viernes, 19 de octubre de 2012

CUENTOS, CUENTOS, CUENTOS...



JAQUE MATE DEL PASTOR

Érase una vez un rey muy rico que un día decidió retar a una persona del reino para que jugara una partida al ajedrez con él, porque estaba seguro de que nadie sería capaz de ganarle, ya que era el mejor jugador de todo el reino. Nadie quería jugar con él. Pero un día apareció un pastor que se atrevió a aceptar el reto. Comenzaron la partida y ganó el pastor. Entonces el rey le dijo:

-Puedes pedirme lo que quieras, ya que me has ganado. Puedes pedirme tierras, caballos, comida, oro... Lo que quieras.

-Quiero arroz -contestó el pastor-, pero me va a multiplicar los granos de arroz en cada cuadrado del ajedrez. En el primero, un grano; en el segundo, dos; en el tercero, cuatro...; así hasta llenar los sesenta y cuatro.

-Por supuesto que lo haré -dijo el rey.

Lo que no sabía es que iba a dar al pastor una cantidad desorbitada de granos de arroz. De esta forma, el pastor consiguió arruinas al rey.

Vanesa Hinojosa, 3º C


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EL REY Y EL VECINO DE JUAN


Érase una vez un noble caballero llamado Juan que trabajaba para un rey que no es que fuese muy bueno que digamos. Juan vivía en su propia casa, pero por las mañanas, muy pronto, tenía que estar en la mansión del rey para prepararle el desayuno, ordenar los muebles correctamente y hacerle la compra.

                Juan tenía un vecino muy amable que un día le contó que no tenía dinero para pagar el alquiler, y que no tenía dónde ir. Entonces Juan le dijo:
                -No te preocupes. Intentaré solucionar tu problema. Mañana iré a contarle a su majestad tu situación.
                Al día siguiente, Juan le explicó la situación de su vecino al rey, y éste le dijo que si quería vivir en esa casa, tendría que pagar o irse a vivir a la calle.
-Majestad, se lo suplico, dejadle vivir en su casa –le respondió Juan.
-¡Si quiere vivir en su casa, que pague el alquiler! –insistió el rey.
-O le dejáis vivir en su casa o yo no volveré a trabajar con vos –le dijo Juan airado.
-Tú no me haces falta, así que vete y no vuelvas.

                Pasaron varios días, y Juan, que tenía en su casa a su vecino, tuvo que ir al supermercado para hacer la compra. Una vez dentro, se dirigió a la sección de lácteos, y allí vio al rey mirando a un lado y a otro, sin saber qué tenía que comprar; porque normalmente era él quien le hacía la compra. Juan intentó alejarse poco a poco sin ser visto, pero el rey percibió sus movimientos y, cuando se dio cuenta de que era Juan, se fue corriendo detrás de él y le dijo:
-Por favor, Juan, te lo suplico, vuelve a trabajar para mí. No sabes lo que sufro sin ti.
-Si vos no podéis vivir sin mí –le respondió Juan-, pues imaginad cómo puede vivir mi vecino sin su casa. Tenéis que dejarle vivir en su casa y, además, darle un poco de dinero para que pueda comprar sus propios alimentos.
El rey lo comprendió y se dio cuenta de que, aunque tenía mucho dinero, sin Juan se veía como atado de pies y manos; así que le dijo:
-Está bien, desde hoy se hará lo que tú buenamente quieras.
Y así fue.


Imad Mohouti, 3º C

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