martes, 3 de marzo de 2009

LA VOZ DE LA MUJER EN LA LITERATURA

Hoy en día hay muchas mujeres escritoras que incluyen entre los temas de su literatura la denuncia de la situación de la mujer: no sería ninguna novedad ni ningún descubrimiento traer aquí sus palabras. Yo quiero rescatar o recordar las palabras de mujeres que vivieron hace mucho, antes de que existiera el concepto de feminismo, pero que fueron conscientes de su situación de desventaja y, valientemente, lo denunciaron en un mundo que les era hostil. Estas mujeres son Sor Juana Inés de la Cruz y María de Zayas.


María de Zayas y Sotomayor (1590-1661) es considerada la primera novelista española. Pocos datos ciertos se tienen sobre su vida, pero se sabe que pasó un periodo de su vida en Madrid, donde fue admirada como literata: el mismo Lope de Vega le dedica unos versos laudatorios. Escribió dos colecciones de novelas cortas: Novelas amorosas y ejemplares (1637), de influencia cervantina, y Desengaños amorosos (1647).

El tema central de sus novelas es el amor, pero con una visión pesimista que impide el final feliz característico de las novelas cortesanas de la época. Muchas de sus heroínas terminan huyendo a un convento (aunque hoy nos parezca una aberración, para una mujer de la época, el convento podía significar la libertad de no tener que someterse a ningún hombre). En boca de sus personajes femeninos aparecen juicios como éstos:

«En la era que corre estamos con tan adversa opinión con los hombres, que ni con el sufrimiento los vencemos ni con la conciencia los obligamos. (...) ¿Por qué, vanos legisladores del mundo, atáis nuestras manos para la venganza, imposibilitando nuestras fuerzas con vuestras falsas opiniones, pues nos negáis letras y armas? ¿Nuestra alma no es la misma que la de los hombres? (...) Por tenernos sujetas desde que nacimos, vais enflaqueciendo nuestras fuerzas con temores de la honra, y el entendimiento con el recato de la vergüenza, dándonos por espadas ruecas, y por libros almohadillas».

«¿Qué razón hay para que no tengamos promptitud para los libros? Y más si todas tienen mi inclinación, que en viendo cualquiera nuevo o antiguo dexo la almohadilla y no sosiego hasta que le paso».

«Ah, flaqueza femenil de las mujeres acobardadas desde la infancia y aviltadas las fuerzas con enseñarles primero a hacer vainicas que a jugar las armas…».

«…Dejemos las galas y rosas, y volvamos por nosotras mismas, unas con el entendimiento y otras con las armas».

Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695) nació en México (entonces virreinato español) y fue hija ilegítima de un militar español y una criolla. Desde muy joven sintió una gran curiosidad por la cultura, y leyó todo lo que en su época se podía leer. Quiso ir a la Universidad, algo inaudito e imposible en la época (pensó incluso en disfrazarse de hombre). Mujer inteligente como era, decidió mantenerse independiente de la única manera que una mujer podía hacerlo en la época: se metió monja. En la orden de las Jerónimas pudo llevar una vida tranquila que le permitió dedicarse a la literatura (escribió poesía y obras de teatro) e incluso realizar experimentos científicos para intentar saciar su inmensa curiosidad.

Su poesía resulta hoy algo difícil (es poesía barroca, llena de artificios), pero hemos seleccionado algunas estrofas de un famoso poema suyo.

REDONDILLAS


Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis:

si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?

Combatís su resistencia
y luego, con gravedad,
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.
[…]
¿Qué humor puede ser más raro
que el que, falto de consejo,
él mismo empaña el espejo,
y siente que no esté claro?
[…]
Siempre tan necios andáis
que, con desigual nivel,
a una culpáis por crüel
y a otra por fácil culpáis.
[…]

Pues ¿para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.

Dejad de solicitar,
y después, con más razón,
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.

Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo.
Son sólo dos muestras de esas voces femeninas discordantes que lucharon por la dignidad de la mujer antes de que existiera el feminismo.
Lola Sevila

No hay comentarios: