martes, 21 de diciembre de 2010

EL MITO DE LAS ESTACIONES

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Hoy se acaba el otoño y mañana empezará el invierno. Sigue su curso este tiempo cíclico y metafórico del que somos habitantes precarios. Para explicar el cambio de las estaciones hay teorías científicas que nos llenan de confianza en la razón humana para explicar el mundo, pero a nosotros nos gustan las explicaciones poéticas, excéntricas, heterodoxas y mágicas, aunque no nos las creamos (¿o sí?). Aquí tenéis el cambio de las estaciones en clave mitológica:


Entra el invierno, los árboles se quedan sin hojas, las flores y la verde hierba escasean, el frío y el hielo lo cubren todo... Deméter (la tierra fecunda) está sin su hija Perséfone y la llora con lágrimas de lluvia.


Desde siempre, el hombre, cuando no podía entender el mundo externo que le rodeaba, lo explicaba a través de los mitos. Así, el hombre ha llegado a mitificar desde la salida y la puesta del sol hasta los fenómenos atmosféricos, el crecimiento de las plantas, el nacimiento y, por supuesto, la muerte.

Ahora nos adentramos en uno de los mitos clásicos de la cultura griega que narra el por qué de las estaciones.


Hubo un tiempo en que reinaba la eterna primavera. La hierba siempre era verde y las flores nunca se marchitaban. No existía el invierno, ni la tierra yerma, y la artífice de tanta maravilla no era otra que la diosa de la fecundidad de los campos, Deméter (Ceres).

Deméter se unió a Zeus (Júpiter), padre de todos los dioses, dueño y señor del cielo, y de esa unión nació Perséfone (Proserpina). Ésta solía acercarse a un campo repleto de flores a jugar, pero un día pasó por allí el terrible Hades (Plutón), dios de los infiernos, con su temible carro tirado por caballos. Se encandiló de Perséfone y la raptó para llevarla al subsuelo, a su territorio.


Deméter, al no aparecer su hija, fue en su busca y para ello encendió dos antorchas y, con una en cada mano, emprendió una peregrinación de nueve días y nueve noches en su busca. Todo fue inutil.

Al décimo día, el Sol, que todo lo ve, se atrevió a decirle quién se había llevado a su hija. Irritada por la ofensa, Deméter decidió abandonar sus funciones y el Olimpo. La tierra se quedó desolada y sin ningún fruto ya que, privada de su mano fecunda, los campos se secan y las plantas no crecen.



Zeus, ante el desastre que se estaba produciendo, se vio obligado a intervenir de alguna forma. Exigió a Hades que devolviera a Perséfone, enviando a Hermes (Mercurio) para rescatarla. La única condición que se puso para liberarla fue que no probase bocado en todo el trayecto, pero, al parecer, Hades la engañó para que comiese seis semillas de granada que la obligaban a volver seis meses cada año (Otoño e Invierno), uno por cada semilla.



De este modo, como la muchacha había probado el fruto de los infiernos (la granada), le era imposible regresar definitivamente al mundo de los vivos y abandonar las profundidades.

Así las cosas, se pudo finalmente llegar a un compromiso. El acuerdo permitía a la joven mantenerse al lado de su esposo durante un periodo del año y volver otro al lado de su madre.



Cuando Perséfone regresa con su madre, Deméter muestra su alegría haciendo reverdecer la tierra, con flores y frutos. Por el contrario, cuando la joven desciende al mundo subterráneo, el descontento de su madre se demuestra en la tristeza del otoño y el invierno.

Así se renueva anualmente el ciclo de las estaciones.

2 comentarios:

Agatha Christie dijo...

Me parece una entrada increíblemente interesante. Gracias por compartir toda esta sabiduría con nosotros. :D
¡Que disfrutéis el invierno!

Anónimo dijo...

Es tan precioso ver como la mitología, puede llegar a tener tanto sentido, me ha encantado profe, cada vez me maravilla mas tu asignatura.

Karla Navarrete 1ºB