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martes, 3 de noviembre de 2009

EN MEMORIA DE FRANCISCO AYALA

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Hoy ha fallecido este granadino que vino al mundo el 16 de marzo de ¡1906! Tenía 103 años como 103 soles. Os podría contar algo de su larga vida, pero mañana ya darán cuenta de ella los periódicos; podéis, incluso, echarle un vistazo a Wikipedia. Os diré tan solo que fue un intelectual, un escritor, que escribió obras como La cabeza del cordero (1949), Muertes de perro (1958), Recuerdos y olvidos (1982-83, libro de memorias)... y tantas otras.
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Sí quiero contaros algunos encuentros que tuve con él. Bueno, lo vi algunas veces por la calle o coincidimos en algún espacio, pero jamás intercambiamos ni una palabra ni una mirada. Al menos él nunca me miró, que yo sí.
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La primera vez que lo vi fue una mañana de principios del verano de hace bastantes años. Él era ya un nonagenario y estaba solo, sentado en un banco del paseo de Recoletos, a la sombra, mirando apaciblemente a la gente que pasaba. A cierta distancia, para no incomodarlo, me paré a observarlo, y recuerdo que pensé lo mucho que habrían visto esos ojos. Pensé también que le debía de quedar poco tiempo de vida. Lo miré con cierta avaricia, como se mira algo que sabemos que está a punto de desaparecer. Pero me equivocaba.
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Volví a verlo alguna tarde tórrida del verano madrileño comprando entradas para ver alguna película en la Filmoteca. Me admiré de que mantuviera la curisiodad y las ganas de seguir conociendo y descubriendo cosas. Pensé que yo, a los noventa y tantos, quería ser como él.
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Lo volví a ver varias veces en las tomas de posesión de los nuevos miembros de la Real Academia de la Lengua (él lo era desde 1983). No faltaba nunca. Se sentaba en su sillón, en la fila de la derecha, entre otros académicos, y ni siquiera dormitaba: escuchaba con atención los discursos. Yo pensaba siempre que era probable que esa fuera su última sesión. Pero me equivocaba.
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Cuando cumplió 100 años dio una conferencia sobre libros en la Biblioteca Nacional. Por primera vez escuchaba su voz. No era la de un centenario. Era una voz templada, firme, fuerte; una voz que se correspondía con una mente envidiablemente lúcida, tanto que acalló con contundencia alguna pregunta absurda o impertinente. Pensé que a los cien años quería ser como él.
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El año pasado, en un festejo de la Real Academia se le podía ver sentado en un sillón departiendo animadamente y con un vaso de whisky en la mano. Empecé a pensar que era eterno. Pero no, hoy ha fallecido.
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Recibió todos los honores que puede recibir un escritor español: Premio Nacional de las Letras Españolas (1988), Premio Cervantes (1991), Premio Príncipe de Asturias de las Letras (1998). Ha sido nuestro escritor más longevo.
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Siento que ya no va a sorprenderme más. Van aquí mi homenaje y mi admiración.
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Lola Sevila
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lunes, 14 de septiembre de 2009

LEONARD COHEN

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Cuando yo tenía 14 años, tuve que dejar la ciudad donde vivía porque trasladaron a mi padre a Palma de Mallorca. Como despedida, un amigo me regaló un disco de un cantante que yo no conocía y que se llamaba Leonard Cohen. Se trataba, por supuesto, de un disco de vinilo, y yo no me atreví a meterlo en la maleta por miedo de que se rompiera. Viajó conmigo en el avión y tuve tiempo de leer y releer su título: Songs from a Room.

Mi nueva casa estaba muy cerca de la bahía de Palma, y desde mi habitación tenía una maravillosa vista del mar. Empezaba bien la cosa, pero todos los comienzos son difíciles. Estaba en una ciudad extraña, no conocía a nadie y todavía quedaba mucho para que empezara el curso. Pasé horas y horas mirando el mar y escuchando a ese tipejo que parecía salmodiar en vez de cantar. Poco a poco fui amando esa especie de letanía susurrada que eran sus canciones. Concretamente, escuchaba una y otra vez Bird on the Wire, aunque no entendiera nada (era, y sigo siendo, una analfabeta en inglés; lo reconozco con cierta vergüenza).

Pasaron las semanas y empezó el curso. Pasaron los meses y tuve amigos, y tuve uno que sabía inglés y que me fue traduciendo las letras. Tampoco entendía mucho: hablaba de amores difíciles e imprescindibles, de relaciones frustradas, de muerte y de la Biblia; a veces, todo mezclado, entreverado de metáforas y referencias que se me escapaban. Pero seguí amando sus canciones y descubrí otras: Suzanne, Chelsea Hotel nº 2, The Gypsy's Wife, Marianne... Me enteré de que había nacido en Montreal (Canadá) en 1934, que era judío, que también escribía poesía y narrativa, que llevaba una vida inquieta y poco convencional. Su música acompañó mi adolescencia y alimentó una melancolía que nunca me ha abandonado.

Pasaron los años, cambié varias veces de ciudad, crecí, conocí otras músicas. Leonard Cohen quedó un poco apartado de mi vida. Pero hace unos meses, encontré en unos grandes almacenes mi viejo disco de vinilo reeditado en CD. En un ataque de nostalgia me lo compré (ese y un recopilatorio) y grabé todas las canciones en mi MP4. Ha sido la banda sonora de mi verano. De nuevo lo he escuhado frente al mar. Me ha seguido acompañando en mis viajes septembrinos a Parla y ha llenado de melancolía esos increíbles paisajes que se ven desde el tren. Tanta nostalgia sólo puede ser síntoma de que envejezco.

Ayer me enteré por el periódico de que ha actuado en Madrid, que a sus casi 75 años (los cumple el próximo día 21) cantó durante tres horas ante cerca de diez mil espectadores y estuvo maravilloso. El periodista comenta que fue como ver una espléndida Venecia antes de hundirse.

Ironías del destino: hace cuatro años, su representante y amante intermitente lo abandonó y se largó con cinco millones de dólares. Cohen ha tenido que organizar una gira mundial (¡a su edad!) para resarcirse. Algo tendremos que agradecerle a esa malvada. Leonard, nunca aprenderás que el amor es, a veces, muy peligroso.

En fin, aquí os dejo esa canción que tanto me gustaba (y me gusta). No sé cómo la recibirán esas orejitas que han crecido con Bisbal o reguetón. Miedo me da pensarlo.

Lola Sevila


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viernes, 4 de septiembre de 2009

COMPARTE LO QUE LEES

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Mil años de poesía europea
Francisco Rico en colaboración con Rosa Lentini
Editorial Planeta, 2009


Retomamos esta sección con fuerza: acaba de publicarse este libro, que es –nada más y nada menos—una cuidada selección de poetas y poemas europeos desde el siglo XI hasta nuestros días. Dice Francisco Rico en el preámbulo que esta antología va dirigida a quienes no son lectores habituales de poesía, pero no es del todo cierto. Es verdad que puede descubrir a muchos las mejores voces poéticas de estos diez siglos, pero también es verdad que los aficionados (no “profesionales”) a la poesía podemos encontrar o reencontrar en esta obra una fuente de placer: volver a leer poemas que nos entusiasmaron hace muchos años o descubrir los poemas de autores de los que hemos oído hablar pero a los que todavía no hemos llegado. Por ejemplo, yo me he encontrado con las poesías de Ôsip Mandeltam, Anna Ajmátova o Wislawa Szymborska.

Lo que distingue a esta antología de otras es el extremo cuidado que se ha puesto en las traducciones. La traducción literaria es siempre complicada, pero la poética lo es mucho más. Tratar de verter a otra lengua la musicalidad, la connotación, los juegos retóricos... es un duro trabajo que convierte al traductor casi en coautor del poema traducido. No en vano, la mayoría de los traductores son poetas. Así tenemos, por ejemplo, a Hölderlin traducido por José María Valverde (poeta al que está dedicado el libro) y por Luis Cernuda; a Leopardi traducido por Antonio Colinas y por Eloy Sánchez Rosillo; a Eliot por Vicente Gaos… De todas formas, los políglotas escrupulosos siempre tienen al lado la versión original; porque se trata de una edición bilingüe (bueno, polilingüe). El juego de la traducción acaba con un apéndice en el que el poeta Josep Carner (Barcelona, 1884-Bruselas, 1970) se traduce a sí mismo, y un apartado final en el que aparecen diez traducciones al castellano del poema «L’albatros» de Baudelaire.

Los poemas y autores están ordenados de manera cronológica, lo que permite comparar las poesías contemporáneas en diferentes partes de Europa. Los hallazgos son curiosos. Precediendo la poesía de cada autor, hay una pequeña introducción más de la poesía que de su autor. Son pequeñas notas claras y enriquecedoras.

Queda hablar de la selección, siempre polémica, pero –como dice Rico—son todos los que están, aunque no están todos los que son. En cuanto a la elección de los poemas, se ha procurado que estén los más celebrados, aunque también se trasluce el gusto personal del antólogo.


No es un libro para leer de un tirón de principio a fin; es para hacer pequeñas o grandes excursiones poéticas, para saltar de un poema a otro, de siglo en siglo, de autor en autor. Es un libro para tener siempre cerca, para que nos acompañe durante mucho, muchísimo tiempo.

Espero que os animéis a leerlo y que lo disfrutéis tanto como yo.



Lola Sevila

Aquí os dejo un pequeño poema como muestra:



El golpe sordo y cauteloso

del fruto que del árbol se desgaja

en medio del continuo canturreo

del bosque en su profunda calma.




Ôsip Mandelstam

Traducción de Aquilino Duque

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miércoles, 1 de julio de 2009

POESÍA PARA JULIO

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BALADA DE UN DÍA DE JULIO

Esquilones de plata
llevan los bueyes.

-¿Dónde vas, niña mía,
de sol y nieve?

-Voy a las margaritas
del prado verde.

-El prado está muy lejos
y miedo tiene.

-Al airón y a la sombra
mi amor no teme.

-Teme al sol, niña mía,
de sol y nieve.

-Se fue de mis cabellos
ya para siempre.

-Quién eres, blanca niña.
¿De dónde vienes?

Vengo de los amores
y de las fuentes.

Esquilones de plata
llevan los bueyes.

-¿Qué llevas en la boca
que se te enciende?

-La estrella de mi amante
que vive y muere.

-¿Qué llevas en el pecho
tan fino y leve?

-La espada de mi amante
que vive y muere.

-¿Qué llevas en los ojos,
negro y solemne?

-Mi pensamiento triste
que siempre hiere.

-¿Por qué llevas un manto
negro de muerte?

-¡Ay, yo soy la viudita
triste y sin bienes,

del conde del Laurel
de los Laureles!

-¿A quién buscas aquí,
si a nadie quieres?

-Busco el cuerpo del conde
de los Laureles.

-¿Tú buscas el amor,
viudita aleve?
Tú buscas un amor
que ojalá encuentres.

-Estrellitas del cielo
son mis quereres,
¿Dónde hallaré a mi amante
que vive y muere?

-Está muerto en el agua,
niña de nieve,
cubierto de nostalgias
y de claveles.

-¡Ay!, caballero errante
de los cipreses,
una noche de luna
mi alma te ofrece.

-¡Ah Isis (1) soñadora!
Niña sin mieles,
la que en bocas de niños
su cuento vierte.
Mi corazón te ofrezco,
corazón tenue,
herido por los ojos
de las mujeres.

-Caballero galante,

con Dios te quedes.
Voy a buscar al conde
de los Laureles.

-Adiós, mi doncellita,
rosa durmiente,
tú vas para el amor
y yo a la muerte.

Esquilones de plata
llevan los bueyes.

-Mi corazón desangra
como una fuente.

Federico García Lorca
Libro de poemas, 1921


(1) Isis: diosa egipcia aquí citada porque buscó por todo Egipto el cuerpo de Osiris, su esposo, muerto.

Probablemente esperabais un poema con solecito y playa, pero no: os he buscado uno que de julio parece que sólo tiene el título, pero Federico lo escribió un día de julio de 1919 (tenía 21 años) y me parece bonito. Tiene esa vena neopopular -tan lorquiana- que recuerda a la lírica tradicional, a esos poemas en los que una voz femenina se queja de la ausencia del amado (aquí, tristemente muerto), y tiene esas notas negras con las que Federico oscurecía su poesía: las referencias a la muerte, obsesión que planeaba siempre sobre la gracia y la vitalidad del poeta. Casi dan ganas de ponerse a cantar esta triste balada.


¡Pero, dejemos las tristezas! Os deseo a todos que el sol de julio no os maltrate, que aprovechéis el tiempo libre para poner en orden o en desorden (eso va en gustos) vuestras vidas, que disfrutéis de las mañanas, las tardes y las noches de este mes que es todo ardor.


No olvidéis que agosto también tendrá su poema. Ya lo estoy buscando.


Besos para todos.


Lola Sevila

martes, 23 de junio de 2009

NOCHE DE SAN JUAN

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Dentro de un par de horas se hará la noche, y no es una noche cualquiera: es la noche de San Juan, mágica y sugerente donde las haya. En muchos lugares del mundo, desde muy antiguo, se celebra esta noche el solsticio de verano (en el hemisferio norte), aunque en realidad es el día 21. Es la celebración de la llegada de la época del sol, y se hace con fuego, con hogueras purificadoras en las que se queman trastos viejos y todo aquello de lo que queremos deshacernos.



También tenemos poesía para esta noche, ni más ni menos que de Jorge Luis Borges (1899-1986), del que os hablaremos en otra ocasión.

LA NOCHE DE SAN JUAN

El poniente impecable en esplendores
quebró a filo de espada las distancias.
Suave como un sauzal está la noche.
Rojos chisporrotean
los remolinos de las bruscas hogueras;
leña sacrificada
que se desangra en altas llamaradas,
bandera viva y ciega travesura.
La sombra es apacible como una lejanía;
hoy las calles recuerdan
que fueron campo un día.
Toda la santa noche la soledad rezando
su rosario de estrellas desparramadas

Jorge Luis Borges
Fervor de Buenos Aires (1923)



Pero, ¿qué haces ahí, colgado del blog? Si ya has leído esto, arréglate, échate a la calle, busca una hoguera y salta sobre ella, salta muchas veces, purifícate. Como los tiempos no están para deshacernos de nada, en vez de trastos viejos te propongo otro sistema para perder lastre: coge un papel y escribe en él –con buena letra—todo aquello que quieras que desaparezca de tu vida, después dobla el papel y échalo a la hoguera. No es seguro que te quites todo lo desagradable de tu vida, pero no cuesta nada intentarlo.



Yo ya tengo el mío preparado y, por si te sirve de inspiración, te lo paso:

Quiero que desaparezca de mi vida la estulticia, la prepotencia, la intransigencia, la fatuidad, la antipatía, la ruindad, la hipocresía, la insolidaridad… Y no pido más porque la avaricia rompe el saco.

Estoy segura de que todo eso desaparecerá de mi vida al menos durante los segundos en los que arda mi papel y mientras salto sobre sus cenizas. Mañana… ¡quién sabe!




Feliz noche de San Juan a todos.

Lola Sevila

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domingo, 21 de junio de 2009

POESÍA PARA EL VERANO

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Ya llega el verano, y no podía faltar nuestra poesía veraniega. Esta vez hemos elegido un bellísimo poema de Octavio Paz, el gran poeta mexicano y del mundo. Esperamos que os guste y os refresque.



NOCHE DE VERANO

Pulsas, palpas el cuerpo de la noche,
verano que te bañas en los ríos,
soplo en el que se ahogan las estrellas,
aliento de una boca,
de unos labios de tierra.
Tierra de labios, boca
donde un infierno agónico jadea,
labios en donde el cielo llueve
y el agua canta y nacen paraísos.

Se incendia el árbol de la noche
y sus astillas son estrellas,
son pupilas, son pájaros.
Fluyen ríos sonámbulos.
Lenguas de sal incandescente
contra una playa oscura.

Todo respira, vive, fluye:
la luz en su temblor,
el ojo en el espacio,
el corazón en su latido,
la noche en su infinito.

Un nacimiento oscuro, sin orillas,
nace en la noche de verano,
en tu pupila nace todo el cielo.

Octavio Paz (1914-1998)


PEQUEÑA SEMBLANZA DE UN GRAN POETA

Octavio Paz fue hombre cultísimo, curioso y viajero. Por su condición de diplomático vivió en diferentes partes del mundo, y todo aquello que conoció y vivió lo fue asimilando su poesía hasta convertirse en un versátil reflejo del devenir poético del siglo XX.

Sus primeras poesías son un crisol donde se funden el neorromanticismo de raíz posmodernista, la influencia de poetas mexicanos (concretamente del grupo Los Contemporáneos) y los hallazgos de la Generación del 27. Eran los años treinta, y no podía faltar el compromiso antifascista, que le llevó a visitar España en plena Guerra Civil y a mostrar su solidaridad con la República. De esa experiencia surgió Bajo tu clara sombra y otros poemas de España (1937).

A finales de los años treinta está en París, donde se pone en contacto con el Surrealismo. Posteriormente, ocupará un cargo de diplomático en esa esa ciudad entre 1945 y 1951, coincidiendo con el auge del Existencialismo. El Surrealismo supone para Paz la ruptura con el racionalismo y el descubrimiento de la imaginación, el amor y la libertad como únicas formas de transformar el mundo. El Existencialismo lo centra en los temas de la soledad, la incomunicación, el paso del tiempo...; expresados con un lenguaje surrealista difícil y hermético. Ambos movimientos tendrán un gran peso en su poesía de los años cincuenta (Águila o sol, Semillas para un himno, Piedra de sol, La estación violenta).

En los años sesenta, insiste en los temas existenciales, pero su poesía se va impregnando de misticismo: la experiencia poética se presenta como algo similar a la amorosa o la religiosa: poesía, amor y religión son los únicos fenómenos que permiten romper la soledad del ser humano para integrarlo en una experiencia compartida. Esta tendencia se va a ver acentuada por su estancia en la India (1962-1968), donde conoce las filosofías orientales (Ladera este). El tono pesimista va desapareciendo: la poesía se convierte en una experiencia gozosa capaz de reflejar la armonía del universo y la plenitud vital. Al mismo tiempo, su poesía se va desvinculando de las referencias reales, se hace cada vez más autónoma, para volver a los presupuestos de la Vanguardia: realiza poemas visuales en los que se mezclan difentes tipos de letras (Topoemas, Discos visuales).

Los años setenta, suponen una vuelta a la poesía que medita con hondura sobre la existencia y sobre la propia poesía. Su lenguaje se hace más sobrio, aunque sin renunciar a su capacidad para crear realidades nuevas (Pasado en claro, Vuelta, Árbol adentro).

En 1990 recibió el Premio Nobel de Literatura.

Además de ser un gran poeta, fue un notable ensayista. Creo que es digna de destacarse su obra Sor Juana Inés de la Cruz o las tampas de la fe (Ed. Fondo de Cultura Económica), un amplio estudio sobre esa interesantísima escritora mexicana (1651 ó 1648-1695) de la que ya hablamos en otro lugar de este blog.

Lola Sevila

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lunes, 1 de junio de 2009

UNA POESÍA PARA JUNIO

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NOCHES DEL MES DE JUNIO
A Luis Cernuda


Alguna vez recuerdo
ciertas noches de junio de aquel año,
casi borrosas, de mi adolescencia
(era en mil novecientos me parece
cuarenta y nueve) porque en ese mes
sentía siempre una inquietud, una angustia pequeña
lo mismo que el calor que empezaba,
nada más
que la especial sonoridad del aire
y una disposición vagamente afectiva.

Eran las noches incurables
y la calentura.
Las altas horas de estudiante solo
y el libro intempestivo
junto al balcón abierto de par en par (la calle
recién regada desaparecía
abajo, entre el follaje iluminado)
sin un alma que llevar a la boca.

Cuántas veces me acuerdo
de vosotras, lejanas
noches del mes de junio, cuántas veces
me saltaron las lágrimas, las lágrimas
por ser más que un hombre, cuánto quise
morir
o soñé con venderme al diablo,
que nunca me escuchó.
Pero también
la vida nos sujeta porque precisamente
no es como la esperábamos.

Jaime Gil de Biedma


JAIME GIL DE BIEDMA
(1929-1990)

Jaime Gil de Biedma nació en Nava de la Asunción (Segovia) en el seno de una familia burguesa que se trasladó a Barcelona. Estudió Derecho y ocupó un alto cargo en la Compañía de Tabacos de Filipinas. Pero la contradicción anidaba en él: sus simpatías con el marxismo y su homosexualidad distorsionaban la imagen del perfecto burgués que le había deparado el destino. Quizá la Literatura le salvó del abismo (o no).
Leyó y amó la poesía anglosajona, a Baudelaire, la literatura medieval y –sobre todo—al poeta Luis Cernuda. Volcó todas esas pasiones en su poesía, que se caracteriza por una vuelta a la racionalidad y un alejamiento del Surrealismo y de sus imágenes innecesarias. Es un rasgo generacional que comparte con otros poetas de los 50. La poesía se hace contemporánea y más cruda, pero no pierde ni un ápice de su sentido poético. Estamos ante la llamada “poesía de la experiencia”.

En sus obras de los años cincuenta y sesenta van a alternarse los temas “sociales” (denuncia de la hipocresía, denuncia de la miseria del sistema capitalista, la España oprimida o la discriminación de la mujer) con la poesía amorosa cargada de erotismo: Compañeros de viaje (1959), A favor de Venus (1965), Moralidades (1966), Poemas póstumos (1968).

En los años setenta sufre una crisis. Impregnado de nihilismo y desesperanza, reniega de la incapacidad del pueblo español para cambiar su historia y del conformismo que impregna todos los sectores de la sociedad (estamos en la época de la transición). En su poesía, pasa del “nosotros” al “yo” y se cuestiona su propia vida: él mismo se veía atrapado en la apatía y el conformismo burgués que tanto odiaba. Prácticamente abandonó la escritura. Falleció el 8 enero de 1990. Fue, sin duda, un gran poeta.
Lola Sevila
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jueves, 28 de mayo de 2009

COMPARTE LO QUE LEES

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MEMORIA DE LA MELANCOLÍA

María Teresa León


Memoria de la melancolía
María Teresa León
Edición, introducción y notas de Gregorio Torres Nebrera
Madrid, Castalia, 1999

Me entusiasma pensar que hay miles y miles de libros que me están esperando en alguna esquina de mi vida. Algunos no sé ni siquiera que existen, pero sí sé que el destino los pondrá en mi camino para que la Literatura me siga sorprendiendo y emocionando. De otros muchos conozco su existencia, pero, por diferentes razones, todavía no he concertado con ellos una cita, aunque estoy segura de que ésta llegará.


El libro del que os voy a hablar es de estos últimos. Sabía que María Teresa León (1903-1988) había escrito un libro de memorias, había leído ya algunos de sus cuentos y sentía (y sigo sintiendo) una gran curiosidad por esa bella mujer; no por haber sido la compañera de Rafael Alberti, sino por ella misma: fue una mujer valiente, coherente, culta e inteligente. Hace poco, desde el banco de uno de los puestos de la cuesta de Moyano, me llegó la cita con Memoria de la melancolía. Durante muchos días este libro ha acompañado mis ratos libres (pocos) y mis viajes matinales en el tren. Ha sido maravilloso poder abstraerme de mi contingencia y sumergirme en los recuerdos de María Teresa, que iban y venían trayendo a personajes y personalidades, paisajes, emociones y sensaciones, que se iban enlazando sin un orden cronológico (a veces a la manera proustiana).

La obra fue escrita en los años sesenta (probablemente se acabó en 1968) y publicada en 1970 en Losada, editorial argentina a la que tanto debemos. Por las páginas de Memoria de la melancolía pasan su infancia, la –todavía adolescente— esposa y madre, el fracaso matrimonial, el gozoso encuentro con Rafael, los amigos, la Literatura, los viajes, el compromiso político, la Guerra Civil, el exilio, la añoranza y, sobre todo, la melancolía. Todo eso en una obra que es “su mejor logro”, tal como afirma Torres Nebrera (por cierto, la introducción y las notas que él realiza son excelentes).

Si he de citar algunos pasajes que me han emocionado, me quedo con la entrañable evocación de su madre y con las páginas que hablan de la Guerra Civil, donde la lírica se trenza con la epopeya.

Me entristece pensar que toda la memoria vertida en este libro era ya una nebulosa en la mente de María Teresa cuando, en 1977, pudo –por fin—regresar a España. En el oscuro laberinto del alzheimer se fueron perdiendo todos y todo; incluso su amado Rafael se convirtió en un extraño. Menos mal que nos dejó estas páginas autobiográficas en las que quedaron cristalizados sus recuerdos, la añoranza y la melancolía.

En fin, espero que alguno de vosotros concierte una cita con esta obra en alguna esquina de su vida. Si es así, ojalá la disfrute tanto como la he disfrutado yo.

Lola Sevila

viernes, 22 de mayo de 2009

EFEMÉRIDES

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RICHARD WAGNER (1813-1883)

Richard Wagner nació un 22 de mayo en Leipzig, ciudad que entonces pertenecía al Reino de Sajonia, integrado en la Confederación del Rin. Se le conoce fundamentalmente como compositor de óperas. Él y su música han sido siempre controvertidos.

Cuentan sus biógrafos que empezó a interesarse por la música cuando tenía quince años y tras escuchar las obras de Beethoven, cuya Novena Sinfonía se convirtió en su modelo musical. A partir de entonces, decidió continuar por ese camino iniciado por Beethoven que conducía a la “redención “ de la música y, naturalmente, él sería el Mesías. Porque Wargner era un ser egocéntrico y absolutamente convencido de ser un genio. Lo malo (o lo bueno, según se mire) es que era cierto: su genio era tan grande como él presumía y su música ejerció un poderosísimo influjo en aquellos que lo siguieron. La ópera nunca volvió a ser la misma.

Sus primeras óperas fueron bastante convencionales y no obtuvieron muchos éxitos. Son obras que todavía siguen el esquema de la ópera italiana y que muestran aún la influencia del belcantismo.

Fue con Lohengrin (estrenada 1850) y con el gran ciclo Der Ring des Nibelungen (estrenado en 1978) cuando halló su propio lenguaje, cuando consiguió acoplar la poesía, la música y la imaginación en un sonido glorioso de drama olímpico que respondía a un concepto de arte total.

¿En qué consiste ese “lenguaje propio”? Bueno, esto es difícil de explicar para alguien como yo, que tiene conocimientos musicales muy limitados. Mis amigos, los músicos, hablan de una orquesta densa (mucha música y toda junta), un estilo majestuoso, una línea melódica noble, una serie de leitmotiv (voz alemana acuñada por el propio Wagner y que significa “tema musical recurrente en una composición”), el característico y original uso de la tuba…

En definitiva, una música que a nadie deja indiferente. Dicen que los aficionados a la ópera se dividen en dos grupos: los wagnerianos y los anti-wagnerianos. Desde aquí, os invito a que conozcáis su música y a que, luego, os afiliéis a uno de los dos grupos. Personalmente, tengo que confesar que no soy especialmente wagneriana, aunque tampoco lo soy anti-wagneriana. En particular, siempre me ha gustado su ópera Tristan und Isolde (estrenada en 1865), donde ya se anticipa la música posromántica, impresionista, casi atonal, con diferentes motivos que se entrelazan. Una auténtica delicia.

En fin, os invito a que sigáis conociendo a este genial compositor, para
lo que os dejo algunos enlaces interesantes:

http://imslp.org/wiki/Category:Wagner,_Wilhelm_Richard Proyecto Biblioteca Internacional de Partituras musicales.

http://www.wagnermania.com/ Como su propio nombre indica, una página para el club de wagnerianos, con abundante información sobre el compositor y sobre la representación de sus obras en España y en el Mundo.

http://www.archivowagner.info/ También una página de exhaustiva información sobre el autor y su obra.

http://associaciowagneriana.com/ Página de la Asociación Wagneriana de Barcelona (en castellano y en catalán), de larga tradición.


Os ofrezco también un vídeo con parte del III acto de la Die Walküre en la que suena la famosa “Cabalgata de las Walkirias”, una de las piezas más conocidas de Wagner. Disfrutadla.





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Lola Sevila
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domingo, 26 de abril de 2009

EFEMÉRIDES

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EN RECUERDO DE VICENTE ALEIXANDRE (1898-1984)


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El 26 de abril de 1898 nació en Sevilla el poeta Vicente Aleixandre. Perteneció a la Generación del 27, pero es, quizás, de los menos conocidos o leídos de su generación. Su poesía es difícil -siempre se mantuvo fiel a la experimentación-, es cierto, pero de una gran calidad. En 1977 se le concedió el Premio Nobel de Literatura. Todo el mundo dijo que con él se quería homenajear a todos los integrantes de la Generación del 27, como si Aleixandre en solitario no lo mereciera. Creo que le importó poco: fue un hombre siempre generoso y afable.

Recuerdo que algunos jóvenes poetas que conocí hace muchos años me contaron que lo habían visitado en su casa de Madrid; esa casa de la calle Wellingtonia 3 (hoy Vicente Aleixandre) por donde pasaron tantos poetas grandes y tantos aprendices de poeta. A pesar de su delicada salud, nunca se negó a recibir a esos jóvenes, que le hablaban con veneración y que, tímidamente, le dejaban sus poemas. Alexandre los leía y siempre les enviaba una carta en la que los animaba a continuar por el camino de la poesía, y les proporcionaba sabios consejos. Esos jóvenes poetas guardaban esa carta como una auténtica reliquia.

Durante muchos años, esa casa fue realmente "la casa de la poesía". Hoy es una casa vacía que se deteriora con el paso del tiempo (no quisiera pensar que se trata de una amarga metáfora de la poesía), mientras las diferentes administraciones siguen sin decidirse a comprarla y convertirla en un centro de estudios poéticos. ¡Qué pena!

Para que conozcáis mejor al poeta, os dejo dos vídeos con el programa que le dedicó Canal Sur 2 Andalucía.


Para recordar su poesía, aquí tenéis un poema manuscrito y trascrito.


Lola Sevila



AGUA DEL MAR

Agua del mar, ¿quién la siente?
¿quién la ha visto; quién la sabe?
¿quién descifrará la clave
de la sal clarividente?
Nunca espuma o labio ardiente.
Amarga sombra sin sueño.
Tenaz, derrotado empeño
de una sangre trasterrada,
vertida sangre estrellada
loca y triste de su dueño.






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jueves, 23 de abril de 2009

EFEMÉRIDES

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ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE
MIGUEL DE CERVANTES

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Miguel de Cervantes Saavedra nació en Alcalá de Henares en 1547 (probablemente el 29 de septiembre, día de San Miguel) y murió en Madrid el 23 de abril de 1616 (algunos autores afirman que murió el 22). Casi setenta años de una vida llena de claroscuros que para mí es casi tan interesante como su obra. Pero no quiero cansaros aquí narrando su vida; para los que estén interesados en ella, les recomiendo la obra de Jean Canavaggio Cervantes (Espasa-Calpe).

Tampoco quiero daros mucho la lata hablando de esa obra por la que es conocido en el mundo entero: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (primera parte 1605, segunda 1615). Pero no puedo evitarlo: es una de mis más íntimas pasiones públicas.


La obra fue un auténtico éxito de ventas de la época. Para el público de principios del siglo XVII, la obra era una novela cómica, un relato burlesco que hacía reír al público, y esa fue la clave de su éxito. Hoy nos faltan muchas de las referencias que la hacían tan cómica, pero la obra es mucho más.

En 1605 salen dos ediciones “legales”, pero también se publican cuatro ediciones piratas. Antes de la publicación de la segunda parte (1615) se suceden año tras año las ediciones y se traduce a diferentes lenguas: francés, alemán, inglés… A pesar de esto, muchos conocieron las hazañas de don Quijote y Sancho Panza sólo de oídas. No hay que olvidar que sólo una minoría sabía leer y podía tener acceso directo a los libros. Hay otras formas de llegar al público analfabeto, como, por ejemplo, las adaptaciones teatrales, como la que Fletcher y Shakespeare escriben en 1616 inspirada en las locuras de Cardenio (una de las historias de El Quijote) y hoy perdida. Pero también los protagonistas del libro van a aparecer de forma menos “literaria”: cabalgatas, bailes y mascaradas que se realizaban con motivo de diferentes fiestas tanto en España como en Europa.

El público esperaba una segunda parte. Parece que en 1611 Cervantes se pone manos a la obra. Tardará cuatro años en finalizarla. Pero antes de de eso, un tal Avellaneda publicó por su cuenta una segunda parte.

Cervantes publicará la suya en 1615 (para la mayoría de los críticos, es superior a la primera) y en ella va a ajustar cuentas con Avellaneda, estableciendo un juego entre la realidad y la ficción que es uno de los mejores hallazgos del autor. A partir de este momento, ambas partes se funden formando un todo que continúa hoy siendo un best-seller.

A lo largo de estos siglos muchos escritores han reconocido el magisterio de Cervantes, y la obra ha seguido encantando a millones de lectores en todos los idiomas (es la obra más traducida después de la Biblia). Por citar un ejemplo, Freud, el creador del Psicoanálisis, aprendió español sólo para poder leer el Quijote en la lengua en la que había sido escrito.

Os contaría muchas más cosas, pero éstas ya me parecen excesivas. Leedla, atreveos, enamoraos de esa obra que va más allá de lo que cuenta, que cada siglo se enriquece más y más. Compartid conmigo esta pasión.

LOLA SEVILA

Os regalo este fragmento, muy citado –es cierto-, pero muy sabroso.

[...]" Pero, porque sé que una de las partes de la prudencia es que lo que se puede hacer por bien no se haga por mal, quiero rogar a estos señores guardianes y comisario sean servidos de desataros y dejaros ir en paz, que no faltarán otros que sirvan al rey en mejores ocasiones; porque me parece duro caso hacer esclavos a los que Dios y naturaleza hizo libres. Cuanto más, señores guardas -añadió don Quijote-, que estos pobres no han cometido nada contra vosotros. Allá se lo haya cada uno con su pecado; Dios hay en el cielo, que no se descuida de castigar al malo ni de premiar al bueno, y no es bien que los hombres honrados sean verdugos de los otros hombres, no yéndoles nada en ello. Pido esto con esta mansedumbre y sosiego, porque tenga, si lo cumplís, algo que agradeceros; y, cuando de grado no lo hagáis, esta lanza y esta espada, con el valor de mi brazo, harán que lo hagáis por fuerza".

Miguel de Cervantes
Don Quijote de la Mancha
Cap. XXII

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Las imágenes han sido enviadas por

SERGIO IGLESIAS ROMERO
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domingo, 19 de abril de 2009

NUESTROS LIBROS

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A la hora de elegir un libro voy a ser poco original: me quedo con El Quijote. Pero, qué os voy a contar yo de esa obra. Todos la conocen, todos saben, más o menos, de qué va, algunos -incluso- se la han leído...

Prefiero contaros cómo llegué yo a El Quijote (o cómo llegó él a mí). Los caminos de la Literatura son inescrutables.


MI PRIMER QUIJOTE

Esta es la historia de una niña cursi y de provincias que, hace mucho tiempo, jugaba con muñecas recortables (que los más jóvenes pregunten a sus madres o sus abuelas para no perderse), y atesoraba una buena cantidad de ellas. La niña quería llevárselas al colegio para jugar en el recreo, pero eran demasiado frágiles, y corría el riesgo de que se mezclaran sus trajecitos, que eran personales e intransferibles; así que pidió consejo a su ingeniosa madre, y ésta sacó un viejo libro de sus años escolares: un Quijote adaptado para niños. Claro, que a la niña le importaba poco el contenido y sólo apreció lo práctico del continente. Entre las páginas amarillentas colocó, por riguroso orden de preferencia, a sus Luisitas y Mari Pilis (antes las muñecas y las niñas se llamaban así) seguidas de sus magníficas prendas a la última moda.


Un día, buscando probablemente el conjuntito de los domingos o el traje de chaqueta de alguna de aquellas cuellicortas de papel, sus ojos fueron a dar con uno de los pocos dibujos que tenía el libro: un extraño caballero frente a unos molinos de viento, y la curiosidad le hizo ir al texto. Comenzó por aquel “En un lugar de la Mancha…” y, poco a poco, apartando los vestiditos, se fue bebiendo aquel libro; a veces muerta de risa por las locuras que hacía ese señor tan raro, a veces triste por los golpes que se llevaba y las burlas que de él hacían los demás.

Con el tiempo vinieron otros Quijotes, en versión original e íntegra, pero todavía hoy, cuando lo lee y lo relee, espera que al volver la página aparezca el trajecito de paseo o el conjunto de tenis de alguna de aquellas Luisitas o Mari Pilis que hicieron las delicias de una niña cursi y de provincias, hace mucho tiempo.
Lola Sevila
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sábado, 28 de marzo de 2009

EFEMÉRIDES

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ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE MIGUEL HERNÁNDEZ


Tal día como hoy, en 1942, fallecía Miguel Hernández en la enfermería del Reformatorio de Adultos de Alicante, donde cumplía condena de cadena perpetua por haber luchado, con las armas y con su poesía, en defensa de la República. Ocurrió justo a las 5:32, a la misma hora en la que va a aparecer este pequeño homenaje.



EL TRICICLO DEL HIJO DE MIGUEL HERNÁNDEZ


Veréis, cuando yo era pequeña escuché una conversación en la que mi madre le contaba a otra persona (no recuerdo a quién) que, cuando vivía en Elche, bajó a la calle el triciclo que ya no servía a mis hermanos para que se lo llevara el basurero. Se entretuvo hablando con una vecina, y vio a una mujer de luto que cogía el triciclo y se lo llevaba. La vecina le comentó que aquella mujer era la esposa del poeta que había muerto en la cárcel. Mi memoria guardó esa información en ese lugar oscuro donde van a parar muchas cosas que escuchamos y que vemos, pero que no podemos entender, esperando su momento para salir e incorporarse a nuestras experiencias vitales.

Muchos años más tarde, cuando yo era una adolescente, leí una biografía de Miguel Hernández en la que se contaba que Josefina Manresa, la mujer del poeta, tras la muerte de éste, abandonó Orihuela con su pequeño hijo y se fue a vivir a Elche, donde pasó muchas privaciones y fatigas. Inmediatamente saltó (lo digo literalmente) a la luz aquella conversación que había escuchado de pequeña. Busqué a mi madre para que confirmara mi recuerdo y mis sospechas. Efectivamente, aquella mujer de negro que recogió el triciclo desechado de mis hermanos era la mujer de Miguel Hernández. Me invadió una profunda emoción y también un absurdo orgullo, como si entre la familia de Miguel Hernández y la mía se hubiera establecido un fuerte vínculo: teníamos en común un triciclo. Esta es la razón por la que, cada vez que oigo o leo “Las nanas de la cebolla”, mi imaginación (esa insurrecta) pone sonidos e imágenes de fondo: el ruido de un triciclo que avanza impelido por el entusiasmado pedaleo infantil, cada vez más deprisa, más deprisa… Avanza por un pasillo largo, iluminado por una ventana que deja entrar esa luz mediterránea que me es tan familiar. Ríe y avanza, avanza sobre un suelo ajedrezado; avanza hacia una puerta que hay en el fondo…

¡Un momento! Algo no concuerda. Estoy escribiendo esto, que es absolutamente cierto, pero algo no encaja. Miguel Hernández murió en 1942, cuando su hijo tenía 3 años; es decir, Manuel Miguel (que así se llamaba) nació en 1939, el año en que acabó la Guerra Civil. Mis hermanos nacieron en el 1950 y el 1952… Cuando dejaron de usar el triciclo debía de ser, por lo menos, el año 1957, y para entonces Manuel era ya un mozo. Nunca pudo pedalear en el triciclo de mis hermanos, y mi madre ya no está aquí para aclararlo. Quizá se apropió de una anécdota que no era suya; quizá, cuando le pedí que confirmara mi recuerdo, estaba ocupada haciendo algo y me contestó afirmativamente sin haber escuchado realmente mi pregunta; quizá… ¡Qué más da ahora!

Vuelvo a leer “Las nanas de la cebolla” con algo de expectación y miedo:

La cebolla es escarcha
cerrada y pobre:
escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla:
hielo negro y escarcha
grande y redonda.

En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.

Una mujer morena,
resuelta en luna,
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te tragas la luna
cuando es preciso.

Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en los ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que en el alma al oírte,
bata el espacio.

Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.

Es tu risa la espada
más victoriosa.
Vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.

La carne aleteante,
súbito el párpado,
el vivir como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!

Desperté de ser niño.
Nunca despiertes.
Triste llevo la boca.
Ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.

Ser de vuelo tal alto,
tan extendido,
que tu carne parece
cielo cernido.
¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!

Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas
ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines
adolescentes.

Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.

Vuela niño en la doble
Luna del pecho.
Él, triste de cebolla.
Tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
Ni lo que ocurre.


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Mi imaginación (esa insurrecta) todavía no ha encajado el golpe. Sigue poniendo imágenes y banda sonora a este poema: un triciclo que avanza impelido por el entusiasmado pedaleo infantil, cada vez más deprisa, más deprisa… Avanza por un pasillo largo, iluminado por una ventana que deja entrar esa luz mediterránea que me es tan familiar. Ríe y avanza, avanza sobre un suelo ajedrezado; avanza hacia una puerta que hay en el fondo; entra en la cocina, donde una mujer (morena, resuelta en luna) pela cebollas y llora.

Lola Sevila

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martes, 17 de febrero de 2009

ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DE BÉCQUER


Monumento a Bécquer en Sevilla

Tal día como hoy, en 1836 nacía en Sevilla Gustavo Adolfo Domínguez Bastida, más conocido como Gustavo Adolfo Bécquer (tomó el segundo apellido de su padre). ¿Quién no ha leído o escuchado alguna vez aquello de “Volverán las oscuras golondrinas…”? Todos saben que fue un poeta, y algunos lo relacionan con la cursilería romántica. ¡Que equivocados están!

Es cierto que fue un poeta romántico, pero en un tiempo en el que no existía el Romanticismo. Cuando Bécquer escribía, ya imperaba en el mundo literario un nuevo movimiento: el Realismo, del que nunca se contaminó. Gustavo Adolfo se mantuvo fiel a los planteamientos estéticos del Romanticismo, pero abandonó su tono grandilocuente y sus excesos. Lo que quedó fue una poesía intimista, musical, cargada de simbolismo y, a veces, con un innegable tono popular. Y esa poesía va a convertirse en el punto de arranque de la renovación poética española. Para los poetas posteriores será una siempre una referencia.

Los modernistas admirarán su ritmo y su carga simbólica; para Juan Ramón Jiménez, será un antecedente en su búsqueda de la esencialidad poética; para Machado fue un maestro de simbólica hondura; la Generación del 27 lo admiró, hasta el punto de que uno de sus miembros, Luis Cernuda, tituló una de sus obras con un verso de Bécquer: Donde habite el olvido.

Permitidme ahora que me ponga un poco sentimental y que aproveche este homenaje al poeta para recordar a otra persona, a una adolescente que en la posguerra pasaba hambre, hambre física y de versos. Un bombardeo había destruido su casa y sus enseres, pero no su amor por la poesía (romántica, a ser posible). Cuando conseguía que le prestaran un libro de poesía, aprovechaba para copiar sus versos favoritos con esa buena letra que tenían las señoritas de provincias.

El 16 de abril de 1943 era Viernes de Dolores, su santo, y sus primas le regalaron las Rimas de Bécquer. Ella se las aprendió todas. Muchos años después, le recitaba a su hija esos versos; y, cuando su hija fue adolescente, le regaló el pequeño librito de las Rimas. Su hija también se las aprendió.

Pasaron los años y la hija de la joven hambrienta de versos también tuvo una hija, y también le recitó los versos de Bécquer, y le regaló el librito cuando fue adolescente. Mi hija también se ha aprendido las Rimas.
Y ya no hay hada más que contar. Esto es sólo un pequeño y emocionado recuerdo para mi madre.




Lola Sevila

viernes, 13 de febrero de 2009

EL13 DE FEBRERO DE 1837 MURIÓ MARIANO JOSÉ DE LARRA

Siempre me sorprendo cuando paso por delante del monumento a Larra que hay frente al Palacio Real de Madrid: en el pedestal que soporta su busto, están grabados los años de su nacimiento y su muerte: 1809, 1837. ¡Sólo tenía 28 años! Bueno, 27 porque le faltaban algo más de cinco semanas para cumplirlos. En tan corto espacio de tiempo, Mariano José de Larra había fundado varias publicaciones, había escrito una obra de teatro, una novela histórica y algunas poesías, así como unos doscientos artículos; había viajado por Europa, y en París conoció a Victor Hugo y a Alexandre Dumas; se había casado (“pronto y mal”), había tenido tres hijos y se había separado de su mujer; se había enamorado apasionadamente de una mujer casada; era el periodista más prestigioso de la época, admirado y –muchas veces—temido… ¿Cómo cabe tanto en 27 años? Siempre me produce estupor y algo de vergüenza propia.

Este año se cumple el segundo centenario de su nacimiento, y justo hoy, 13 de febrero, hace 172 años que se quitó la vida. Sirvan estas líneas para recordar su muerte y su vida.
Su padre, Mariano de Larra y Langelot, fue médico militar al servicio de José I Bonaparte, y durante la Guerra de la Independencia abandonó España con su familia para residir en Francia. En 1818 volvió la familia Larra (Mariano José tiene 9 años). La influencia paterna y la estancia en Francia harán de Larra un afrancesado –vehemente, eso sí, como buen romántico.

Tras residir en diferentes ciudades, en 1825 se instala en Madrid, donde se pone en contacto con un grupo de jóvenes literatos e intelectuales (Ventura de la Vega, Bretón de los Herreros…) con los que se reúne en un café de la calle del Príncipe en una tertulia a la que denominan “El Parnasillo”.


Larra va a dedicarse fundamentalmente al periodismo satírico: con sólo 19 años funda El duende satírico del día, un folleto mensual dedicado a la crítica de la sociedad de su tiempo, creado a imitación de publicaciones inglesas del mismo tipo. Firmará con el seudónimo “El duende”, uno de los muchos que usó: Juan Pérez de Murguía, o –el más conocido- Fígaro. Colaboró en varias publicaciones: El pobrecito hablador, Revista Española, El Correo de las Damas, El Observador, El Mensajero, El Español, El Mundo, El Redactor General

Sus artículos se clasifican en: artículos de costumbres, literarios y políticos. En todos destaca su afán reformador y su deseo de que España progrese y se modernice.
Sus artículos de costumbres –quizá los más conocidos-- son una crítica al atraso de España, las costumbres zafias y groseras del pueblo y de los burgueses, la pereza, la falta de educación, la incultura, la hipocresía, la vanidad… (¡Dios, qué diría si nos viera hoy!).

Sus deseos reformadores van derivando cada vez más hacia el desaliento. Intenta participar en la política nacional, y se presenta como diputado por el partido conservador. Sale elegido, pero el Motín de la Granja (12 de agosto de 1836) provoca un cambio político que no le permite tomar posesión.

Al desengaño político y la disconformidad con la sociedad española en general se une la ruptura –una de tantas—con su amante, Dolores Armijo. De esta época son sus artículos más pesimistas: El Día de Difuntos de 1836, Horas de invierno, La Nochebuena de 1836 y Exequias del Conde de Campo Alarge.

Basta este fragmento de El Día de Difuntos de 1836 para captar su pesimismo y su profunda depresión:

“Dirigíanse las gentes por las calles en gran número y larga procesión, serpenteando de unas a otras como largas culebras de infinitos colores: ¡al cementerio, al cementerio! ¡Y para eso salían de las puertas de Madrid!

Vamos claros, dije yo para mí, ¿dónde está el cementerio? ¿Fuera o dentro? Un vértigo espantoso se apoderó de mí, y comencé a ver claro. El cementerio está dentro de Madrid. Madrid es el cementerio. Pero vasto cementerio donde cada casa es el nicho de una familia, cada calle el sepulcro de un acontecimiento, cada corazón la urna cineraria de una esperanza o de un deseo.
Entonces, y en tanto que los que creen vivir acudían a la mansión que presumen de los muertos, yo comencé a pasear con toda la devoción y recogimiento de que soy capaz las calles del grande osario.

-¡Necios! –decía a los transeúntes-. ¿Os movéis para ver muertos? ¿No tenéis espejos por ventura? ¿Ha acabado también Gómez con el azogue de Madrid? ¡Miraos, insensatos, a vosotros mismos, y en vuestra frente veréis vuestro propio epitafio! ¿Vais a ver a vuestros padres y a vuestros abuelos, cuando vosotros sois los muertos? Ellos viven, porque ellos tienen paz; ellos tienen libertad, la única posible sobre la tierra, la que da la muerte […]”





La tarde del 13 de febrero de 1837, día de Carnaval, Dolores Armijo, con su cuñada, se presentó en el número tres de la calle Santa Clara, donde vivía Larra. Iba a comunicarle a su amante que la ruptura –ahora sí—iba a ser definitiva: ella se marchaba para siempre, viajaba a Filipinas para reunirse con su marido. La entrevista fue tensa, llena de reproches y de súplicas, pero Dolores estaba decidida. Aquello era era el final. Había caído la noche sobre Madrid y sobre el corazón de Larra.

Las dos mujeres salieron de la casa, bajaron las escaleras en penumbra, y el silencio se llenó del ruido de sus pasos, del frufrú de las telas de sus vestidos, y quizá de algún sollozo de Dolores. Al llegar al portal, su cuñada abrió la puerta con energía y se retiró para dejarla pasar. Un frío intenso golpeó su cara, sobre todo los ojos, todavía húmedos. Justo cuando atravesaba el umbral, se oyó un disparo que venía de arriba. Dolores lanzó un grito que se convirtió en gemido. No hay vuelta atrás. Por una calle cercana se escuchaba la algarabía de unas máscaras. Las dos mujeres aceleraron sus pasos y desaparecieron en la oscuridad. ¿Podré vivir con el remordimiento?

Bueno, quizá no fue así, pero yo así lo recuerdo, con la claridad que tienen los recuerdos de lo que nunca se ha vivido.

Cuentan que, poco tiempo después, Dolores embarcó hacia Filipinas y que su barco naufragó en el Cabo de Buena Esperanza. A lo mejor tampoco esto es verdad, pero, a veces, la vida se parece mucho a la literatura.

El cuerpo de Larra se veló en la cripta de la cercana iglesia de Santiago, y el día 15 se celebró un entierro multitudinario en el que un joven poeta de Valladolid llamado José Zorrilla leyó un sentido poema (ripiosillo, en su estilo) que le sirvió para darse a conocer. Si este poema se escuchó entonces, que se escuche también hoy para recordar la muerte de Mariano José de Larra. Descanse en paz.

LOLA SEVILA

Poema A La Memoria Desgraciada Del Joven Literato D. Mariano José De Larra de Jose Zorrilla

Ese vago clamor que rasga el viento
es la voz funeral de una campana;
vano remedo del postrer lamento
de un cadáver sombrío y macilento
que en sucio polvo dormirá mañana.

Acabó su misión sobre la tierra,
y dejó su existencia carcomida,
como una virgen al placer perdida
cuelga el profano velo en el altar.
Miró en el tiempo el porvenir vacío,
vacío ya de ensueños y de gloria,
y se entregó a ese sueño sin memoria,
¡que nos lleva a otro mundo a despertar!

Era una flor que marchitó el estío,
era una fuente que agotó el verano:
ya no se siente su murmullo vano,
ya está quemado el tallo de la flor.
Todavía su aroma se percibe,
y ese verde color de la llanura,
ese manto de yerba y de frescura
hijos son del arroyo creador.

Que el poeta, en su misión
sobre la tierra que habita,
es una planta maldita
con frutos de bendición.

Duerme en paz en la tumba solitaria
donde no llegue a tu cegado oído
más que la triste y funeral plegaria
que otro poeta cantará por ti.
Ésta será una ofrenda de cariño
más grata, sí, que la oración de un hombre,
pura como la lágrima de un niño,
¡memoria del poeta que perdí!

Si existe un remoto cielo
de los poetas mansión,
y sólo le queda al suelo
ese retrato de hielo,
fetidez y corrupción;
¡digno presente por cierto
se deja a la amarga vida!
¡Abandonar un desierto
y darle a la despedida
la fea prenda de un muerto!

*
Poeta, si en el no ser
hay un recuerdo de ayer,
una vida como aquí
detrás de ese firmamento…
conságrame un pensamiento
como el que tengo de ti.


José Zorrilla