jueves, 4 de noviembre de 2010

UN POEMA PARA NOVIEMBRE

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Tradicionalmente, nuestro poema dedicado al mes suele aparecer el día uno del mismo, pero a veces es difícil encontrar un hueco en este blog. Aunque con un poco de retraso, aquí tenéis nuestro regalo poético para noviembre.


De nuevo llega el mes de las avellanas y el silencio.
Otra vez se alargan las sombras de las torres, la plenitud azul del huerto familiar.
Y en la noche se escucha el grito desolado de las frutas silvestres.
Sé muy bien que éste es el mes de la desesperanza.
Sé muy bien que, tras los mimbres lánguidos del río, acecha un animal de nieve.
Pero era en este mes cuando buscábamos orégano y genciana, flores moradas para aliviar las piernas abrasadas de las madres.
Y recibo el recuerdo como una lenta lluvia de avellanas y silencio.

Julio Llamazares

Julio Llamazares (1955) nació en el pueblo leonés de Vegamián; pero hoy ese pueblo no existe: la construcción del embalse del Porma lo sumergió bajo las aguas poco después de su nacimiento. El sentimiento de los suyos al perder la tierra en la que estaban enraizados planea en toda su obra y le inspiró la novela La lluvia amarilla (1988). No fue la primera, antes había publicado Luna de lobos (1985). Ambas fueron muy bien recibidas por la crítica.
Pero Llamazares no era un desconocido en el campo de la literatura. A finales de los años setenta y principios de los ochenta fue un joven y prometedor poeta, como demuestran sus dos libros de poemas: La lentitud de los bueyes (1979) y Memoria de la nieve (1982). Se trata de una poesía cargada de nostálgico y melancólico ruralismo.
Hombre inquieto, abandonó su vena poética: publicó y publica novelas, ensayos, libros de viajes, guiones cinematográficos..., y se dedica al periodismo.
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