lunes, 14 de septiembre de 2009

LEONARD COHEN

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Cuando yo tenía 14 años, tuve que dejar la ciudad donde vivía porque trasladaron a mi padre a Palma de Mallorca. Como despedida, un amigo me regaló un disco de un cantante que yo no conocía y que se llamaba Leonard Cohen. Se trataba, por supuesto, de un disco de vinilo, y yo no me atreví a meterlo en la maleta por miedo de que se rompiera. Viajó conmigo en el avión y tuve tiempo de leer y releer su título: Songs from a Room.

Mi nueva casa estaba muy cerca de la bahía de Palma, y desde mi habitación tenía una maravillosa vista del mar. Empezaba bien la cosa, pero todos los comienzos son difíciles. Estaba en una ciudad extraña, no conocía a nadie y todavía quedaba mucho para que empezara el curso. Pasé horas y horas mirando el mar y escuchando a ese tipejo que parecía salmodiar en vez de cantar. Poco a poco fui amando esa especie de letanía susurrada que eran sus canciones. Concretamente, escuchaba una y otra vez Bird on the Wire, aunque no entendiera nada (era, y sigo siendo, una analfabeta en inglés; lo reconozco con cierta vergüenza).

Pasaron las semanas y empezó el curso. Pasaron los meses y tuve amigos, y tuve uno que sabía inglés y que me fue traduciendo las letras. Tampoco entendía mucho: hablaba de amores difíciles e imprescindibles, de relaciones frustradas, de muerte y de la Biblia; a veces, todo mezclado, entreverado de metáforas y referencias que se me escapaban. Pero seguí amando sus canciones y descubrí otras: Suzanne, Chelsea Hotel nº 2, The Gypsy's Wife, Marianne... Me enteré de que había nacido en Montreal (Canadá) en 1934, que era judío, que también escribía poesía y narrativa, que llevaba una vida inquieta y poco convencional. Su música acompañó mi adolescencia y alimentó una melancolía que nunca me ha abandonado.

Pasaron los años, cambié varias veces de ciudad, crecí, conocí otras músicas. Leonard Cohen quedó un poco apartado de mi vida. Pero hace unos meses, encontré en unos grandes almacenes mi viejo disco de vinilo reeditado en CD. En un ataque de nostalgia me lo compré (ese y un recopilatorio) y grabé todas las canciones en mi MP4. Ha sido la banda sonora de mi verano. De nuevo lo he escuhado frente al mar. Me ha seguido acompañando en mis viajes septembrinos a Parla y ha llenado de melancolía esos increíbles paisajes que se ven desde el tren. Tanta nostalgia sólo puede ser síntoma de que envejezco.

Ayer me enteré por el periódico de que ha actuado en Madrid, que a sus casi 75 años (los cumple el próximo día 21) cantó durante tres horas ante cerca de diez mil espectadores y estuvo maravilloso. El periodista comenta que fue como ver una espléndida Venecia antes de hundirse.

Ironías del destino: hace cuatro años, su representante y amante intermitente lo abandonó y se largó con cinco millones de dólares. Cohen ha tenido que organizar una gira mundial (¡a su edad!) para resarcirse. Algo tendremos que agradecerle a esa malvada. Leonard, nunca aprenderás que el amor es, a veces, muy peligroso.

En fin, aquí os dejo esa canción que tanto me gustaba (y me gusta). No sé cómo la recibirán esas orejitas que han crecido con Bisbal o reguetón. Miedo me da pensarlo.

Lola Sevila


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1 comentario:

Anónimo dijo...

Leonard Cohen es un grande. Mi generación "maduró" con todo eso de Operación Triunfo, pero aquí hay una que se crió con música sesentera, setentera y ochentera, nada que ver con el resto vamos.
Que siempre que tengo un momento, la canción de Take this Waltz está siempre en mis listas de reproducción.
Así que todo el mundo a escuchar al señor Cohen, que los jóvenes de hoy en día deberían aprender a escuchar la música de toda la vida :)

Marta V.