lunes, 1 de agosto de 2011

UN POEMA PARA AGOSTO - HOMENAJE A MIGUEL HERNÁNDEZ


AGOSTO-diario

Verde el sonrojo dulce y soberano,
concha desaforada
de los corales rojos grano a grano,
aún no está efectüada
la sonrisa informal de la granada.

Cohetes de mercurios y cristales,
los termómetros fieles
de la temperatura dan señales,
y propasan niveles
en un desliz por números y rieles.

Acarrean amor las cochinillas
sobre los andadores.
Músculos de pimientos y membrillas.
Propelen los verdores
a plantear su crisis de frescores.

Medusa vegetal, la vid rodea
la moscatel campiña.
El sarmiento, a compás, dilata, crea,
racimo y citro en riña,
la contorsión, la gloria de la viña.

Contrito el higo de su mismo peso,
volcán de oscuro y grana
con erupciones puras de oro grueso,
envisca la mañana
destrozando de un golpe su sotana.

Llueve azabaches, ébanos sabrosos
la maliciosa higuera:
su verdor con defectos tenebrosos
consigue de carrera
la proyección del sexo en la palmera.

Fórmula de giraldas y de altura,
término de la rama:
preñada de amenazas de dulzura,
hembra de amor, reclama
el macheo del polen que le ama.

Si Dios creó la luz una vez sola,
la luz a Él cada día.
Se anuda la cigarra y atorrola.
La hormiga, en romería,
nutriendo cretas va de tierra umbría.

Inicial aviación, cubren raídes
de amores y de galas,
libélulas primeras, netos quides
de las modernas alas,
volando entre archipiélagos de palas.

Hace los cuerpos tanto, ¡tanto! grado,
cuerpos de regadío.
Su conclusión, su bienestar, su agrado,
silencio urgente frío,
su dimisión presenta al mar el río.

Justo para el amor, entro en el huerto,
su vida inquieto, rondo;
alzo la mano y cojo el fruto cierto:
¡qué fácil! y redondo...
Se repite en lo verde lo serondo.

Con mi entrada coincide la salida
de una avispa rabiosa.
¡Oh rica inflamaición!, ¡Oh rabia hida!,
¡oh espina! en que reposa
tu carácter callado y manso, ¡oh rosa!

Sol y sombra alternados en el talle,
loca de insolaciones,
busca la avispa sombras en ventalle,
dejando posesiones
deliciosas, mis solas tentaciones.

Y las de los chiquillos vecinales,
antonios en pequeño.
¡Qué esfuerzo! más supremo hacen los tales,
¡qué obstinación y empeño!
por no coger la poma ante su dueño.

Medicina solar, mis males curo
con guijos quemadores.
Sobre el abismo urbano de este muro
con vidriados rigores,
jugándose la vida hay cuatro flores.

Si nunca para el puño se halla escasa
la rama del frutero,
copiosamente, al ir del huerto a casa,
erizan el sendero
pelibros para el pie de estercolero.

Miguel Hernández

Le estamos cogiendo gustillo a estos poemas gongorino-huertanos de Miguel Hernández.

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