jueves, 28 de mayo de 2009

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MEMORIA DE LA MELANCOLÍA

María Teresa León


Memoria de la melancolía
María Teresa León
Edición, introducción y notas de Gregorio Torres Nebrera
Madrid, Castalia, 1999

Me entusiasma pensar que hay miles y miles de libros que me están esperando en alguna esquina de mi vida. Algunos no sé ni siquiera que existen, pero sí sé que el destino los pondrá en mi camino para que la Literatura me siga sorprendiendo y emocionando. De otros muchos conozco su existencia, pero, por diferentes razones, todavía no he concertado con ellos una cita, aunque estoy segura de que ésta llegará.


El libro del que os voy a hablar es de estos últimos. Sabía que María Teresa León (1903-1988) había escrito un libro de memorias, había leído ya algunos de sus cuentos y sentía (y sigo sintiendo) una gran curiosidad por esa bella mujer; no por haber sido la compañera de Rafael Alberti, sino por ella misma: fue una mujer valiente, coherente, culta e inteligente. Hace poco, desde el banco de uno de los puestos de la cuesta de Moyano, me llegó la cita con Memoria de la melancolía. Durante muchos días este libro ha acompañado mis ratos libres (pocos) y mis viajes matinales en el tren. Ha sido maravilloso poder abstraerme de mi contingencia y sumergirme en los recuerdos de María Teresa, que iban y venían trayendo a personajes y personalidades, paisajes, emociones y sensaciones, que se iban enlazando sin un orden cronológico (a veces a la manera proustiana).

La obra fue escrita en los años sesenta (probablemente se acabó en 1968) y publicada en 1970 en Losada, editorial argentina a la que tanto debemos. Por las páginas de Memoria de la melancolía pasan su infancia, la –todavía adolescente— esposa y madre, el fracaso matrimonial, el gozoso encuentro con Rafael, los amigos, la Literatura, los viajes, el compromiso político, la Guerra Civil, el exilio, la añoranza y, sobre todo, la melancolía. Todo eso en una obra que es “su mejor logro”, tal como afirma Torres Nebrera (por cierto, la introducción y las notas que él realiza son excelentes).

Si he de citar algunos pasajes que me han emocionado, me quedo con la entrañable evocación de su madre y con las páginas que hablan de la Guerra Civil, donde la lírica se trenza con la epopeya.

Me entristece pensar que toda la memoria vertida en este libro era ya una nebulosa en la mente de María Teresa cuando, en 1977, pudo –por fin—regresar a España. En el oscuro laberinto del alzheimer se fueron perdiendo todos y todo; incluso su amado Rafael se convirtió en un extraño. Menos mal que nos dejó estas páginas autobiográficas en las que quedaron cristalizados sus recuerdos, la añoranza y la melancolía.

En fin, espero que alguno de vosotros concierte una cita con esta obra en alguna esquina de su vida. Si es así, ojalá la disfrute tanto como la he disfrutado yo.

Lola Sevila

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