martes, 10 de enero de 2012

PERSONAS, PERSONAJES Y PERSONAJILLOS

Abrimos una nueva sección para hablar de aquellas personas que merecen que hablemos de ellas, por cosas grandes o por cosas chicas; por sus obras o por sus vidas.


Vamos a empezar con Manuel Jalón Corominas. A lo mejor este nombre le suena a alguien porque murió hace poco (el 16 de diciembre de 2011) y los medios de comunicación lo recordaron. Esto no quiere ser una necrológica, sino un homenaje sentido y lleno de admiración a la persona que consiguió que las mujeres no se arrodillaran, al menos para fregar el suelo. Porque, sí señores, don Manuel inventó la fregona, entre otras cosas.


Nació en Logroño en 1925, aunque se crió en Zaragoza y se sintió siempre zaragozano. Le enorgulleció mucho cuando lo nombraron hijo adoptivo de la ciudad en 199
2. Sólo tenía 11 años cuando comenzó la Guerra Civil española, y 14 cuando acabó. Eran malos tiempos para labrarse un futuro, pero no para los chicos listos. Se alistó en el Ejército del Aire y eso le permitió estudiar y titularse como ingeniero aeronáutico. En los años cincuenta se trasladó a Estados Unidos, lo que en aquella época, para un español, era casi como ir a Marte. Fue él quien trajo los primeros aviones a reacción del ejército español.

Le gustaba observar, pensar e inventar. En su taller de Zaragoza ideó en 1956 la fregona, un p
alo al final del cual había un penacho de tiras de algodón que se introducía en un cubo con agua y que se podía escurrir gracias a unos rodillos que se accionaban con un pedal. La introducción del plástico mejoró el modelo y lo abarató. El artilugio fue fabricado y exportado por la empresa que él mismo había creado. Y siguió inventando cosas útiles, como la primera jeriguilla desechable, tan higiénica y tan imprescindible, que también comercializó en una empresa propia. Terminó vendiendo sus patentes y sus empresas a firmas extranjeras.

Siempre con
sideró que pasar su infancia en el campo, cerca de la naturaleza, fue una gran suerte. Pero la naturaleza siempre ha estado ahí, la suerte fue su gran curiosidad y su capacidad para observar todo lo que le rodeaba y para preguntarse por qué ocurren las cosas. Todo un ejemplo.

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