domingo, 15 de marzo de 2009

SEMANA DE LA POESÍA

Como en el blog estamos celebrando la semana de la poesía y ya que los poetas expresan de una forma tan bella los problemas que afligen al ser humano, he pensado que sería una buena ocasión unir poesía y filosofía y ver cómo se enfrentan 3 poetas con el problema de la identidad personal.

Estos poemas están dedicados, especialmente, a mis alumn@s de primero de bachillerato, porque también a ell@s les ha llegado la hora de cuestionarse quiénes son.

He seleccionado al zamorano León Felipe (1884-1958), a nuestro Nobel de Literatura, Juan Ramón Jiménez (1881-1958), y al asturiano Ángel González (1925-2008) para que nos hablen de sí mismos.

EL CRISTO…ES EL HOMBRE

[…] El Hombre, el Hombre es lo que importa.

Ni el rico

ni el pobre importan nada…

Ni el proletario

ni el diplomático

ni el industrial

ni el arzobispo

ni el comerciante

ni el soldado

ni el artista

ni el poeta en su sentido ordinario y doméstico importan

nada.

Nuestro oficio no es nuestro Destino

“No hay otro oficio ni empleo que aquel que enseña al

hombre a ser un Hombre”.

El Hombre es lo que importa.

El Hombre ahí,

desnudo bajo la noche y frente al misterio,

con su tragedia a cuestas,

con su verdadera tragedia,

con su única tragedia…

la que surge, la que se alza cuando preguntamos, cuando

gritamos en el viento.

¿Quién soy yo?

Y el viento no responde… Y no responde nadie.

¿Quién es el Hombre?... […]

León Felipe


.


"J.R.J." de Daniel Vázquez


YO NO SOY YO.


Soy este

que va a mi lado sin yo verlo;

que, a veces, voy a ver,

y que, a veces, olvido.

El que calla, sereno, cuando hablo,

el que perdona, dulce, cuando odio,

el que pasea por donde no estoy,

el que quedará en pie cuando yo muera.

Juan Ramón Jiménez

.



Ángel González

YO MISMO


YO MISMO

me encontré frente a mí en una encrucijada.

Vi en mi rostro

una obstinada expresión, y dureza

en los ojos, como

un hombre decidido a cualquier cosa.

El camino era estrecho, y me dije:

“Apártate, déjame

paso,

pues tengo que llegar hasta tal sitio”.

Pero yo no era fuerte y mi enemigo

me cayó encima con todo el peso de mi carne,

y quedé derrotado en la cuneta.

Sucedió de tal modo, y nunca pude

llegar a aquel lugar, y desde entonces

mi cuerpo marcha solo, equivocándose,

torciendo los designios que yo trazo.

Ángel González

YCR

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