EL REY VALIENTE Y CRUEL
Había una vez un rey de un país muy lejano, que era muy valiente y el más despiadado del mundo. Nadie había logrado vencerlo jamás. Una vez llegó hasta un lugar terrible, un pueblo habitado por seres extraños, algunos de los cuales tenían un solo ojo en medio de la frente, mientras que otros tenían hasta tres. También poseían varias piernas, lo que los hacía muy veloces. A pesar de todo, el rey consiguió derrotarlos, por lo que esos seres extraños no tuvieron más remedio que ir a refugiarse en unas profundas y tenebrosas cuevas. Hasta allí los siguió el rey, y entró en la cueva con la intención de hacerlos desaparecer.
Después de una larga búsqueda, los encontró y, cuando estaba a punto de matarlos, la cueva se derrumbó y todos murieron.
Daysi Sandoval, 3º C
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Carlos tenía 7 años y vivía en un pueblo llamado Criscrin. Él solía estar solo, ya que sus padres no tenían mucho dinero y trabajaba todas las mañanas de cabrero.
Siempre les contaba sus problemas a las cabras, pero tenía una favorita a la que llamaba Manchitas. Un día, por la mañana, le habló y supo sus respuestas.
-Manchitas, Manchitas, hoy le he preguntado a mi padre que por qué no podía ir a la escuela; y me ha dicho que no se acordaba, que se lo preguntara a mi madre, pero no la he visto en toda la mañana.
-Beee, beee, beee -le contestó Manchitas.
Carlos no paraba de darle vueltas al asunto y, cuando llegó a su casa y vio a su madre haciendo la cena, le preguntó:
-Mamá, ¿por qué no puedo ir a la escuela?
-Carlos, se me ha olvidado. Pregúntaselo a tu padre.
Carlos subió enfadado a su habitación y esperó a que su madre lo llamara para cenar, mientras seguía dándole vueltas a sus cosas. Cuando su madre lo llamó, bajó y se encontró a sus padres allí, esperándolo. Se sentó y les preguntó a los dos a la vez:
-Mamá, papá, ¿por qué no puedo ir a la escuela?
Ambos se miraron y el padre contestó por los dos:
-Carlos, hijo, la verdad es que no vas porque creemos que es mejor que cuides de las cabras. Además, tú ya sabes leer y escribir.
Se callaron los dos y miraron a sus respectivos platos. Carlos, sin saber qué hacer, terminó rápidamente su cena y se retiró.
Al día siguiente, el muchacho volvió a hablar con Manchitas.
-Manchitas, la verdad es que no entiendo a mis padres. Ya sé por qué me dicen eso de que cuando sea mayor comeré huevos...
Carolina Zarco, 3º D
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