jueves, 24 de junio de 2010

LA MAÑANA DE SAN JUAN

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No sólo la noche de San Juan es mágica, también lo es la mañana; por eso aparece tantas veces en la literatura popular, sobre todo en los romances y en la lírica popular.
Los romances son composiciones poéticas formadas por una serie de versos octosílabos con rima asonante en los pares. Son poemas populares que se remontan a la Edad Media y que quizá tienen su origen en la partición de los versos de la épica, tal como afirmaba Menéndez Pidal. Estos poemas van a tener una doble vida- Por un lado, una escrita, ya que los poetas cultos los recogen a partir del siglo XV en "romanceros", lo que permite su difusión y su paso a la posteridad. La otra vida es la popular, la que va de boca en boca y de generación en generación, añadiéndole cambios, eliminando fragmentos... Se crean así formas poéticas cambiantes en lo anecdótico, que no en lo esencial, que van a llegar lejos en el espacio y en el tiempo. Los romances cruzarán el Atlántico y desembarcarán en América, iniciando allí una nueva vida llena de transformaciones y adaptaciones; los sefardíes (los judíos que fueron expulsados en 1492) llevarán consigo los romances y los cantarán por medio mundo. Su viaje en el tiempo llegará hasta, aproximadamente, nuestras abuelas. Depués, los medios de comunicación les cortarán el camino. Ya nadie los canta, ahora se prefire lo que se oye en la televisión o en la radio.

De esta segunda vida popular, hemos recogido un romance muy famoso, Romance del Conde Niño, del que se conservan muchas versiones, como la que le llegó al cantaor flamenco Antonio Mairena (1909-1983) a través, según contaba él, de su tía abuela Francisca. Una preciosidad de corrido flamenco (así se llama el palo) cantado con la maestria de Mairena.


Romance del Conde Niño

Se levantó el Conde Niño
una mañana de San Juan
y a darle agua a su caballo
a la orillita del mar.

Mientras su caballo bebe
echaba el Niño a cantar,
águilas que van volando
se paraban a escuchar.

La reina que lo está oyendo
en su palacio real:
- Mira, mare, cómo canta
la serena de la mar.

No es la serena, mi mare,
ni tampoco el serenar,
que es el hijo del rey conde
que por mí penando está.

Si es el hijo del rey conde
cuatro tiros le han de dar
y otros cuatro a su caballo
a la orillita del mar.

Pasan uno y pasan dos
y la niña mala está,
muere la niña y el conde
y los llevan a enterrar.

Y Jesús de los milagros
hizo florecer un rosal
con un letrero que dice:
“muertos de tanto penar”.

Qué desgraciaíto,
desgraciao de aquel
que llevó su caballo al agua,
se lo trajo sin beber.

Canción recogida en el disco Cantes festeros de Antonio Mairena, publicado por Ariola en 1972, con producción de José Manuel Caballero Bonald. A la guitarra: Melchor de Marchena.

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