jueves, 18 de junio de 2009

NUESTROS EX

Este artículo está dedicado especialmente a nuestros alumnos de 2º de Bachillerato: unos han preferido estudiar un Ciclo Formativo de Grado Superior, otros han decidido dar el salto a la Universidad. A todos les deseamos que consigan estudiar aquello que han elegido, que disfruten de los años que les esperan, que los llenen de experiencias, felicidad y sabiduría…
No olvidéis que fue aquí, en El Olivo, donde comenzasteis a construir vuestro futuro. Y recordad que el futuro está siempre por llegar.


LA UNIVERSIDAD:

EXTENDER LAS ALAS Y ECHAR A VOLAR

Es difícil escribir por encargo. Pero también es un placer que te pidan que escribas algo para la revista virtual de tu instituto. Entonces, en esa tesitura entre lo difícil y lo placentero, la imaginación empieza a crear y recrear historias que contar a los que vienen detrás. ¿De qué hablar a las nuevas promociones de El Olivo si ya no conozco a nadie de allí? ¿Qué contarles sin saber qué les motiva, qué les interesa? Todas estas preguntas nacen junto con esos cuentos de la imaginación. Y de repente, un duende que a veces se pasea por mi habitación, me ayuda a resolver el problema y me da la pista para empezar mi historia:

Verano de 2004: “¿Qué va a ser de ti, lejos de casa? Nena, ¿qué va a ser de ti?”. Estos versos de una famosa canción de Joan Manuel Serrat vuelan por todas las habitaciones de mi casa.
En el mes de junio de 2004 hice mis exámenes de Selectividad por la rama de Ciencias de la Salud, y ya entonces tenía muy claro dónde pasaría los cuatro años siguientes de mi vida: en Salamanca. Iba a estudiar Filología. Y me “escapaba” de Madrid para hacerlo. En Salamanca había una nueva titulación que atrajo no sólo mi curiosidad, sino la de muchos más jóvenes de toda España: Filología doble Hispánica e Inglesa. Y todo en cuatro años. “¡¡Fantástico!!”, pensé. Estudiando Filología en Salamanca, no sólo me ahorraba un año de carrera, sino que además, saldría de la universidad con dos titulaciones. Aquello era lo mejor que me podía pasar. Así que tras largas conversaciones familiares y el nudo en la garganta por abandonar mi casa con dieciocho años, comencé a dar mis primeros pasos sola.
Salamanca imponía mucho. Y la universidad. Parecía que todo el mundo era mucho más mayor que yo. Parecía que mis compañeras veteranas de la residencia donde caí, casi por casualidad, eran unas auténticas madres en potencia: las que tomarían el relevo de mis padres y me llevarían de la mano. Pero pronto me di cuenta de que la cosa no era para tanto. Enseguida me adapté a la ciudad, a mis nuevos compañeros de clase y empecé a hacer amigos. Algunos de ellos se quedaron en el camino, pero otros muchos permanecen incondicionales. Cada año he conocido a gente nueva de sitios muy diferentes; y esa riqueza junto con el hecho de estar “sola”, me ha hecho madurar mucho y muy rápido.

Ahora ya estoy en mi cuarto año de carrera y puedo decir con seguridad que mis alas se extendieron completamente hace tiempo, que por fin no solo doy mis primeros pasos sola, sino que ya eché a volar. A veces entra nostalgia por estar fuera de casa, pero también da una alegría increíble hacer lo que uno quiere y ser feliz con ello. La Filología me apasiona, mis amigos me llenan y cubren el hueco físico de mi familia, la residencia es como mi casa, y Salamanca es mi ciudad adoptiva. 2008 supondrá nuevos cambios: una etapa que se cierra y un futuro algo incierto: ¿quizás una Erasmus para terminar las asignaturas de Filología Inglesa que quedaron en el camino?, ¿tal vez una beca Séneca en Santiago de Compostela para disfrutar de la ciudad de mis sueños?, o a lo mejor me quedo en Salamanca, trabajando, investigando y despidiénd
ome de la ciudad que me abrió los brazos y que me enseñó lo que es la independencia y la verdadera amistad.


La experiencia universitaria es lo mejor que me ha pasado en la vida, académica y personalmente hablando. He aprovechado estos años al máximo, porque sé que son los mejores: años de estudio interminable, de exámenes que duran hasta cinco horas; pero también de fiestas, recitales, conciertos y cafés en la facultad; años de conversaciones hasta las tantas de la noche, de ilusiones y desilusiones, años que, en fin, te regalan la experiencia y los amigos que mantendrás toda la vida. Con algo así, ¿quién tiene miedo a volar?

Patricia Bejarano
Ex alumna de El Olivo

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