Esta vez, al responder al Enigma planteado, es el turno de dar información sobre la cocina romana y explicar algunas curiosidades relativas a lo que comían los romanos.
Los romanos hacían tres o cuatro comidas al día.
Hacia el mediodía se tomaba el almuerzo o prandium, también ligero, y que solía prepararse con los alimentos sobrantes de la jornada anterior. Como señala Séneca, esta comida se hacía sin preparar la mesa y al terminar no era preciso lavarse las manos.
La merenda, equivalente a nuestra merienda, era más típica de los campesinos que así reponían fuerzas en la jornada de trabajo en el campo. También se hacía si por cualquier causa era preciso retrasar la cena.
Por último, la comida principal del día era la cena que además tenía una gran importancia social. Cuando se importó la costumbre griega de comer recostados, se habilitó en la casa romana (domus) una habitación especial para la cena, el triclinium.
UN MENÚ
La comida principal del día -la cena- comenzaba con unos aperitivos o gustatio, que incluía huevos seguidos por aceitunas, setas, alcachofas, croquetas, erizos de mar, espárragos, rábanos y otros alimentos. Esta comida se acompañaba con vino mielado.
Seguidamente venía la prima mensa que estaba formada por varios platos y constituía la comida principal. El plato principal se denominaba caput cenae o fundamentum cenae ( jabalí, pescados, cabrito, pollo, albóndigas, jamón etc...).
Por último, la secunda mensa, estaba constituida por los postres, generalmente frutas y dulces.
En cuanto a los utensilios, los romanos disponían de plato hondo (catinus) y llano (platella), así como de cucharas (cochlecar/lingula), vasos, a veces de plata (argentum potorium), y copas de cristal (pocula). Sin embargo no tenían tenedores («invento» relativamente reciente, introducido en el siglo XVII) ni cuchillos -ya que los manjares se servían convenientemente troceados por los esclavos-, de forma que se tomaban con los dedos, siendo señal de urbanidad asirlos con las puntas de los mismos.
Los alimentos se preparaban sobre todo cocidos y se condimentaban con hierbas y salsas. Entre las salsas, la más apreciada era el garum, si bien existían otras, denominadas liquamen, muria, allex o cordula, todas éstas también de pescado.
Ya os había comentado cuando presenté el Enigma que el garum era un producto muy cotizado y de gran valor en el mercado.
Aquí os pongo como ejemplo una elaboradísima receta de Apicio, en la que, por supuesto, se utilizaba garum.
Plato de Apicio
Las dos cositas que quería saber la Esfinge eran, por tanto, las siguientes:
1ª La salsa se llamaba garum.
2ª El autor del libro de cocina romana era Apicio.
Y los acertantes han sido:
Además de las profesoras Mª José, Isabel y la sempiterna Lola
1º Juanjo Rodriguez (2º Bach)
2º Vanesa Fuster (2º Bach), aunque tuvo un pequeño lapsus con el escritor y gastrónomo.
Y como siempre
¡ MUCHAS GRACIAS A LOS PARTICIPANTES !
Un día de estos os pondré una serie de recetas romanas para intentar hacerlas en casa pero adaptadas a los gustos actuales, claro.
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