana-estadounidense de la que se esperaba mucho, pero que no funcionó: era difícil verter al inglés su peculiar forma de “cantinflear”. 

Volvió a México, creó su propia productora (Cantinflas Films) y continuó haciendo películas hasta 1981 (El barrendero fue la última). En todas ellas aparecía un mismo personaje en diferentes situaciones, y en todas el lenguaje se convertía en su mayor baza cómica. Especialmente gracioso era cuando intentaba zafarse de un acreedor o de un poderoso lanzando como una cortina de humo de palabras que terminaba ofuscando al otro; o cuando intentaba seducir a una señorita envolviéndola en cascadas de palabras sin sentido, pero llenas de ternura. 

 Se hizo rico. Sus películas generaron (y siguen generando) mucho dinero. Por eso, a su muerte hubo serias disputas por los derechos de sus obras. Contó con el cariño y la admiración del público hispanoamericano, para quien sigue siendo un héroe. 

Es difícil explicar cómo se cantinflea, así que os dejo dos escenas de sus películas. Propongo, además, que empecemos a conjugar y a usar este verbo tan cinematográfico, porque se escucha por ahí mucho discurso disparatado e incongruente que no dice nada. 

María Moulinex




 

miércoles, 11 de abril de 2012

LA PELÍCULA DEL MES: CUMBRES BORRASCOSAS DE ANDREA ARNOLD



Se ha estrenado Cumbres borrascosas, una nueva versión, la de Andrea Arnold.
Es su tercera película como directora. Una directora con personalidad propia.
En Red Road ya demostraba una mirada particular colocándose en una perspectiva ambigua y compleja.




En Fish Tank era una adolescente la que nos mostraba un mundo seco, duro que dejaba al final una puerta abierta a la esperanza.



Cumbres borrascosas lleva esa mirada hasta el fondo. Las emociones a flor de piel, la pasión que quema y destruye. Una cámara en mano, desequilibrada; una mirada enfermiza. Casi no hay diálogos. No hay música; sólo los sonidos de una naturaleza salvaje y conciliadora, al mismo tiempo.El espíritu de Emily Bronte está aquí de nuevo, con nosotros...



Hay varias versiones de este clásico. La canónica, la de Hollywood, de William Wyler con el británico Laurence Olivier. .



La heterodoxa, la de Luis Buñuel, Abismos de pasión, con actores de segunda, todo un canto al amor fou y al surrealismo más descarnado.



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Habrá que contar con ésta, la de Andrea Arnold, cuando recordemos adaptaciones cinematográficas. Sólo ha sido estrenada en Madrid en dos cines y en versión original. Pasará sin pena ni gloria, porque así lo han decidido las distribuidoras, los nuevos censores, porque no es políticamente correcta, sobre todo porque piensan que no encaja con el gran público y ellos deciden lo que debemos o no debemos ver. Tal vez tengan razón o tal vez no vean más allá de sus beneficios.
Recupera el espíritu de Emily Bronte, traicionándola, como debe ser y siendo fiel, al mismo tiempo. El punto de vista es el de Heathcliff de principio a fin. La naturaleza es otra protagonista, observa y acompaña las emociones de Heathcliff.
Hay en esta única novela de Emily Bronte una segunda parte que nadie -tampoco Andrea Arnold- ha adaptado, en la que aparecen los hijos de los protagonistas. Al final de la novela se cierra el ciclo de odio; las pasiones mueren, se mezclan con la tierra. Perviven en el recuerdo y en la imaginación de los hombres, pero la naturaleza les sobrevivirá. La siguiente generación no cometerá los errores de sus padres; podrá ser feliz... Y Heathcliff se libera del odio sólo a través de su propia muerte en el que encontrará a su amada.

Emily Bronte escribió un clásico. Cierto que esta no es una película ni una novela para espectadores o lectores pacatos. Ni quiere serlo. Los grandes clásicos nunca lo son...

miércoles, 28 de marzo de 2012

LENGUA Y CINE - INTRODUCCIÓN

Es curioso, cuando nació el cine como espectáculo, fueron muchos los que auguraron que acabaría con el teatro. Hubo algunos momentos en que pareció que los agoreros tenían razón, pero estamos asistiendo a un resurgir del teatro: algunas salas cinematográficas se están convirtiendo en teatros. En Madrid hay todavía mucha gente que va al cine, pero su número desciende año tras año; en muchos pueblos y capitales de provincias las salas de cine son ya un recuerdo. Bueno, no nos pongamos apocalípticos, el cine no está muriendo, muere la forma de verlo, de llegar al público, pero las historias están ahí –buenas y malas- y la gente las sigue viendo y viviendo.

Pero nosotros vamos a hablar de cuando el cine era la principal fuente de distracción de este país, de cuando el cine era una ventana al mundo, cuyos cristales a veces velaba la censura. Todo lo que allí salía se convertía en modelo, sobre todo lo que tenía que ver con la moda. Recuerdo que mi madre me contaba que había ido con su padre a ver varias veces la película Cómo casarse con un millonario (Jean Negulesco, 1953) porque ella quería hacerse una falda co
mo una que llevaba Lauren Bacall y a mi abuelo, que era ebanista, le habían encargado unas sillas como unas que salían en la película.



Tres imágenes de la película Cómo casarse como un millonario. En
la de la izquierda aparece Lauren Bacall con la falda que copió mi
madre y la silla que le encargaron a mi abuelo.


Muchas formas de vestirse, de peinarse, de decorar las casas llegaron a través de las pantallas, pero también llegaron las palabras y expresiones para nombrar todas esas novedades. Algunas se han quedado en nuestra lengua; otras sólo han estado por un tiempo. A esas palabras vamos a dedicar esta sección de lengua y cine. Irán apareci
endo de vez en cuando. Empezamos hoy con las SABRINAS. Dentro de un rato os lo contamos.

María Moulinex