Quien tiene boca, se equivoca
La preocupación por la lengua, o más bien por el buen uso o el uso correcto de ella es un fenómeno que se produce desde que tenemos conciencia lingüística. Ya los romanos estaban inquietos por algunas incorrecciones gramaticales que se daban en latín, y algún gramático se dedicó a hacer listas de palabras con dos columnas, la del “cómo se dice” y la del “cómo se debe decir”. Estoy hablando del Appendix Probi, algo así como una gramática prescriptiva de hacia el tercer siglo después de Cristo.
Las cosas no han cambiado mucho desde entonces. Ahora, con un soporte mucho más dinámico, también contamos con personas que se esfuerzan por extender el buen uso de la lengua. En el caso concreto del español, el programa radiofónico No es un día cualquiera, de RNE, cuenta con varias secciones específicas dedicadas a la reflexión lingüística. Desde mi punto de vista, considero que se trata de una iniciativa muy interesante, no sólo por el mero hecho de que se nos esté corrigiendo continuamente para alcanzar un español perfecto, sino más bien porque permite al ciudadano no ducho en materias filológicas formar parte del debate lingüístico y reflexionar profundamente sobre un tema, que como veo, es de vital importancia para algunos.
He escuchado varias de las secciones de este programa. El “Consultorio fraseológico”, el “Palabrario” o “Las palabras moribundas” tratan de describir la lengua actual a partir de su léxico. Los escuchantes (como se llama al oyente en este programa de radio) participan activamente enviando dudas fraseológicas, tratando de descubrir la definición más atinada para cada término o dejando constancia de la muerte o pervivencia de algunas palabras a punto de extinguirse. Se cuenta con la ayuda de expertos de la lengua que solucionan dudas y sirven como una especie de guía viva del buen hablar.
A mí me preocupan más las secciones puramente prescriptivas, aquellas como “La pentagramática” o “¿Cómo se dice y cómo se debe decir?” en las que se profundiza más en el concepto de error gramatical y se insiste en el deber de hablar bien. Ya dice mucho que una de las secciones contenga “debe decir” en su nombre. Y la preocupación de la que hablaba antes me viene porque si atendemos continuamente al buen hablar y dejamos de lado tendencias naturales o sociales con respecto a la lengua, llegará un momento en el que se alcance una inmovilidad lingüística que no permita a la lengua evolucionar como lo ha hecho a lo largo de los siglos. La agencia EFE, la asociación Fundéu, las Academias de
Personalmente, creo que debemos relajarnos más en este sentido. Ya he oído a algún profesor de lengua decir con total tranquilidad que el error de hoy es la norma del mañana. Y debemos aceptarlo. Inconscientemente, por contagio de medios de comunicación y contacto con todos los hablantes de una lengua, se pueden cometer errores. Igual que Grijelmo anuncia feliz en una de las secciones que “se ve que existe el genio del idioma”, existe también la relajación lingüística e incluso la despreocupación. Dejamos caer des intervocálicas en los participios o conjugamos como si fuera regular el verbo andar, pero no por ello debemos escandalizarnos, sino señalarlo, decir cual es la opción correcta, pero no obligar a emplearla. Creo que las gramáticas prescriptivas atentan contra la riqueza semántica, dialectal y fonética de las lenguas, aunque también considero que son útiles en ámbitos puramente académicos. A pesar de todo ello, me gusta mucho la idea de que se dediquen espacios como estos para analizar cómo hablamos y cazar en un desliz gramatical a nuestro cantautor favorito en “La pentagramática”. Después de todo, quien tiene boca, se equivoca.
Patricia Bejarano,
Ex alumna del IES El Olivo
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1 comentario:
Estupenda tu reflexión, Patricia, y que sepas que no me suelo perder ni un solo fin de semana el programa del que hablas y todas esas secciones sobre la lengua y el lenguaje.¡Cómo disfruto incluso con ese colaborador con fama de tacaño(profe de latín y griego),Pancracio Rodriguez!
Gracias por tu colaboración.
Mª Jesús
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