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miércoles, 13 de julio de 2011

POESÍA DE GÓNGORA / 2


Hoy toca un poema culterano, y hemos elegido el soneto que dedica Góngora a la muerte del pintor el Greco. Ambos, aunque no lo creáis, tienen puntos en común.


Es poesía complicada, llena de hipérbatos, metonimias, personificaciones, hipérboles, referencias a la mitología... Nadie dijo que fuera fácil.

INSCRIPCIÓN PARA EL SEPULCRO
DE DOMÍNICO GRECO


Esta en forma elegante, oh peregrino,

de pórfiro luciente dura llave

el pincel niega al mundo más süave,

que dio espíritu a leño, vida a lino.


Su nombre, aun de mayor aliento dino
que en los clarines de la Fama cabe,

el campo ilustra de ese mármol grave.

Venéralo y prosigue tu camino.


Yace el Griego: heredó Naturaleza
arte y el Arte estudio, Iris colores,

Febo luces, si no sombras Morfeo.


Tanta urna, a pesar de su dureza,
lágrimas beba y cuantos suda olores

corteza funeral de árbol sabeo.


martes, 12 de julio de 2011

POESÍA DE GÓNGORA / 1


Lo prometido es deuda, y aqué tenéis un poema de Luis de Góngora. Es un romancillo que pertenece a su vena popular, y es especialmente interesante porque describe cómo era un día de fiesta para unos niños cordobeses de finales del siglo XVI. Quizá hay algo de autobiográfico.

Hermana Marica,
Mañana, que es fiesta,
No irás tú a la amiga

Ni yo iré a la escuela.

Pondraste el corpiño
Y la saya buena,
Cabezón labrado,

Toca y albanega;

Y a mí me podrán
Mi camisa nueva,
Sayo de palmilla,

Media de estameña;

Y si hace bueno
Trairé la montera
Que me dio la Pascua
Mi señora abuela,

Y el estadal rojo
Con lo que le cuelga,
Que trajo el vecino
Cuando fue a la feria.

Iremos a misa,
Veremos la iglesia,
Darános un cuarto
Mi tía la ollera.

Compraremos dél
(Que nadie lo sepa)
Chochos y garbanzos
Para la merienda;

Y en la tardecica,
En nuestra plazuela,
Jugaré yo al toro
Y tú a las muñecas

Con las dos hermanas,
Juana y Madalena,

Y las dos primillas,
Marica y la tuerta;

Y si quiere madre
Dar las castañetas,
Podrás tanto dello
Bailar en la puerta;

Y al son del adufe
Cantará Andrehuela:
No me aprovecharon,
madre, las hierbas.

Y yo de papel
Haré una librea
Teñida con moras
Porque bien parezca,

Y una caperuza
Con muchas almenas;
Pondré por penacho
Las dos plumas negras

Del rabo del gallo,
Que acullá en la huerta
Anaranjeamos
Las Carnestolendas;

Y en la caña larga
Pondré una bandera
Con dos borlas blancas
En sus tranzaderas;

Y en mi caballito
Pondré una cabeza
De guadamecí,
Dos hilos por riendas;

Y entraré en la calle
Haciendo corvetas,

Yo y otros del barrio,
Que son más de treinta;

Jugaremos cañas
Junto a la plazuela,
Porque Barbolilla

Salga acá y nos vea;

Bárbola, la hija
De la panadera,
La que suele darme
Tortas con manteca,

Porque algunas veces
Hacemos yo y ella
Las bellaquerías
Detrás de la puerta.

Góngora, 1580


lunes, 11 de julio de 2011

450 ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DE LUIS DE GÓNGORA



DON LUIS DE GÓNGORA Y ARGOTE nació el 11 de julio de 1561; es decir, si hubiera sido inmortal hoy hubiera cumplido 450 años, fecha redonda que aprovechamos para recordarlo, porque es posible que no lleguemos al quinto centenario.

Don Luis es ese señor vestido de negro y de gesto adusto que nos mira desde las páginas de los libros de Lengua Castellana y Literatura (sobre todo en los de 3º de la ESO y en los de 1º de Bachillerato). Los alumnos más espabilados recordarán que forma parte del Siglo de Oro de la Literatura española; alguno afinará más y dirá que era un gran poeta y puede que lo relacione con una corriente poética que se llamaba culteranismo; quizá alguien recuerde que fue muy admirado por la Generación del 27. No creo que lleguen más allá. Tampoco llegarán los adultos, a no ser que sean profesores de Literatura. Así que vamos a intentar acercaros a este literato, que era todo un personaje.

Nació, como ya hemos dicho, en pleno mes de julio y en Córdoba, por lo que hemos de suponer que su primera sensación del mundo fue un calor sofocante. Nació en el seno de una familia de hidalgos, aunque su enemigo poético Quevedo siempre quiso ver un su nariz algo de juadizante. Su madre, Leonor de Góngora, pertenecía a una rica familia cordobesa; su padre, Francisco de Argote, había estudiado Leyes en Salamanca, era Consultor y Juez de bienes confiscados del Santo Oficio, y un erudito; y su tío, Francisco de Góngora era racionero de la catedral. La casa de los Góngora contenía una importante biblioteca y era centro de reunión de los intelectuales de la Córdoba de la época.

Desde muy pronto se decidió que él, el primogénito, heredaría las rentas eclesiásticas de tío Francisco, mientras que su hermano Juan se haría cargo de las rentas civiles de la familia. Pero Luisillo crecía y corría despreocupado por las calles de Córdoba y probablemente, como cuenta en su famoso romancillo, se hacía un disfraz de militar y un caballo de juguete para entrar en la plaza haciendo corbetas, y jugaba a las cañas con sus amigos, mientras su hermanilla cantaba y bailaba con otras niñas.

En fin, abreviemos, que esto se alarga. Con 14 años toma las órdenes menores para poder acceder a las rentas eclesiásticas del tío. Es decir, pasa a trabajar para la Iglesia a cambió de un sueldo. Ese dinero le permite marcharse a Salamanca a estudiar (1576), y lo hace como un señor: en una casa alquilada, con ama y criados. Pero estudiar, estudió poco. Dejó la Facultad de Cánones cinco años después y sólo había conseguido el título de Bachiller (que no era poco en la época).

De vuelta a Córdoba, sigue dándose la buena vida y se ordena diácono para poder ejercer como racionero de la catedral. Viaja mucho con encargos del episcopado, y llegará a la corte, que despreciará con ese orgullo que sólo puede tener un cordobés, aunque él terminará cayendo en la trampa de la vida mundana y cortesana. El desprecio de la corte quedó sólo como tópico literario.

Su vida está vinculada a la Iglesia, pero él no es precisamente un modelo de perfección: 1988 se le pone una multa por: ir poco al coro, hablar durante el oficio, murmurar sobre las vidas ajenas, ir a los toros, tratar con comediantes y escribir coplas. Además, le gustaba el juego y tenía mal perder.

De todas formas, fue escalando puestos eclesiásticos, siguió viajando a cuenta del cabildo y aprovechó para estrechar lazos con los poderosos y buscar hombres influyentes que lo protegieran, aunque en eso tuvo poca vista. Sus protectores o cayeron en desgracia en el aprecio real o murieron en circunstancias que podríamos llamar “violentas”: Don Rodrigo Calderón, el conde de Villamediana y el conde de Lemos.

En 1618 se ordena sacerdote como medio para conseguir que lo nombren capellán real. Pero su vida es poco “sacerdotal”: va a fiestas, a los toros, al teatro… y juega y pierde y contrae deudas y los acreedores lo acosan. Es en esta época cuando lo pinta Velázquez por encargo de su suegro (el de Velázquez), el también pintor Pacheco. La boca apretada, gesto adusto y amargado, mirada penetrante e inteligente y una altivez que raya en la impertinencia. Se sabe un gran poeta, pero no se vive de la poesía.

Su situación económica es cada vez peor. Cuentan que hacia 1624 no salía de casa porque su ropa estaba demasiado vieja y gastada. ¡Ay, estos hidalgos pobres y orgullosos! Además fue desalojado de su casa por deudas, y dicen que fue su enemigo Quevedo quien compró la vivienda.

En 1626 le dio un ataque cerebral. Pobre y enfermo, decide regresar a su querida Córdoba. Ha perdido la memoria. Es posible que en su cabeza llena de neblina sonaran las canciones que cantaban unas niñas en la plazuela, mezcladas con los gritos y las risas de unos chicos jugando cañas…

Murió el domingo 23 de mayo de 1627 y fue enterrado en la capilla de San Bartolomé de la Catedral de Córdoba.

En su obra podemos encontrar una vertiente de raíz popular: romances, romancillos y otras composiciones; y esa poesía culterana que le ha dado fama. Fue muy apreciado en el siglo XVII y rechazado en el XVIII, siglo de luces y claridades donde encajaba mal la poesía compleja de Góngora. Tenemos que esperar hasta 1927, cuando se celebra el tercer centenario de su muerte, para que se vuelva a hablar del poeta cordobés con admiración. Los encargados de resucitarlo fueron un grupo de poetas universitarios, jóvenes, con ganas de renovar la poesía, que interpretaron la poesía gongorina como “pura vanguardia”: poesía elitista, deshumanizada, autónoma y con unas hermosas y elaboradas metáforas que se alejaban de la realidad y se acercaban a la imagen de vanguardia. Se reunieron en el Casino de Sevilla para hacerle un homenaje. De esa fecha deriva el nombre de Generación del 27.

Miembros de la Generación del 27 en el homehaje a

Góngora en 1927 en el Casino de Sevilla

En los próximos días, vais a poder disfrutar de algunos poemas de Góngora. ¡Qué suerte tenéis!

martes, 2 de febrero de 2010

Respuesta al Enigma-7


La famosa película West Side Story, que recibió hasta diez oscars de once nominaciones, está basada en la maravillosa historia de amor de Romeo y Julieta.






Había sido, en parte, una adaptación cinematográfica de ese amor incomprendido y de terrible final que había hecho famoso el dramaturgo inglés William Shakespeare en su tragedia Romeo y Julieta.








Pero él, a su vez, se había inspirado en la historia mítica grecorromana de Píramo y Tisbe que el poeta latino Publio Ovidio Nason había recogido en su obra Metamorfosis:

(...)

sed postquam remorata suos cognovit amores,

percutit indignos claro plangore lacertos

et laniata comas amplexaque corpus amatum

vulnera supplevit lacrimis fletumque cruori

miscuit et gelidis in vultibus oscula figens

"Pyrame," clamavit "quis te mihi casus ademit?

Pyrame,responde!(...)


(...)mas una vez que, poco después, reconoció a su amor, se maltrata con sonoros golpes los brazos que no lo merecían, se arranca los cabellos y, abrazando el cuerpo amado, inundó de lágrimas sus heridas y mezcló su llanto con la sangre; y estampando sus besos en el rostro helado gritó: "Píramo, ¿qué desventura me ha dejado sin ti? Píramo, respóndeme (...)




No podemos olvidar tampoco a nuestro Góngora quien compuso un romance sobre este trágico amor del que ponemos ahora un pequeño fragmento:


(MG-96; 38-44)

...

Pues Amor es tan cruel,

que de Píramo y su amada

hace tálamo una espada,

do se juntan ella y él,

sea mi Tisbe un pastel,

y la espada sea mi diente,

y ríase la gente.


Y os cuento la historia:

Píramo y Tisbe eran don jóvenes que vivían en Babilonia en casas contiguas. Crecieron juntos y aprendieron a amarse hasta el punto que deseaban casarse pese a la oposición de los padres de ambos.







A través del muro medianero que se interponía entre las dos casas, los amantes intercambiaban palabras llenas de amor y de deseo e incluso depositaban besos en la pared que no encontraban respuesta alguna.






Un día, no pudiendo resistir más, planearon huir de noche para poder vivir su amor libres y sin cortapisas en el campo. De este modo, planearon encontrarse bajo una morera blanca junto a la tumba de Nimo, un lugar basatante conocido por todos.





Tisbe, al anochecer, acudió llena de esperanza pero se encontró con que aún no había llegado Píramo y, por contra, divisó una leona con el hocico manchado de sangre que venía de saciar su sed del arroyo cercano.






La jóven logró huir pero en su carrera perdió el manto que la leona, al encontrar, desgarró y manchó con la sangre de su hocico.


Al llegar más tarde Píramo y encontrar el manto de su amada en esas condiciones y las pisadas de una leona, llegó a una conclusión lógica e inevitable, Tisbe había muerto despedazada por la fiera.







Desesperado, el enamorado pensó que todo había sido por culpa suya ya que la había empujado a salir de noche a una zona muy peligrosa y, además, no había estado él para defenderla.
Abrazándose al manto y fuera de sí, se clavó su propia espada y la sangre salpicó las bayas de la morera, quedando teñidas de color rojo oscuro.





Tisbe, que quería encontrarse con su amado por encima de todo, pasó por alto el pavor que sentía ante la leona y sigilosamente regresó junto a la morera blanca. Pero allí lo que encontró fue a su amado tendido y cubierto de sangre.

Desconcertada, le cogió entre sus brazos y sintió cómo expiraba. Al ver junto a él su propio manto manchado y la espada de su amado llena de sangre, comprendió que Píramo había llegado a una deducción equivocada y que por ello se había suicidado, con lo que ella siguió sus mismos pasos.







Entonces la tierra se empapó de la sangre de los dos y los frutos de la morera se tiñeron para siempre de ese color rojo que recordaba a los apasionados amantes.

También, finalmente, los padres se mostraron compasivos y los enterraron juntos.


Por tanto, las respuestas que pedía la Esfinge son:



1ª- Los amantes del mito griego son Píramo y Tisbe.


2ª- El poeta latino que recogió la historia fue Ovidio en las Metamorfosis.


3ª- William Shakespeare en Romeo y Julieta.




Y los alumnos que han acertado, además de las profesoras Isabel, María y Lola, son:

Isabel Estremera

Oscar Jiménez

Ana Isabel, Marta H, Asmahan

Alex Paul

Javier y Juan Ramón

Alba, Laura y Meriem

Javier F. y Ángela

Todos los anteriores, esta vez, del grupo de ESO 2ºA.
Juanjo Rodriguez
2ºBach. Humanidades



GRACIAS POR VUESTRA PARTICIPACIÓN Y VUESTRO INTERÉS

GRACIAS TAMBIÉN A LOLA SEVILA POR HABERLO HECHO POSIBLE.



ESPERO QUE MANTENGÁIS LA MISMA COLABORACIÓN EN EL SIGUIENTE ENIGMA, EL 8.