JAQUE MATE DEL PASTOR
Érase una vez un rey muy rico que un día decidió retar a una persona del reino para que jugara una partida al ajedrez con él, porque estaba seguro de que nadie sería capaz de ganarle, ya que era el mejor jugador de todo el reino. Nadie quería jugar con él. Pero un día apareció un pastor que se atrevió a aceptar el reto. Comenzaron la partida y ganó el pastor. Entonces el rey le dijo:
-Puedes pedirme lo que quieras, ya que me has ganado. Puedes pedirme tierras, caballos, comida, oro... Lo que quieras.
-Quiero arroz -contestó el pastor-, pero me va a multiplicar los granos de arroz en cada cuadrado del ajedrez. En el primero, un grano; en el segundo, dos; en el tercero, cuatro...; así hasta llenar los sesenta y cuatro.
-Por supuesto que lo haré -dijo el rey.
Lo que no sabía es que iba a dar al pastor una cantidad desorbitada de granos de arroz. De esta forma, el pastor consiguió arruinas al rey.
Vanesa Hinojosa, 3º C
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EL REY Y EL VECINO DE JUAN
Érase una vez un noble caballero llamado Juan que
trabajaba para un rey que no es que fuese muy bueno que digamos. Juan vivía en
su propia casa, pero por las mañanas, muy pronto, tenía que estar en la mansión
del rey para prepararle el desayuno, ordenar los muebles correctamente y hacerle
la compra.
Juan tenía un vecino
muy amable que un día le contó que no tenía dinero para pagar el alquiler, y
que no tenía dónde ir. Entonces Juan le dijo:
-No te preocupes.
Intentaré solucionar tu problema. Mañana iré a contarle a su majestad tu
situación.
Al día siguiente, Juan
le explicó la situación de su vecino al rey, y éste le dijo que si quería vivir
en esa casa, tendría que pagar o irse a vivir a la calle.
-Majestad, se lo suplico, dejadle vivir en su casa
–le respondió Juan.
-¡Si quiere vivir en su casa, que pague el
alquiler! –insistió el rey.
-O le dejáis vivir en su casa o yo no volveré a
trabajar con vos –le dijo Juan airado.
-Tú no me haces falta, así que vete y no vuelvas.
Pasaron varios días, y
Juan, que tenía en su casa a su vecino, tuvo que ir al supermercado para hacer
la compra. Una vez dentro, se dirigió a la sección de lácteos, y allí vio al
rey mirando a un lado y a otro, sin saber qué tenía que comprar; porque
normalmente era él quien le hacía la compra. Juan intentó alejarse poco a poco
sin ser visto, pero el rey percibió sus movimientos y, cuando se dio cuenta de
que era Juan, se fue corriendo detrás de él y le dijo:
-Por favor, Juan, te lo suplico, vuelve a trabajar
para mí. No sabes lo que sufro sin ti.
-Si vos no podéis vivir sin mí –le respondió Juan-,
pues imaginad cómo puede vivir mi vecino sin su casa. Tenéis que dejarle vivir
en su casa y, además, darle un poco de dinero para que pueda comprar sus
propios alimentos.
El rey lo comprendió y se dio cuenta de que,
aunque tenía mucho dinero, sin Juan se veía como atado de pies y manos; así que
le dijo:
-Está bien, desde hoy se hará lo que tú buenamente
quieras.
Y así fue.
Imad Mohouti, 3º C
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