miércoles, 29 de diciembre de 2010

LO QUE HAY QUE VER / EXPOSICIONES

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Vamos a ver, ya habéis cenado y comido con la familia, habéis cantado villancicos, habéis ido de compras…; en fin, habéis hecho todo lo que se espera de vosotros en Navidad. ¿Y si hacéis algo diferente? Por ejemplo, ir a ver una exposición. Sed originales, si ya habéis comido turrón, comed cultura, que está sabrosa y no engorda.

Os proponemos que os acerquéis al Museo del Pardo para conocer a Peter Paul Rubens (1577-1640), uno de los más importantes pintores del arte occidental. En su época fue una auténtica estrella. No había gobernante, noble, rico comerciante o preboste eclesiástico que no quisiera tener una obra del pintor, lo que explica que se conserven alrededor de mil quinientas obras suyas, cifra del todo exorbitante para un pintor de la época. Pero Rubens, que era también un hombre de negocios, montó en Amberes (en la actual Bélgica) un taller y contrató a pintores con talento: Jacob Jordaens, Cornelis de Vos, Snyders, Jan Brueghel, Gaspar de Crayer, van Dyck… Cada uno de ellos se especializó en un aspecto: paisaje, flores, figuras, bodegones… Cuando recibía un encargo, Rubens hacía el diseño general y la obra iba pasando por los diferentes especialistas que hacían su parte. El maestro se reservaba las partes consideradas más importantes: el rostro y las manos, y daba los últimos retoques. La participación de Rubens era mayor o menor dependiendo de la importancia del cliente.


En los cuadros que se conservan en el Prado hay mucho de la mano de Rubens porque gran parte de ellos fueron encargos de Felipe III. Son noventa obras, demasiadas para estar todas expuestas, por lo que muchas de ellas están en los almacenes del museo. Es una magnífica oportunidad para verlas todas juntas.

Rubens fue, además, un hombre culto, gran conocedor de la historia, la literatura y la mitología clásicas (y eso que no le dio clases Mª Jesús); así que retamos a los alumnos de Cultura Clásica, Latín y Griego a que jueguen a averiguar los temas de muchas de las obras. También conocía en profundidad la historia sagrada.

Quizá lo más destacable de su pintura sea el dinamismo, el gusto por el color y la fastuosidad de sus composiciones. En fin, creemos que es una buena forma de emplear ese tiempo libre que, a lo mejor, no sabéis cómo emplear. Os dejamos un enlace para que vayáis abriendo boca: pinchad en la imagen.


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