Como ya es tradicional, este blog, que es el suyo, les regala un poema para que los acompañe en la nueva etapa que ahora inician. Esta vez se lo hemos pedido prestado a Walt Witman (1819-1892), ese gran poeta norteamericano con voz y aspecto de patriarca. Pertenece a su libro Hojas de hierba. Ahí va:
CANTO DE MÍ MISMO
Sé que poseo lo mejor del tiempo y del espacio; nunca he
sido medido, y no seré medido jamás.
Viajo eternamente (¡venid todos a escucharme!),
Mis señas son un capote de invierno, zapatos recios y un
báculo cortado en el bosque,
Ningún amigo mío se sentará en mi silla a descansar,
No tengo cátedra, ni iglesia, ni filosofía,
No llevo a ningún hombre a la mesa puesta, ni a la biblio-
teca, ni a la bolsa,
Pero a vosotros, hombres y mujeres, os llevo a la cumbre,
Con mi brazo izquierdo os rodeo la cintura,
Con mi mano derecha os señalo los pasajes de los continentes
y el camino real.
Ni yo, ni nadie, pueden recorrer ese camino por ti,
Tú mismo tienes que recorrerlo.
No queda lejos, es fácil llegar a él,
Acaso has estado recorriéndolo desde que naciste, sin saberlo,
Acaso está en todas partes, en la tierra y en el mar.
Échate tus trapos al hombro, hijo mío, yo tomaré los míos
y pongámonos en camino sin demora,
Maravillosas ciudades y naciones libres encontraremos a nues-
tro paso.
Si te cansas, me darás las dos cargas y apoyarás tu mano en
mi cadera,
Y, cuando yo te lo pida, me recompensarás con el mismo
servicio,
Pues, habiéndonos puesto en marcha, ya no podremos des-
cansar.
Esta mañana, antes del amanecer, subí a una colina a contem-
plar el firmamento poblado de estrellas,
Y le dije a mi alma: Cuando poseamos aquellos mundos y el
placer y la sabiduría de todo cuanto hay en ellos, ¿esta-
remos por fin llenos y satisfechos?
Y mi alma dijo: No, no habremos hecho otra cosa que alcan-
zar esos mundos para ir más allá.
También tú me haces preguntas y yo te escucho,
Y te digo que no puedo contestarte, y que la respuesta has de
encontrarla por ti mismo.
Siéntate un momento, hijo mío,
Aquí tienes pan para comer y leche para beber,
Mas tan pronto como hayas dormido y te hayas puesto ropa
fresca, te daré un beso de adiós y te abriré la puerta
para que salgas.
Largo tiempo has soñado sueños despreciables,
Mas ahora te quito la venda de los ojos,
Para que te acostumbres al resplandor de la luz y de cada
uno de los instantes de tu vida.
Largo tiempo has vadeado, asido de una tabla, cerca de la
playa,
Ahora quiero que seas un nadador intrépido,
Que saltes en medio del mar, que te levantes, que me hagas
señales, que grites, que agites el agua con tus cabellos.
Hojas de hierba
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