EL PAISAJE MARAVILLOSO de Resurección Chale Bakesa, 1º B
Una mañana soleada,
una mariposa volaba tan tranquila y se posó en una margarita. De repente,
apareció una avispa y le quiso quitar el puesto. Empezaron a pelearse, y un
mosquito que rondaba por ahí, al ver lo que estaba sucediendo, se le ocurrió
contarles una historia que dice así:
Una tarde de primavera, con el sol redondo como una pelota,
la brisa acariciaba las hojas de los árboles tiernamente. Las flores empezaban
a abrirse lentamente, como las nubes que se mueven para despejar el cielo. Los
pájaros cantaban alegremente sus cantos de todos los días, mientras los árboles
bailaban al compás de la melodía. Una mariposa de mil colores iba volando, y
estaba tan contenta que también ella se puso a tocar música suavemente con sus
alas.
El césped, harto ya de escuchar la ruidosa “orquesta”, llamó
al viento para que pusiera un poco de brisa. Ya empezaba a anochecer, y los
animales, el viento y los árboles se fueron a dormir. Los únicos animales que
no dormían eran el búho y los murciélagos. El búho tenía los ojos grandes, sus
plumas eran de color café con leche y su pico anaranjado. En cambio, el
murciélago era negro como la oscuridad y sus ojos eran rojos como la sangre. El
búho se subió a un árbol tan alto, tan alto que parecía un rascacielos. Era
frondoso y muy ancho. El pájaro estaba tan cómodo que casi se cayó de cabeza
porque se le había olvidado dónde estaba.
A la mañana siguiente amaneció el cielo muy despejado. El
sol brillaba. ¡¡¡EMPEZABA EL VERANO!!!
Los colibrís agitaban sus alas dejándose llevar por la brisa, los bichos
salían a jugar por los prados luminosos, mientras que el sol daba sus rayos
cálidos a los animalitos que hibernaban hasta que llegase el verano. Todos
estaban muy contentos por el regreso del verano, tan caluroso como siempre.
Las mariposas jugaban a ver quién tenía las alas más
bonitas, y todos los animales jugaban a cosas diferentes. Al final todos
acabaron jugando juntos, y a esos juegos les pusieron el nombre de Olimpiadas.
Les gustaron tanto que cada año empezaban la primavera haciendo esos juegos y
concursos.
Después de haberles contado la historia, la mariposa y la
avispa se hicieron amigas y fueron inseparables el resto de sus vidas. La
amistad entre ellas jamás se pudo marchitar.
EL PARQUE AL DESPERTAR
de Patricia López Resa, 2º A
Había una vez una niña llamada Paula que vivía feliz junto a
sus padres y hermanos. Sarah, la mamá de Paula, le prometió que un día la
llevaría al parque, pero no a un parque con plásticos, sino a uno vegetal.
Paula no entendía aquella extraña palabra: “vegetal”, pues sólo tenía 5 años.
Su mamá le explicó que un parque vegetal era un lugar donde había árboles,
flores, animales…, y donde los niños jugaban a la cometa.
Cuando llegó la hora de ir al parque “vegetal”, a Paula le
entró hambre, pues ya hacía un buen rato que había comido. Le pidió a su mamá
que le hiciera un bocadillo y que se lo envolviera en papel, que allí se lo
tomaría.
Al llegar al parque “vegetal”, Paula se sentó a tomarse el
bocadillo. Cuando lo terminó, tiró el papel que lo envolvía al suelo, y su mamá
la regañó:
-¡Paula, recoge eso ahora mismo!
Paula la miró con cara de sorpresa.
-Si la gente sigue tirando basura, dentro de poco, este tipo
de parques desaparecerán –añadió.
A la vuelta a casa, Paula iba triste, pues no quería que
aquellos parques desaparecieran.
-Me voy a dormir, mamá –dijo Paula.
“Ring, ring” sonó el despertador. Paula escuchó una voz que
decía:
-¡Mamá, mamá!
Paula se levantó y fue a ver qué era lo que producía ese
ruido. De pronto, vio una niña pequeña, castaña y de ojos verdes que no paraba
de decir “mamá, mamá”. Paula no conocía a esa niña. Fue corriendo a la cocina a
buscar a su mamá, pero en el camino se quedó boquiabierta: había visto una
silueta en el espejo, ¡era ella!, pero estaba muy cambiada. Ya no era una niña
de 5 años, era una mujer, y supuso que la niña era su hija. Paula de lijo que
la iba a llevar a un parque vegeta. Como era de esperar, la niña no lo
entendió, pues era muy pequeña.
Al llegar allí, Paula sólo encontró un montón de asfalto…
-¡¿Pero qué es esto?! –gritó.
Samantha, la niña, no entendía nada. Eso no parecía ni mucho
menos un parque. Paula se fue triste a casa, recordando las palabras de su
madre: “Si la gente sigue tirando basura, este tipo de parques desaparecerá”.
No lo podía creer, su madre tenía razón.
Paula se acostó pensativa y triste, pero en muy poquito
tiempo se quedó dormida.
-¡Mamá, mamá! ¡El parque, el parque!
-Hija, despierta, era una pesadilla…
Todo había sido una pesadilla, pero gracias a ese sueño,
Paula quedó muy concienciada de que no tenía que tirar basura.
LAS TRUCHAS DE UN RÍO
de Jaime Alamillo Espejo, 2º A
Érase una vez, hace mucho, mucho tiempo, una familia de
truchas en un río fresco y limpio. Estaba Fish, el padre de la familia, el cual
era muy valiente; Isda, una trucha hermosísima, esposa de Fish, y Poisson, su
hijo.
Iban nadando tranquilamente cuando, de repente, Poisson vio
algo extraño: era un animal terrestre, muy raro, caminaba sobre dos patas,
tenía cubierto el torso con telas, y pelo en la cabeza. Ese animal echó algo en
el río. Era un recipiente con un líquido extraño. Ese líquido se esparcía por
el agua, y a Poisson le empezaba a faltar el oxígeno. Cuando su padre vio lo
que pasaba, fue hacia él, pero vio que estaba muerto. Entonces, cogió de la
aleta a su mujer y la llevó río arriba.
-¿Qué le ha pasado a Poisson? –preguntó Isda mientras nadaba
con Fish sin mirar atrás.
-Lo han matado los humanos- contestó Fish.
-¿Humanos?
-Son animales terrestres bípedos. Dicen que tienen una
inteligencia superior al resto de animales. Pueden crear armas, tejer telas,
volar, nadar, calentar comida, etc. El problema es que se creen superiores al
resto de especies y destruyen todo hábitat que desean. Han echado residuos
tóxicos al río y han contaminado el agua. Si no llegamos río arriba, moriremos
intoxicados como Poisson. Eso si llegamos…
-¡¿Cómo que si llegamos?! –dijo Isda nerviosa- ¡Explícate!
-Cuando pasa esto, no solo es en un punto del río –contestó Fish
con serenidad-. Habrá residuos por todas partes. Como nos topemos con uno, se
acabó.
Siguieron nadando y nadando, viendo a su alrededor muerte:
plantas, peces, crustáceos. Entonces pasó. Al poco de llegar a una zona segura,
les pasó lo peor que podía ocurrir: les echaron residuos nucleares. No había
salida. Se estaban muriendo.
-Isda…-dijo Fish agonizando-, yo… te… quiero…
El río se quedó sin vida. Ya estaba en poder de los humanos.
Esto pasa porque creemos que el planeta solo es nuestro,
cuando, en realidad, lo compartimos con más especies a las que debemos cuidar.
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