jueves, 19 de julio de 2012
EL CHOQUE DE LA VÍA LÁCTEA CON ANDRÓMEDA
Dentro de unos cuatro millones de años, la Vía Láctea chocará con Andrómeda. Eso dicen unos astrónomos tras sesudos estudios. Añaden que el sol no se destruirá, pero que se desplazará. ¡Se va a liar parda! Nos lo vamos a perder.
Los curiosos que pinchen en la imagen para obtener más información.
sábado, 30 de mayo de 2009
AÑO INTERNACIONAL DE LA ASTRONOMIA/y10


Entre estas observaciones caben destacar:
-Una cantidad de estrellas mucho mayor que la observada a simple vista. Galileo descubre que el resplandor de la Vía Láctea es en realidad una gigantesca colección de estrellas.
-La presencia en la luna de cráteres, valles y montañas. Por tanto luna y Tierra son objetos semejantes, se elimina la distinción entre región terrestre y región celeste.
-Las imperfecciones en la esfera solar. Manchas oscuras que se mueven en la superficie del sol, surgen y desaparecen, contradiciendo la idea de la inmutabilidad de los cielos.

-Otros planetas pequeños girando alrededor de Júpiter (satélites). Por tanto existen otros mundos que alteran la noción de que la Tierra sea el centro de todo.
-Y, sobre todo, las fases de Venus, fenómeno debido al desplazamiento del reflejo de la luz solar, demostrando que dicho planeta se mueve alrededor del sol.
Galileo marcó el camino a seguir en la exploración metódica del universo y que llegaría a sepultar el pensamiento científico heredado de la antigüedad. Pero, por encima de todo, es el paradigma del observador tenaz que trabaja oponiéndose a la ciencia establecida como dogma, no porque crea llevar la razón en sus afirmaciones, sino porque no teme desvelar un mundo completamente insólito que la humanidad, y quizá él mismo, no están aún preparados para entender.
Alberto Recio
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miércoles, 20 de mayo de 2009
AÑO INTERNACIONAL DE LA ASTRONOMIA/9

Ahora hagamos una afirmación interesante por su falsedad: el ARTE CULMINA. En efecto, la ciencia, y en concreto la Astronomía, funciona más bien como un tipo de arte que, como tal, nunca culmina. Lo que observamos en el cielo, a simple vista o con telescopios, es siempre susceptible de ser interpretado, y esta es la única verdad inmutable. El principal cometido de la Astronomía ha sido siempre explicar el movimiento de los astros. Los egipcios, chinos y mayas creían tener la explicación perfecta. Los griegos también. Y después los medievales, y luego los ilustrados, y luego llega Einstein y tira todo por tierra y vuelve a dar una nueva y curiosa explicación en su teoría de la Relatividad General.

En el siglo IV a.c., Aristarco de Samos sostiene que la Tierra se mueve alrededor del Sol, idea que Aristóteles rechaza cuando establece el sistema geocéntrico, convirtiéndose en el último gran cosmólogo de la antigüedad. Ptolomeo, gran astrónomo griego del siglo II d.c., escribe el ALMAGESTO, obra clave en la historia de la ciencia, que describe con absoluta precisión todos los movimientos de los astros en el firmamento. La Tierra no puede moverse, ya que los océanos saldrían despedidos y nada se mantendría en su sitio. Unas gigantescas esferas transparentes, centradas en la Tierra, provocan el movimiento de los astros, que son arrastrados al girar aquéllas. La Tierra es el Olimpo de los Dioses, y el sol, Helios, un simple súbdito que gira a su alrededor al igual que la luna, los planetas y las estrellas.


Por ejemplo, Tycho Brahe (1546-1601) hizo girar los astros alrededor del sol, como decía Copérnico, pero mantuvo a la Tierra en el centro del universo e hizo girar al sol a su alrededor. Y todos tan contentos. Además, en 1572 observó el resplandor repentino de una supernova en la constelación de Casiopea (duró 18 meses), rompiendo así con la vieja idea de que el cielo es inmutable: cosas misteriosas suceden allá, ajenas a la comprensión humana. Pero lo mejor sucedió 5 años después, cuando Brahe descubre un cometa que surca el cielo “atravesando las esferas”. Otra vieja idea, la de las esferas, se viene abajo. Entonces, ¿por qué se mueven los astros?


jueves, 14 de mayo de 2009
AÑO INTERNACIONAL DE LA ASTRONOMIA/8


Si una de las estrellas cercanas, como Sirio, se convirtiera en supernova ahora mismo, brillaría en nuestro cielo como un segundo Sol, y su radiación nos abrasaría. Cuando una estrella sufre una explosión así, arroja al espacio gran parte de la materia que se formó en su interior: carbono, oxígeno, silicio, azufre… Toda esta materia se agrupará en el espacio formando planetas y, con el tiempo, vida orgánica. Así que nuestra mano está hecha de átomos que fueron creados en el interior de alguna estrella, antes de explosionar como supernova y expulsar su basura nuclear.
Nuestro Sol nunca se convertirá en supernova, no es tan grande. Sin embargo, el calor producido por la contracción del núcleo hará que el hidrógeno de las capas exteriores entre en combustión, convirtiéndose en una estrella GIGANTE ROJA, cientos de veces más grande que ahora. Esto será dentro de 5 mil millones de años. Para entonces la vida, si aún existe, se extinguirá completamente. Y después el Sol se enfriará hasta morir como ENANA BLANCA, un cuerpo formado por átomos tan apretados que los electrones escapan y navegan libres dando lugar a un gas brillante y denso (una cucharada de enana blanca pesa 10 toneladas). Los astrónomos tienen localizadas 3 mil enanas blancas en la galaxia. He aquí el Sol en sus tres fases: actual, como gigante roja y como enana blanca moribunda.
Si la estrella supera seis veces la masa del Sol, su destino será convertirse en supernova y explotar. Tras la explosión quedará tan sólo el núcleo de hierro sintetizado durante la vida normal de la estrella. Si este residuo es muy grande, seguirá contrayéndose por la fuerza de la gravedad, de manera que los protones y electrones se aplastarán unos con otros formando neutrones. El resultado será una ESTRELLA DE NEUTRONES, de unos 10 km de radio, tan densa que una cucharada pesaría unos 100 millones de toneladas.

Y si dicha estrella sigue siendo muy grande, nada impedirá que la gravedad gane la batalla. Los neutrones colapsarán y se originará un AGUJERO NEGRO. Este objeto desafía todas nuestras teorías sobre la naturaleza. La materia se comprime sin límite hasta quedar reducida a un punto en el espacio. Todo lo que se aproxime a este punto: planetas, estrellas e incluso la luz, será absorbido por el agujero negro, desintegrado y convertido en radiación que jamás podrá escapar. Se ha demostrado su existencia en el centro de las galaxias y girando alrededor de ciertas estrellas a las que van engullendo poco a poco.

Recientemente fue hallado el agujero negro más grande que se conoce: su masa es de 18.000 millones de soles y tiene el tamaño de una galaxia. El espacio y el TIEMPO se comprimen tanto en sus cercanías que, si te acercaras a una distancia prudencial y permanecieras ahí 15 minutos según tu reloj, tomándote un plato de natillas, en la Tierra estarían transcurriendo 15 mil años, de modo que al regresar te encontrarías con un futuro remoto y desconocido, sin vuelta atrás. ¿Querrías hacer ese viaje? ¡No olvides tu plato de natillas! Al enviar imágenes a la Tierra donde se viera cómo te las comes, los humanos de allí te observarían zampando a cámara lenta, al ritmo de una cucharada cada 500 años. Inimaginable pero cierto. Así es el universo. Intrigante. Y todo lo que hay que saber de él está en las estrellas: en su vida y en su muerte.
Alberto Recio
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lunes, 4 de mayo de 2009
AÑO INTERNACIONAL DE LA ASTRONOMIA/7

El Sol. La estrella madre. Él nos dio la vida, nos regala su luz y calor, y a la larga será quien nos destruya. Toda la energía que usamos, excepto la nuclear, proviene del astro rey. La energía eólica procede del viento, pero el aire se mueve gracias al calor del Sol; la energía hidroeléctrica procede de la caída del agua, pero… ¿quién lleva el agua a las tierras altas para que luego caiga? El Sol lo hace, cuando calienta el agua de los mares, la convierte en vapor y la eleva hasta los cielos que luego la arrojarán en forma de lluvia originando torrentes y lagos. Y el petróleo son los restos de las criaturas que han ido poblando la Tierra desde hace 1000 millones de años, viviendo gracias al Sol.
El Sol es monstruosamente grande. La cantidad de masa que contiene es inimaginable para nosotros. Fíjate, cada segundo pierde más de un millón de toneladas en forma de luz y calor. Y tiene tantas toneladas que aún puede seguir perdiéndolas a ese ritmo durante 5000 millones de años más. ¡Multiplica los segundos que hay en 5000 millones de años por 1 millon y obtendrás la masa actual del sol en toneladas! Como dije antes, inimaginable. Todo lo que sucede en una estrella, su mera existencia, su evolución y su muerte, es absolutamente brutal y estremecedor, tan fascinante que sobrepasa nuestra capacidad de asombro y de comprensión.
En la Tierra, cuando algo cae al suelo, solemos decir: "de ahí no pasa". En efecto, todo lo que cae deja de hacerlo en cuanto llega al suelo. En una estrella eso no pasa jamás. Todo lo que contiene la estrella está cayendo y cayendo y cayendo lentamente durante miles de millones de años. Quizá no lo entiendas, pero ya te advertí que era difícil de comprender, y aunque lo comprendas no te lo puedes imaginar. La estrella se pasa la vida entera cayendo sobre sí misma, contrayéndose. Cuando estudias astrofísica te definen la estrella como un "objeto autogravitante". Es su enorme gravedad lo que provoca la perpetua contracción de su masa. La Tierra tiene una masa ridículamente pequeña, por eso el suelo se queda donde está, no cae dentro de sí mismo.
Claro que la estrella encuentra la manera de frenar su contracción, y lo hace explotando. Cuando la materia cae sobre sí misma, y esta materia no es otra cosa que átomos de hidrógeno, se produce una fusión nuclear que libera energía según la ecuación de Einstein: E = mc2. Al liberarse esta energía, en forma de luz y calor, la estrella expulsa su masa al exterior, que es lo que llamamos "explosión". Así que, desde que nace, la estrella sufre continuamente contracciones y explosiones, alcanzando un equilibrio que la mantiene estable, como sucede con nuestro Sol actualmente. ¿Hasta cuándo? ¿Qué le pasa a la estrella al consumir buena parte de su masa? ¿Es capaz de vencer su propia gravedad? ¿Qué fin le espera al Sol? ¿Y a nosotros, si es que seguimos aquí?
Además de esto, el próximo día te contaré un secreto. Observa una de tus manos. Ponla frente a tus ojos y piensa: esta mano estuvo, hace mucho tiempo, en el interior de una estrella. ¿Cómo pudo ser? ¿Te lo cuento?
Alberto Recio
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lunes, 27 de abril de 2009
AÑO INTERNACIONAL DE LA ASTRONOMÍA/6

En la foto hay otras dos galaxias más pequeñas: son galaxias satélite de Andrómeda. El resto de puntos luminosos son estrellas de nuestra Vía Láctea. El centro de Andrómeda es tan brillante porque allí se concentran millones de estrellas similares al Sol. Como vemos, hablar de una galaxia implica mencionar muchas veces la palabra "millones", por eso "millones" es… ¡una cifra astronómica! He aquí otra imagen de Andrómeda con sus satélites.

Y para terminar os dejo con la imagen de una colisión de galaxias. No es nada terrible que dos galaxias colisionen, ni siquiera que lo hagan dos o más estrellas. Para quedar espeluznados basta con seguir de cerca la vida de una sola estrella, donde tienen lugar los sucesos más dramáticos, espectaculares y misteriosos del universo. Hablaremos de ello el próximo día.

miércoles, 15 de abril de 2009
AÑO INTERNACIONAL DE LA ASTRONOMIA/5

Estamos ante Venus, el compañero de la tierra. Está a unos 50 millones de kilómetros de nosotros, 100 veces más lejos que la Luna, y más cerca del sol. Lo suficientemente cerca para no tener agua líquida. Pero eso no es lo peor. Los astrónomos consideran a Venus un mundo infernal. En su superficie tendríais que soportar nada menos que 400º de temperatura y una presión atmosférica 90 veces mayor que aquí, es decir, como si llevárais a hombros un sofá de 90 kilos. Apenas podríais levantaros del suelo, caminaríais a duras penas, arrastrándoos por el suelo abrasador bajo una densa atomósfera de CO2. ¿Por qué CO2? Bueno, es lo más normal. Todos los planetas medianos tienen mucho CO2 en el aire. La Tierra, al principio, albergaba gran cantidad de este gas, pero acabó disolviéndose en el agua de los océanos y creando rocas carbónicas. En Venus nunca hubo agua, así que el CO2 sigue ahí, y en tal cantidad que el "efecto invernadero" lo convierte en un horno perpetuo. Pero Venus es un infierno por algo más.

Supongamos que estamos ahí viendo cómo se forman las nubes sobre nuestras cabezas. Nubes amarillentas cargadas de azufre. Relámpagos. Empieza a llover. ¡Horror! Las gotas que nos caen encima no son de agua, sino de abrasador ácido sulfúrico. Nada puede sobrevivir a la terrible lluvia ácida de Venus. En realidad estas gotas letales no llegan a tocar el suelo, se evaporan mucho antes debido al fuerte calor y vuelven a subir, y otra vez las nubes y la tormenta infernal. Siempre así.
En la Tierra también se han detectado lluvias ácidas, muy puntuales. Se producen por la presencia cada vez mayor de gases como el CO2. Si seguimos quemando combustibles al ritmo actual, la Tierra empezará a parecerse a Venus. El planeta del infierno está ahí como si fuera una advertencia: ¡cuidemos de nuestra atmósfera!
Alejémonos ahora de estos mundos terribles y viajemos mucho más allá, lejos de nuestro Sistema Solar e incluso de la Galaxia que habitamos. ¿Es el resto del universo un lugar apacible?
miércoles, 1 de abril de 2009
AÑO INTERNACIONAL DE LA ASTRONOMIA/4

¡Seguro que lo habéis adivinado! Estamos en el planeta rojo: Marte. El cielo, color salmón, tiene aire. Pero ese aire no nos sirve para respirar: es dióxido de carbono. Antiguamente sí había oxígeno en Marte, pero desapareció tras oxidar todo el suelo rico en hierro, de ahí el tono anaranjado del planeta. No hay problema, llevaremos unas cuantas bombonas de oxígeno y así podremos dar un paseo dentro de una escafandra. Al menos, si elegimos bien la fecha y el lugar, gozaremos de temperaturas suaves durante varias horas, antes de que caiga la noche glacial. Recordemos que Marte está un poco más alejado del sol que la Tierra, y por eso debería ser más frío; pero al no tener capa de ozono, Marte recibe mucha más radiación solar que la Tierra, con lo cual el frío durante el día no es tan intenso. ¡Los astronautas se están preparando ya para viajar allí! ¿Sucederá pronto?

En nuestro paseo por el planeta veríamos cosas interesantes, como el gigantesco Monte Olympus, que con sus 24 km de altura (3 veces el Everest) es el volcán mas grande de todo el Sistema Solar. ¡Un monstruo! Y además podría entrar en erupción en cualquier momento. Eso sería raro, pero no tanto las tormentas. Aunque todo parece muy tranquilo, en poco tiempo podríamos ser engullidos por una súbita y violenta tormenta de arena que gradualmente cubriría casi todo el planeta y no cesaría hasta pasadas varias semanas. Su violencia es tal que el suelo temblaría bajo nuestros pies debido a los fortísimos vientos de más 200 km/h.

En una época de calma podríamos apreciar un interesante detalle de la superficie de Marte: está plagado de surcos y valles profundos, que desembocan en extensas llanuras, a modo de cauces fluviales muy ramificados. Y, sin embargo, no hay una sola gota de agua líquida, toda ella permanece congelada en los polos y en el subsuelo. Es posible que los canales de Marte se crearan hace muchos millones de años, cuando la actividad volcánica era lo suficientemente intensa como para derretir el hielo y formar ríos que erosionaran la superficie. O quizá, en un pasado mucho más lejano, Marte albergara gran cantidad de agua líquida e incluso vida en forma de pequeños microorganismos, y que al perder la atmósfera que lo protegía de las terribles radiaciones solares, el planeta se secara por completo. ¿Así acabará la Tierra? Quién sabe. Mientras exista la capa de ozono…
Por último nos acercaremos a nuestro vecino más amable: el que al atardecer adorna nuestro cielo azul. Pero… ¿es realmente tan amable como parece? Y bien, ¿sabéis de qué planeta se trata?

Alberto Recio
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viernes, 27 de marzo de 2009
AÑO INTERNACIONAL DE LA ASTRONOMÍA/3
Tan cerca del sol y sin el cielo azul que delata la presencia de atmósfera, el planeta en el que nos hallamos no podía ser otro que Mercurio. He aquí una imagen del mismo.

Mercurio es una pequeña esfera sólida arrasada por el infernal calor del sol y por los meteoritos. Tenía que ser sólida, pues ningún tipo de líquido o atmósfera gaseosa es capaz de sobrevivir a los 230º del mediodía mercuriano. De hecho, un día allí se hace eterno, pues equivale a 60 días terrestres. Si estuviésemos acampados en algún punto de la foto, el sol nos estaría abrasando durante más de 300 horas, mientras que por la noche, igualmente larga, la temperatura caería hasta los 180º bajo cero. Mal sitio para ir de vacaciones. Y peor aún si tenemos en cuenta los meteoritos.
Los impactos del exterior no cesan. Mercurio está salpicado de cráteres. Si un gran meteorito impactara a poca distancia de nuestra imaginaria tienda de campaña, no escucharíamos absolutamente nada: observaríamos la increíble explosión en silencio mortal. Esto es así porque aquí no hay atmósfera, y por tanto el sonido del impacto no puede propagarse hasta nuestros oídos. ¡Parece imposible de imaginar! Claro que el temblor de tierra sería considerable, así que más vale no estar allí para vivirlo (o perder la vida, mejor dicho).
Alejémonos ahora para visitar, en nuestro singular crucero espacial, otro mundo igual de inhóspito pero más agradable y pintoresco. Aquí está la foto tomada por la sonda Viking a ras del suelo. El cielo tiene color, así que hay atmósfera, pero… ¿podremos respirarla? ¿De qué planeta se trata esta vez?

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miércoles, 25 de marzo de 2009
AÑO INTERNACIONAL DE LA ASTRONOMÍA/2

Es enorme, sí, pero no hay nada sólido en él. La Tierra podría atravesarlo sin chocar con nada, porque Júpiter es sobre todo una gran masa de gas de hidrógeno. Como el sol. ¡Sí, el SOL! También el sol es una gigantesca bola de hidrógeno. Entonces, ¿en qué se diferencian? En el tamaño solamente, pero esta diferencia es crucial. Si Júpiter hubiera sido un poco más grande, la fuerza de la gravedad habría sido capaz de fusionar los átomos de hidrógeno entre sí, desencadenando la reacción de fusión nuclear que caracteriza a las estrellas y las convierte en ingentes bolas de fuego. Por tanto, Júpiter es una estrella fracasada, quiso ser estrella pero no pudo ser, y así quedó: una bola de hidrógeno a punto de arder y brillar en nuestro cielo azul junto con el sol. Hasta aquí el drama, la tragedia, la Poesía.
En las entrañas del planeta, sin embargo, todo es inhumano, nada poético. La enorme presión de decenas de miles de kilómetros de atmósfera hace que, en el centro de Júpiter, el gas de hidrógeno se convierta en líquido, formando un vasto océano de lentos movimientos a unos 100 grados bajo cero. Y sin luz solar, porque el sol está demasiado lejos y, además, su escaso resplandor apenas podría atravesar las densas nubes de Júpiter. Esto es lo que nos esperaría si osáramos bajar a navegar por la superficie interior del planeta gigante: frío glacial, tinieblas, lentitud, sonidos desconocidos e insoportables, sin primaveras, ni días, ni noches.
En la superficie exterior de Júpiter, que es la que se ve en la foto, podemos observar abajo la Gran Mancha Roja. Se trata de una terrible tormenta que existe desde hace varios siglos, tan grande que podría tragarse la Tierra entera.
Ahora nos vamos a trasladar a un lugar completamente opuesto: sólido y diminuto, sin atmósfera, sin sonido. Nos situamos en el lugar de la foto que aparece a continuación y esperamos el momento justo antes del amanecer. No podemos quedarnos más porque el resplandor mortal del sol nos abrasaría en el acto. ¿Dónde estamos ahora?

Alberto Recio
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lunes, 23 de marzo de 2009
AÑO INTERNACIONAL DE LA ASTRONOMÍA/1
No querrías tenerlos ahí, en ese océano de hidrógeno terriblemente denso y desapacible, bajo un manto de nubes tan espeso que la luz del sol no puede pasar, jamás, y jamás querrías verlo, porque si una ola de esas se echara sobre ti sería como... ¡el edificio de Torre Espacio desplomándose! Y luego ya te lo puedes figurar: una horrible sensación de aplastamiento pero a cámara lenta.
Suerte que no estás ahí y estás donde estás, disfrutando del sol, o la luna, y de la poesía. ¡Poesía! ¿Dónde quedó
Y si no lo es, te preguntas cómo sería
¿Sabes ya de qué mundo hablo? Si no es así, pronto te lo diré, pero olvídate de
Alberto Recio