martes, 22 de junio de 2010

LA LUCHA DE LAS MUJERES POR ACCEDER A LA CIENCIA

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¿Os imagináis que tuvierais que disfrazaros para poder recibir clases? Aunque no lo creáis ha habido mujeres a lo largo de la historia que han tenido que utilizar todo tipo de artimañas para poder asistir a clases, leer sus trabajos, etc.

A la matemática María Gaetana Agnesi (1718-1799) se la considera la primera profesora universitaria. En 1750 es nombrada catedrática de matemáticas superiores y filosofía natural en la Universidad de Bolonia. Se cuentan sobre ella varias anécdotas: que a la edad de nueve años estuvo durante una hora ante una asamblea culta hablando en latín sobre el derecho de la mujer a estudiar ciencias y sobre cómo las artes liberales no eran contrarias al sexo femenino; o que era sonámbula y que, en ocasiones, después de trabajar intensamente se iba a dormir dejando un problema sin resolver sobre el escritorio, el cual encontraba a la mañana siguiente perfectamente resuelto mientras dormía. Aunque su nombre apareció durante 45 años en el registro de la universidad, parece ser que nunca pasó por Bolonia.

Gabrielle Émilie de Breteuil, marquesa de Châtelet (1706-1749) fue una dama de la alta aristocracia francesa que participó activamente en los acontecimientos científicos del siglo de las luces. Como mujer tuvo la rara suerte en aquella época de tener un padre que no la consideró tan solo como una hija a casar, además de encontrar unos compañeros que la consideraban como una igual: desde 1735 formó pareja con Voltaire. Juntos trabajaron y estudiaron, sus salones se convirtieron en centro de intelectuales de toda Europa, mantuvo correspondencia con los grandes matemáticos de la época y formaron una biblioteca de más de diez mil volúmenes. Escribió también un interesante Discurso sobre la felicidad, el amor al estudio era más necesario para la felicidad de las mujeres, ya que es una pasión que hace que la felicidad dependa únicamente de cada persona.

Sophie Germain (1776-1831) fue una brillante matemática autodidacta que no logró su pleno desarrollo porque su condición de mujer la excluyó de una educación matemática formal y de la pertenencia a una jerarquía científica eminentemente masculina. Después de vencidos los obstáculos que sus padres le imponían para que no se dedicase a su pasión matemática -la privaban de luz, calefacción y ropa para que no estudiara por las noches-, al cumplir 18 años tuvo que adoptar la identidad de un antiguo estudiante de la Escuela Politécnica de París, Monsieur Le Blanc, para cursar estudios matemáticos ya que las mujeres estaban excluidas del acceso a los cursos. Con esta misma identidad presentó un trabajo final que impresionó a Lagrange por su originalidad, quien la animó a seguir estudiando. Finalmente consiguió en 1816 el Premio Extraordinario de la Academia de Ciencias. Más tarde Fourier, el secretario permanente de la Academia le permitió asistir a sesiones, siendo la primera mujer, no esposa de académico, que lo hizo.

La matemática rusa Sonia Kovalévskaya (1850-1891) tuvo que concertar un matrimonio de conveniencia con un joven para poder salir del país a estudiar debido a la prohibición del acceso a la universidad para las mujeres. Tuvo que peregrinar por varias ciudades europeas antes de que llegase a doctorarse en matemáticas gracias a la ayuda de su maestro Weierstrass. No obstante no pudo trabajar en ninguna universidad de Europa hasta 9 años después, año en el que fue nombrada profesora de la Universidad de Estocolmo. En 1888, la Academia de Ciencias de París le concedió el Premio Bordin, en mayo de 1889 fue nombrada profesora vitalicia en Estocolmo, y finalmente, fue nombrada miembro honorífico de la Academia de Ciencias de San Petesburgo aunque no de pleno derecho a pesar de sus esfuerzos.


Mucho había tenido que cambiar la sociedad occidental desde el asesinato de la filósofa, astrónoma y matemática Hipatia de Alejandría, a manos de monjes fanáticos cristianos en el año 415, hasta el ilustrado Siglo de las Luces en el que estas tres insignes mujeres matemáticas llevaran a cabo su labor científica y su lucha contra el tradicional papel de la mujer en una cultura patriarcal pensada por y para varones.

Por lo que respecta a España, aunque en 1910 se autorizó el acceso de las mujeres a la Universidad, la primera catedrática, Ángeles Galino Carrillo, obtuvo su puesto hace poco más de 50 años, y hasta hace poco más de 25 no hubo una mujer rectora, Carmina Virgili Rodón. Y mientras que un siglo después las mujeres ya suponen el 60 por ciento de los licenciados, el embudo se estrecha a medida que nos acercamos hacia puestos de responsabilidad. Según fuentes del Ministerio de Educación, sólo el 36 por ciento son profesoras titulares o forman parte del personal docente e investigador, y solo el 15 por ciento ocupan cátedras o rectorados. En cuanto a las Sociedades Científicas la oposición al acceso de la mujer ha sido todavía más recalcitrante si tenemos en cuenta que la primera mujer española que entró en la Academia de Ciencias fue Margarita Salas, bióloga molecular, ¡en el tardío año de 1988!
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Ana Cáceres Aponte, profesora de Matemáticas
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