viernes, 5 de junio de 2009

CIENCIA/ MEDIO AMBIENTE

5 DE JUNIO,
DÍA DEL MEDIO AMBIENTE

Como habéis podido comprobar, a lo largo de toda la semana se han publicado los trabajos relacionados con el medio ambiente que han realizado algunos alumnos. Desde aquí queremos mostrar nuestro agradecimiento a todos ellos. Nunca he creído mucho en la celebración de los “Días Mundiales”, y sin embargo este que celebramos hoy tiene para mí una significación muy especial.
A veces nos cuesta tomar conciencia de la situación en la que se encuentra nuestro querido planeta. El trabajo, los estudios, las prisas de nuestra vida cotidiana nos impiden ver más allá de lo que la prensa y los medios de comunicación nos cuentan: noticias a menudo incompletas, a veces tergiversadas e incluso alarmistas, que no nos dicen mucho de la situación real y global de la Tierra. Otras veces, es verdad, no queremos saber más. La situación se pinta tan catastrófica, que preferimos volver la cabeza y no ver. Es cuestión de seguir viviendo. ¿No?

Pero la Tierra es nuestra responsabilidad, de todos y de cada uno de nosotros.
Por eso es tan importante informarse, abrir nuestros ojos y nuestros oídos. Leer: las bibliotecas están llenas de libros y películas relacionadas con el tema. Y por supuesto, Internet. Aunque sabemos que no todo lo que aparece en Internet es cien por cien fiable, cuanto más leamos, cuanto más y mejor informados estemos, más claro y preciso será nuestro criterio.

A lo largo de toda la Educación Secundaria y también en Bachillerato, especialmente en la asignatura de Ciencias de la Tierra y Medio Ambientales, los profesores de Biología y Geología intentamos acercar a nuestros alumnos la realidad de nuestro planeta. Explicarles que el hombre depende de la Tierra, sí, pero hay que ir más allá. El estudio del medio ambiente implica abarcar los temas desde distintos puntos de vista: no se trata de ver el problema medioambiental concreto. Hay que enfocarlo de manera global, observando todas las variables implicadas, las relaciones entre ellas y sus repercusiones en cadena. Es complejo, porque hay que saber muchas cosas y saber cómo interactúan. Por ejemplo, si talamos bosques para obtener madera, no sólo agotaremos este recurso, sino que además provocamos la ero
sión y el deterioro del suelo, la disminución de los recursos hídricos de la región, el aumento del CO2 atmosférico y la ruptura de las cadenas tróficas. Porque en la Tierra, y cuando digo la Tierra no me refiero solamente a la naturaleza, todo está enlazado.
Para mí es una satisfacción muy grande ver como mis alumnos de 2º de Bachillerato van tomando conciencia de la situación a medida que vamos avanzando en el curso. Y espero que todo lo que ellos han aprendido, todo lo que han “sufrido” con algunos temas –acordaos del tema del clima- , les sirva para que a partir de ahora tengan una nueva visión del mundo, más real, más global y más comprometida. Desde aquí un saludo cariñoso para todos ellos.

El Día del Medio Ambiente no puede ser solamente un día en el que las calles estén limpias de botes de refresco y envoltorios de hamburguesas. Preocuparnos mucho por la contaminación, por el cambio climático. No es eso. Hay que pararse a pensar.

Desde aquí animo a todos, alumnos y profesores, a informarse. A formarse un criterio propio. A decidirse. Compartamos los coches para venir a trabajar si no podemos usar el transporte público. Ap
aguemos las luces si no las necesitamos. Un sinfín de gestos más que podemos hacer y que no hacemos, ¿por comodidad, por dejadez? ¿Por qué?

Para celebrar el Día Mundial del Medio Ambiente he elegido un texto antiguo: se trata de la carta que envió en 1854 el Jefe indio Seattle al “Gran Jefe Blanco” en respuesta a la oferta del gobierno de los Estados Unidos de comprar las tierras donde vivían las tribus indígenas. Leedla con atención, porque es quizás una de las declaraciones más bellas y acertadas que se han hecho nunca en defensa del Medio Ambiente:


“El Gran Jefe de Washington manda decir que desea comprar nuestras tierras. El Gran Jefe también nos envía palabras de amistad y buena voluntad. Apreciamos esta gentileza porque sabemos que poca falta le hace, en cambio, nuestra amistad. Vamos a considerar su oferta, pues sabemos que, de no hacerlo, el hombre blanco podrá venir con sus armas de fuego y tomarse nuestras tierras. El Gran Jefe de Washington podrá confiar en lo que dice el Jefe Seattle con la misma certeza con que nuestros hermanos blancos podrán confiar en la vuelta de las estaciones. Mis palabras son inmutables como las estrellas.

¿Cómo podéis comprar o vender el cielo, el calor de la tierra? Esta idea nos parece extraña. No somos dueños de la frescura del aire ni del centelleo del agua. ¿Cómo podríais comprarlos a nosotros? Lo decimos oportunamente. Habéis de saber que cada partícula de esta tierra es sagrada para mi pueblo. Cada hoja resplandeciente, cada playa arenosa, cada neblina en el oscuro bosque, cada claro y cada insecto con su zumbido son sagrados en la memoria y la experiencia de mi pueblo. La savia que circula en los árboles porta las memorias del hombre de piel roja.

Los muertos del hombre blanco se olvidan de su tierra natal cuando se van a caminar por entre las estrellas. Nuestros muertos jamás olvidan esta hermosa tierra porque ella es la madre del hombre de piel roja. Somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros. Las fragantes flores son nuestras hermanas; el venado, el caballo, el águila majestuosa son nuestros hermanos. Las praderas, el calor corporal del potrillo y el hombre, todos pertenecen a la misma familia.
Por eso, cuando el Gran Jefe de Washington manda decir que desea comprar nuestras tierras, es mucho lo que pide. El Gran Jefe manda decir que nos reservará un lugar para que podamos vivir cómodamente entre nosotros. El será nuestro padre y nosotros seremos sus hijos. Por eso consideraremos su oferta de comprar nuestras tierras. Mas, ello no será fácil porque estas tierras son sagradas para nosotros. El agua centelleante que corre por los ríos y esteros no es meramente agua sino la sangre de nuestros antepasados. Si os vendemos estas tierras, tendréis que recordar que ellas son sagradas y deberéis enseñar a vuestros hijos que lo son y que cada reflejo fantasmal en las aguas claras de los lagos habla de acontecimientos y recuerdos de la vida de mi pueblo. El murmullo del agua es la voz del padre de mi padre. Los ríos son nuestros hermanos, ellos calman nuestra sed. Los ríos llevan nuestras canoas y alimentan a nuestros hijos. Si os vendemos nuestras tierras, deberéis recordar y enseñar a vuestros hijos que los ríos son nuestros hermanos y hermanos de vosotros; deberéis en adelante dar a los ríos el trato bondadoso que daréis a cualquier hermano.

Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestra manera de ser. Le da lo mismo un pedazo de tierra que el otro porque él es un extraño que llega en la noche a sacar de la tierra lo que necesita. La tierra no es su hermano sino su enemigo. Cuando la ha conquistado la abandona y sigue su camino. Deja detrás de él las sepulturas de sus padres sin que le importe. Despoja de la tierra a sus hijos sin que le importe. Olvida la sepultura de su padre y los derechos de sus hijos. Trata a su madre, la tierra, y a su hermano el cielo, como si fuesen cosas que se pueden comprar, saquear y vender, como si fuesen corderos y cuentas de vidrio. Su insaciable apetito devorará la tierra y dejará tras sí sólo un desierto.

No lo comprendo. Nuestra manera de ser es diferente a la vuestra. La vista de vuestras ciudades hace doler los ojos al hombre de piel roja. Pero quizá sea así porque el hombre de piel roja es un salvaje y no comprende las cosas. No hay ningún lugar tranquilo en las ciudades del hombre blanco, ningún lugar donde pueda escucharse el desplegarse de las hojas en primavera o el orzar de las alas de un insecto. Pero quizá sea así porque soy un salvaje y no puedo comprender las cosas. El ruido de la ciudad parece insultar los oídos. ¿Y qué clase de vida es cuando el hombre no es capaz de escuchar el solitario grito de la garza o la discusión nocturna de las ranas alrededor de la laguna? Soy un hombre de piel roja y no lo comprendo. Los indios preferimos el suave sonido del viento que acaricia la cala del lago y el olor del mismo viento purificado por la lluvia del mediodía o perfumado por la fragancia de los pinos.

El aire es algo precioso para el hombre de piel roja porque todas las cosas comparten el mismo aliento: el animal, el árbol y el hombre. El hombre blanco parece no sentir el aire que respira. Al igual que un hombre muchos días agonizante, se ha vuelto insensible al hedor. Mas, si os vendemos nuestras tierras, debéis recordar que el aire es precioso para nosotros, que el aire comparte su espíritu con toda la vida que sustenta. Y, si os vendemos nuestras tierras, debéis dejarlas aparte y mantenerlas sagradas como un lugar al cual podrá llegar incluso el hombre blanco a saborear el viento dulcificado por las flores de la pradera.

Consideraremos vuestra oferta de comprar nuestras tierras. Si decidimos aceptarla, pondré una condición: que el hombre blanco deberá tratar a los animales de estas tierras como hermanos. Soy un salvaje y no comprendo otro modo de conducta. He visto miles de búfalos pudriéndose sobre las praderas, abandonados allí por el hombre blanco que les disparó desde un tren en marcha. Soy un salvaje y no comprendo como el humeante caballo de vapor puede ser más importante que el búfalo al que sólo matamos para poder vivir. ¿Qué es el hombre sin los animales? Si todos los animales hubiesen desaparecido, el hombre moriría de una gran soledad de espíritu. Porque todo lo que ocurre a los animales pronto habrá de ocurrir también al hombre. Todas las cosas están relacionadas entre sí.

Vosotros debéis enseñar a vuestros hijos que el suelo bajo sus pies es la ceniza de sus abuelos. Para que respeten la tierra, debéis decir a vuestros hijos que la tierra está plena de vida de nuestros antepasados. Debéis enseñar a vuestros hijos lo que nosotros hemos enseñados a los nuestros: que la tierra es nuestra madre. Todo lo que afecta a la tierra afecta a los hijos de la tierra. Cuando los hombres escupen el suelo se escupen a sí mismos.
Esto lo sabemos: la tierra no pertenece al hombre, sino que el hombre pertenece a la tierra. El hombre no ha tejido la red de la vida: es sólo una hebra de ella. Todo lo que haga a la red se lo hará a sí mismo. Lo que ocurre a la tierra ocurrirá a los hijos de la tierra. Lo sabemos. Todas las cosas están relacionadas como la sangre que une a una familia.

Aún el hombre blanco, cuyo Dios se pasea con él y conversa con él -de amigo a amigo- no puede estar exento del destino común-. Quizá seamos hermanos, después de todo. Lo veremos. Sabemos algo que el hombre blanco descubrirá algún día: que nuestro Dios es su mismo Dios. Ahora pensáis quizá que sois dueño de nuestras tierras; pero no podéis serlo. Él es el Dios de la humanidad y Su compasión es igual para el hombre blanco. Esta tierra es preciosa para Él y el causarle daño significa mostrar desprecio hacia su Creador. Los hombres blancos también pasarán, tal vez antes que las demás tribus. Si contamináis vuestra cama, moriréis alguna noche sofocados por vuestros propios desperdicios. Pero aún en vuestra hora final os sentiréis iluminados por la idea de que Dios os trajo a estas tierras y os dio el dominio sobre ellas y sobre el hombre de piel roja con algún propósito especial. Tal destino es un misterio para nosotros porque no comprendemos lo que será cuando los búfalos hayan sido exterminados, cuando los caballos salvajes hayan sido domados, cuando los recónditos rincones de los bosques exhalen el olor a muchos hombres y cuando la vista hacia las verdes colinas esté cerrada por un enjambre de alambres parlantes. ¿Dónde está el espeso bosque? Desapareció. ¿Dónde está el águila? Desapareció. Así termina la vida y comienza la supervivencia...”

Fdo: Gran Jefe Seattle. 1854

Espero que os haya gustado. Hasta la próxima.

Lourdes Carnero
Departamento de Biología y Geología.
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