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sábado, 3 de noviembre de 2012

viernes, 2 de noviembre de 2012

LOS MESES DEL AÑO EN EL CINE (XI): NOVIEMBRE



Empecemos con la española.
Noviembre (2003) España
Bajo la apariencia de un falso documental se cuenta la historia de un tipo y un grupo de actores-una especie de provocadores a lo 15 M-

que acaban destruyéndose a sí mismos. El punto de partida es interesante; tal vez flaquea y pierde el rumbo al final.



Noviembre Dulce. Dulzona, dulzona. (2001) Es una pastelada. Al final te acaban cayendo bien los personajes; aconsejable para llorar con el chico que te gusta y luego te acabe dando mimos; el chico, no Keanu Reeves. Los demás, mejor, vemos otra...





Halloween ha sido el centro de muchas miradas en el cine.
Quizá la más inquietante, a pesar de una película animada, es la de
Tim Burton.
Pesadilla antes de Navidad. Este Halloween sí da miedo.




Pronto llegará diciembre y el año se acabará.
Hasta la próxima.

martes, 1 de noviembre de 2011

POESÍA PARA NOVIEMBRE

Ningún poema le viene mejor a este día que la rima LXXIII de Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870). Nos ponemos tristes, sombríos y meditabundos.

Rima LXXIII

Cerraron sus ojos
que aún tenía abiertos;
taparon su cara

con un blanco lienzo;
y unos sollozando,
otros en silencio,
de la triste alcoba

todos se salieron.

La luz, que en un vaso
ardía en el suelo,
al muro arrojaba

la sombra del lecho,
y entre aquella sombra
veíase a intervalos
dibujarse rígida
la forma del cuerpo.

Despertaba el día

y a su albor primero,
con sus mil ruidos
despertaba el pueblo.
Ante aquel contraste

de vida y misterios,
de luz y tinieblas,
yo pensé un momento:
¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!


De la casa, en hombros,
lleváronla al templo,
y en una capilla
dejaron el féretro.

Allí rodearon
sus pálidos restos

de amarillas velas
y de paños negros.

Al dar de las Ánimas

el toque postrero,
acabó una vieja
sus últimos rezos;
cruzó la ancha nave,

las puertas gimieron
y el santo recinto

quedóse desierto.

De un reloj se oía

compasado el péndulo,
y de algunos cirios
el chisporroteo.

Tan medroso y triste,
tan oscuro y yerto
todo se encontraba....
que pensé un momento:
¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!


De la alta campana
la lengua de hierro,

le dio volteando
su adiós lastimero.
El luto en las ropas,

amigos y deudos
cruzaron en fila,
formando cortejo.
Del último asilo,
oscuro y estrecho,
abrió la piqueta

el nicho a un extremo.
Allí la acostaron,
tapiáronle luego,
y con un saludo
despidióse el duelo.

La piqueta al hombro,
el sepulturero
cantando entre dientes
se perdió a lo lejos.
La noche se entraba,
el sol se había puesto;

perdido en las sombras,
medité un momento:
¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!


En las largas noches
del helado invierno,
cuando las maderas
crujir hace el viento
y azota los vidrios
el fuerte aguacero,

de la pobre niña
a veces me acuerdo.


Allí cae la lluvia
con un son eterno,
allí la combate
el soplo del cierzo.
Del húmedo muro
tendida en el hueco,
¡acaso de frío

se hielan sus huesos!...

¿Vuelve el polvo al polvo?

¿Vuela el alma al cielo?
¿Todo es sin espíritu
podredumbre y cieno?
¡No sé; pero hay algo

que explicar no puedo,
algo que repugna,
aunque es fuerza hacerlo,
a dejar tan tristes,
tan solos, los muertos!


Gustavo Adolfo Bécquer



Las imágenes son obras del pintor romántico alemán Caspar David Friedrich (1774-1840).

jueves, 4 de noviembre de 2010

UN POEMA PARA NOVIEMBRE

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Tradicionalmente, nuestro poema dedicado al mes suele aparecer el día uno del mismo, pero a veces es difícil encontrar un hueco en este blog. Aunque con un poco de retraso, aquí tenéis nuestro regalo poético para noviembre.


De nuevo llega el mes de las avellanas y el silencio.
Otra vez se alargan las sombras de las torres, la plenitud azul del huerto familiar.
Y en la noche se escucha el grito desolado de las frutas silvestres.
Sé muy bien que éste es el mes de la desesperanza.
Sé muy bien que, tras los mimbres lánguidos del río, acecha un animal de nieve.
Pero era en este mes cuando buscábamos orégano y genciana, flores moradas para aliviar las piernas abrasadas de las madres.
Y recibo el recuerdo como una lenta lluvia de avellanas y silencio.

Julio Llamazares

Julio Llamazares (1955) nació en el pueblo leonés de Vegamián; pero hoy ese pueblo no existe: la construcción del embalse del Porma lo sumergió bajo las aguas poco después de su nacimiento. El sentimiento de los suyos al perder la tierra en la que estaban enraizados planea en toda su obra y le inspiró la novela La lluvia amarilla (1988). No fue la primera, antes había publicado Luna de lobos (1985). Ambas fueron muy bien recibidas por la crítica.
Pero Llamazares no era un desconocido en el campo de la literatura. A finales de los años setenta y principios de los ochenta fue un joven y prometedor poeta, como demuestran sus dos libros de poemas: La lentitud de los bueyes (1979) y Memoria de la nieve (1982). Se trata de una poesía cargada de nostálgico y melancólico ruralismo.
Hombre inquieto, abandonó su vena poética: publicó y publica novelas, ensayos, libros de viajes, guiones cinematográficos..., y se dedica al periodismo.
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