lunes, 5 de octubre de 2009

NUESTROS ESCRITORES

Una de las actividades que hemos hecho como prueba inicial en 4º de la ESO ha sido un ejercicio de expresión escrita en el que los alumnos tenían que continuar un relato de Luis del Val de su libro Cuentos del mediodía. A partir del curioso punto de partida de la trama, cada uno dio rienda suelta a su imaginación y hemos leído finales muy ocurrentes. Os dejamos el principio del cuento del autor y una de las primeras continuaciones que vamos a publicar.

Había invitado a un amigo a pasar el fin de semana en su chalé, y éste se había resistido porque poseía un perro de enorme tamaño que no se atrevía a dejar al cuidado de nadie. Insistió el propietario de la casa en su invitación, argumentando que así el perro podría corretear a gusto por los jardines del chalé, y el amigo aceptó por fin el ofrecimiento.
El sábado por la tarde se encontraban los dos amigos charlando tranquilamente en el porche cuando, de repente, apareció el pero con un pájaro entre sus colmillos. El dueño de la casa de campo palideció: se trataba del loro de la vecina. El amigo arrancó al pájaro de las fauces del perro y le pidió toda clase de disculpas a su anfitrión. Allí permanecieron estupefactos los dos, mirando el cuerpo inerte del loro, sucio y lleno de tierra.
El dueño del chalé, tras cavilar un buen rato tan engorrosa situación, le explicó al amigo que su vecina, la dueña del loro, se había marchado de viaje, y que con toda probabilidad no iba a volver hasta el día siguiente. Lo mejor que podían hacer – le propuso – era limpiar el cuerpo del loro de los restos de tierra, saltar la valla de la casa de la vecina y volver a introducirlo en su jaula. En realidad, el ave no mostraba marcas de dentelladas, y debía haber muerto asfixiado entre las fauces del perro. La mujer, al regresar, pensaría que se trataba de una muerte natural
(...)”
LUIS DEL VAL Cuentos del mediodía

El vecino envolvió el loro en papel de aluminio y se dispuso a saltar la valla. Cuando ya la superó vio que sus pies no tocaban el suelo.

- ¡Ja,ja! ¡Puedo volar! - gritó.

Pero no era así, se le había enganchado el pantalón en la valla y no podía bajar. ¡Crash! El pantalón se rompió y cayó sobre el huerto de cactus de la vecina.

- No podía haber plantado margaritas... – se dijo.

Entonces llegó a la ansiada jaula, abrió el envoltorio y ¡sorpresa! Era la comida china que había pedido. Se tiró de nuevo a los cactus, saltó la valla, cogió al loro y volvió. De nuevo estaba enfrente de la jaula. Fue a tocar la puertecita cuando se activó un mecanismo de una alarma y una lluvia de pañales usados le cayó encima. Una vez que se quitó esa porquería de encima se asustó al oír el derrape de un coche en la puerta.
- ¡La vecina!
Buscó un sitio donde esconderse, sólo encontró una tapadera que llevaba a la fosa séptica de la casa.
- ¡Diooos ! – gritó.
Salió lleno de mugre y sin una pierna ya que algún gracioso había tirado un caimán dentro. Arrastrándose llegó hasta la vecina:
- Señora, su loro.
Él murió desangrado y la mujer de un infarto ya que el loro costaba una fortuna.

GABRIEL IBÁÑEZ 4ºC



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