Ya sabéis que nos hemos propuesto homenajear a Miguel Hernández durante todo el año abriendo cada mes con un poema suyo. Hasta ahora lo estamos consiguiendo, aunque es posible que nos falte algún mes de los que nos quedan. De momento, no encontramos poema para julio. Si alguien lo encuentra que avise.
DIARIO DE JUNIO-interrumpido
Día uno. Cae un agua sobre el huerto
justa como un anillo.
Aún predicaron cuernos
caracoles en púlpitos de lirios.
Día dos. Húmedos, alzan los claveles
su pompa genuflexa
pensando olor: los hueles
por ponerte bigotes de belleza.
Merman azul del todo, en averío,
canos de cuando en cuando.
Rosa mayor de edad, has acudido
a vigilar tus bandos.
Día tres. Dan en el huerto, para nadie,
sin ti dentro, las horas.
Sola en el árbol puesta, sabe el ave
lo grata que es la sombra.
Día cuatro. Entre el romero a lo celeste
con la flor enmelada,
oyes caer madureces
por exceso de punto suicidadas.
Junio. Me duele el sexo como un diente…
Busco, de trecho en trecho,
por deshonrar tu nieve,
la regalada llaga de tu sexo.
Tu seno, si jornal de mis amores,
socio es de mi cariño,
esclavo de su remo galeote
nutrido de vacío.
Las eras van en torno de los trillos,
las parvas de las eras:
¡todo!, norias, anillos, plazas, ríos,
dan vueltas a las vueltas.
Anuncian los festejos las paredes
con mil gallos jarifos.
Asocia el amor plumas brevemente,
el fruto, el baño niños.
Día quince. Estás en tierra, sublevada
contra las verticales,
y el limonero en pleno que te ampara,
volúmenes te añade.
Bajo la higuera, don de la lujuria
tiene sus potestades,
cotejo, sin andar yendo en tu busca,
higos como genitales.
Pasa la siesta resumiendo chinas
sobre la flor del chumbo,
que amenazan violar dentadas pitas
con ademán seguro.
Chorrean las navajas, se dilatan
las lenguas de los perros;
-cachicuerna y sangrienta, está olvidada
su funda en el pimiento.
Se nutren los chiqueros de bravura,
los toreros de macho,
si las plazas de círculos y curvas,
si los cuernos de espacio.
Día veintidós. Solsticio, Vas buscando,
sin hallar, las cigarras,
presentidas por todo entre los pámpanos
de verdura enviudada.
Diciendo a los deseos: ¡ea!, ¡ea!,
repica todo seno.
Los rostros manifiestan
la expresión de morir que deja el beso.
Día veinticuatro. Está la sombra borde
rampante de oro en uñas.
Anda la más caliente y breve noche
sanjuán pintando uvas.
Artificiales esplendores turban
en redentoras cañas,
el de la estrella, caminando en busca
del trueno que los mata.
El trébol de tres hojas los pastores
cogen por la ladera,
remitiendo honda y piedra a lana y monte
y amor a Galatea.
La madrastra del higo, breva y dulce,
su luto condecora
con la interior blancura que la cubre,
por tanto arrope rota.
Día treinta. Requerida por los mares,
¿por cuántas, cuántas arduas tornalunas?
abandonas al huerto, a mí, vernales,
reintegrándote venus a la espuma.
Miguel Hernández
Una intrigante casualidad
Hace 20 horas
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