sábado, 11 de diciembre de 2010

PROTOCOLO DE KYOTO

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Tal día como hoy, en el año 1997, tuvo lugar la firma del Protocolo de Kyoto, en dicha ciudad japonesa. La firma de dicho protocolo suponía una promesa por parte de los países industrializados de disminuir las emisiones de CO2 para los años 2008-2012. Pero aun así, el resultado no ha sido demasiado satisfactorio ante el problema que nos azota: el cambio climático.

La principal característica del Protocolo es que tiene objetivos obligatorios relativos a las emisiones de gases de efecto invernadero para las principales economías mundiales que lo hayan aceptado. Estos objetivos van desde -8% hasta +10% del nivel de emisión de los diferentes países en 1999 “con miras a reducir el total de sus emisiones de esos gases a un nivel inferior en no menos de 5% al de 1990 en el período de compromiso comprendido entre el año 2008 y el 2012″. En casi todos los casos, incluso en los que se ha fijado un objetivo de +10% de los niveles de 1990, los límites exigen importantes reducciones de las emisiones actualmente proyectadas. Se prevé el establecimiento de objetivos obligatorios futuros para los “períodos de compromiso” posteriores a 2012. Éstos se negociarán con suficiente antelación con respecto a los períodos afectados.

Los compromisos contraídos en virtud del Protocolo varían de un país a otro. El objetivo global del 5% para los países desarrollados debe conseguirse mediante recortes (con respecto a los niveles de 1990) del 8% en la Unión Europea (UE [15]), Suiza y la mayor parte de los países de Europa central y oriental; 6% en el Canadá; 7% en los Estados Unidos (aunque posteriormente los Estados Unidos han retirado su apoyo al Protocolo), y el 6% en Hungría, Japón y Polonia. Nueva Zelanda, Rusia y Ucrania deben estabilizar sus emisiones, mientras que Noruega puede aumentarlas hasta un 1%, Australia un 8% (posteriormente retiró su apoyo al Protocolo) e Islandia un 10%. La UE ha establecido su propio acuerdo interno para alcanzar su objetivo del 8% distribuyendo diferentes porcentajes entre sus Estados Miembros. Estos objetivos oscilan entre recortes del 28% en Luxemburgo y del 21% en Dinamarca y Alemania a un aumento del 25% en Grecia y del 27% en Portugal.

El Protocolo de Kyoto ha avanzado lentamente: se encuentra todavía en lo que se conoce con el nombre de “fase de ratificación”, y es un acuerdo complicado. Razones no faltan. El Protocolo no sólo debe ser eficaz frente a un problema mundial también complicado; debe ser también
políticamente aceptable. En consecuencia, se ha multiplicado el número de grupos y comités creados para supervisar y arbitrar sus diferentes programas, e incluso después de la aprobación del acuerdo en 1997, se consideró necesario entablar nuevas negociaciones para especificar las instrucciones sobre la manera de instrumentalizarlo. Estas normas, adoptadas en 2001, se conocen con el nombre de “Acuerdos de Marrakech”.

Al mismo tiempo, una novedad positiva es que algunos mecanismos del Protocolo cuentan con apoyo suficiente y se están estableciendo antes incluso de la entrada en vigor del mismo. Por ejemplo, el Mecanismo para un desarrollo limpio –a través del cual los países industrializados pueden cumplir en parte sus objetivos vinculantes de emisión mediante “créditos” obtenidos patrocinando proyectos que reducen las emisiones de gases de efecto invernadero en los países en desarrollo cuentan ya con una junta ejecutiva que está preparando algunas propuestas.

Para despedirme os dejo con un vídeo de uno de nuestros cómicos más célebres, José Mota, en el cual satiriza la situación de Bush ante la firma del Tratado:




Jesús del Saz, 1º de bachillerato
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2 comentarios:

Pepe Gómez dijo...

Muchas gracias por publicarlo¡ :)Espero que los políticos algún día dejen de posponer las promesas que tanto dicen...Y se empiecen a preocuparse por lo que de verdad importa

Las Blogueras Olivareras dijo...

Querido Pepe Gómez:
Sabes que para este blog siempre es un privilegio contar tus colaboraciones y tus buenos artículos. ¡Nos ha gustado mucho el vídeo!
Como tú bien dices, ojalá esas promesas no se queden el papel...

Un besito, Pepito