jueves, 3 de diciembre de 2009

JOSÉ EMILIO PACHECO, PREMIO CERVANTES DE LAS LETRAS 2009

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Hace sólo un par de días que se hizo público el nombre del nuevo Premio Cervantes de las Letras: José Emilio Pacheco; y aquí estamos para daros a conocer (a quienes no lo conozcan) o para recordaros a este escritor mexicano.



JOSÉ EMILIO PACHECO nació en la Ciudad de México en 1939. Dice su compatriota Carlos Fuentes que es "el más grade poeta vivo que hay en México". A lo mejor no sólo en México; porque hay que reconocer que es un gran poeta, aunque también es novelista, cuentista, ensayista, traductor, periodista... Hombre de una gran cultura, ha sido profesor en diferentes universidades americanas y europeas, y ha recibido casi todos los premios que un escritor hispanoamericano puede recibir: Premio Reina Sofía de Poesía Hispanoamericana, y muchos otros que llevan el nombre de grandes autores hispanoamericanso: el José Donoso, el Octavio Paz, el Pablo Neruda, el José Asunción Silva... Le faltaba éste: el Cervantes. Pero él dice que no es ni siquiera el mejor poeta de su barrio.

A pesar de que su obra abarca varios géneros, parece unánime la alabanza de su obra poética, bastante extensa: Los elementos de la noche (1963), El reposo del fuego (1966), No me preguntes cómo pasa el tiempo (1970), Irás y no volverás (1973), Islas a la deriva (1976), Desde entonces (1979), Los trabajos del mar (1984), Miro la tierra (1987), Ciudad de la memoria (1990), El silencio de la luna (1996), La arena errante (1999), Siglo pasado (2000).

Diréis que una docena de libros en cuarenta y séis años no es mucho, pero la poesía necesita acumular muchas experiencias, reflexiones, emociones...; es un proceso lento. Al menos la suya lo ha sido. Sus poemas son confidenciales, cotidianos, cargados -a veces- de ironía, empapados de lo humano, de conciencia, de visión gozosa de la naturaleza, de compromiso... En fin, no nos enrollamos más y os dejamos algunos poemas suyos; pocos, para obligaros a que busquéis su poesía.

A quien pueda interesar

Que otros hagan aún
el gran poema
los libros unitarios
las rotundas
obras que sean espejo
de armonía

A mí sólo me importa
el testimonio
del momento que pasa
las palabras
que dicta en su fluir
el tiempo en vuelo

La poesía que busco
es como un diario
en donde no hay proyecto ni medida


Gota de lluvia

Una gota de lluvia temblaba en la enredadera.

Toda la noche estaba en esa humedad sombría

que de repente

iluminó la luna.



La diosa blanca

Porque sabe cuánto la quiero y cómo hablo de ella en
su ausencia,
la nieve vino a despedirme.
Pintó de Brueghel los árboles.
Hizo dibujo de Hosukai el campo sombrío.

Imposible dar gusto a todos.
La nieve que para mí es la diosa, la novia,
Astarté, Diana, la eterna muchacha,
para otros es la enemiga, la bruja, la condenable a la hoguera.
Estorba sus labores y sus ganancias.
La odian por verla tanto y haber crecido con ella.
La relacionan con el sudario y la muerte.

A mis ojos en cambio es la joven vida, la Diosa Blanca
que abre los brazos y nos envuelve por un segundo y se marcha.
Le digo adiós, hasta luego, espero volver a verte algún día.
Adiós, espuma del aire, isla que dura un instante.


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