NOCHES DEL MES DE JUNIO
A Luis Cernuda
Alguna vez recuerdo
ciertas noches de junio de aquel año,
casi borrosas, de mi adolescencia
(era en mil novecientos me parece
cuarenta y nueve) porque en ese mes
sentía siempre una inquietud, una angustia pequeña
lo mismo que el calor que empezaba,
nada más
que la especial sonoridad del aire
y una disposición vagamente afectiva.
Eran las noches incurables
y la calentura.
Las altas horas de estudiante solo
y el libro intempestivo
junto al balcón abierto de par en par (la calle
recién regada desaparecía
abajo, entre el follaje iluminado)
sin un alma que llevar a la boca.
Cuántas veces me acuerdo
de vosotras, lejanas
noches del mes de junio, cuántas veces
me saltaron las lágrimas, las lágrimas
por ser más que un hombre, cuánto quise
morir
o soñé con venderme al diablo,
que nunca me escuchó.
Pero también
la vida nos sujeta porque precisamente
no es como la esperábamos.
Jaime Gil de Biedma
JAIME GIL DE BIEDMA
(1929-1990)
Jaime Gil de Biedma nació en Nava de la Asunción (Segovia) en el seno de una familia burguesa que se trasladó a Barcelona. Estudió Derecho y ocupó un alto cargo en la Compañía de Tabacos de Filipinas. Pero la contradicción anidaba en él: sus simpatías con el marxismo y su homosexualidad distorsionaban la imagen del perfecto burgués que le había deparado el destino. Quizá la Literatura le salvó del abismo (o no).
Leyó y amó la poesía anglosajona, a Baudelaire, la literatura medieval y –sobre todo—al poeta Luis Cernuda. Volcó todas esas pasiones en su poesía, que se caracteriza por una vuelta a la racionalidad y un alejamiento del Surrealismo y de sus imágenes innecesarias. Es un rasgo generacional que comparte con otros poetas de los 50. La poesía se hace contemporánea y más cruda, pero no pierde ni un ápice de su sentido poético. Estamos ante la llamada “poesía de la experiencia”.
En sus obras de los años cincuenta y sesenta van a alternarse los temas “sociales” (denuncia de la hipocresía, denuncia de la miseria del sistema capitalista, la España oprimida o la discriminación de la mujer) con la poesía amorosa cargada de erotismo: Compañeros de viaje (1959), A favor de Venus (1965), Moralidades (1966), Poemas póstumos (1968).
En los años setenta sufre una crisis. Impregnado de nihilismo y desesperanza, reniega de la incapacidad del pueblo español para cambiar su historia y del conformismo que impregna todos los sectores de la sociedad (estamos en la época de la transición). En su poesía, pasa del “nosotros” al “yo” y se cuestiona su propia vida: él mismo se veía atrapado en la apatía y el conformismo burgués que tanto odiaba. Prácticamente abandonó la escritura. Falleció el 8 enero de 1990. Fue, sin duda, un gran poeta.
Lola Sevila
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