Al estudiar la prosa medieval, leímos en clase de 1º de Bachillerato varios cuentos de El conde Lucanor obra de don Juan Manuel. Como una actividad de expresión escrita, algunos alumnos se animaron a componer un cuento al estilo de estos y con la misma estructura. Os mostramos un buenísimo ejemplo.
De lo que sucedió a un hombre por no poder reprimir más sus sentimientos.
Otra vez estaba el conde Lucanor hablando con Patronio, y díjole así:
- Patronio de un tiempo acá, he notado en mí un cambio y es que tengo tantos sentimientos e inquietudes alojados dentro de mi alma y pensamiento, que por más que intento exteriorizarlos, no hallo ni lugar, ni persona en quien pueda yo desahogarme. Os suplico y ruego que me aconsejéis ya que Dios os ha dado tanta sabiduría en estos ámbitos.
Lo escuchó muy atentamente Patronio, y contestó al conde:
- Señor conde Lucanor –dijo Patronio- lo que os acontece a vos se parece a lo que le sucedió a un mozo de mi pueblo llamado Idalio, que por mal camino terminó.
El conde muy desesperado, rogó que le contara lo que al mozo le había ocurrido.
- Señor conde –dijo Patronio- en mi pueblo había un mozo llamado Idalio, era un joven muy callado y reservado, debido a que se había quedado huérfano de pequeño y no tenía más familia. Los vecinos decían que tras esa apariencia de bueno se ocultaba una persona extraña, ya que habían tenido varias peleas con él y siempre se quedaba callado e iba corriendo a su casa y no les decía nada.
Resulta que el mozo había estado casado con una mujer que al final le terminó dejando. Los vecinos por curiosidad preguntáronle a la muchacha por qué había tomado esa decisión y díjole ella, que porque nunca le contaba lo que pasaba, así estuviera triste o feliz, se enfadaba y por más rojo de furia que estuviera no le contestaba, no se reía y no tenía conversaciones con ella.
El mozo harto de todos los sucesos que le habían ocurrido desde niño y de no haberse librado de sus tristezas, llegó a un punto de no poder más y cuando quiso desatar toda su furia miró a su alrededor y estaba solo.
Y vos, señor conde Lucanor, si seguís aguantando y reprimiendo aquello que os hace bien o mal y no lo liberáis, llegará el día en que explotaréis y lo peor es que cuando miréis a vuestro lado no habrá nadie que os escuche, porque no para toda la vida duran las personas cercanas.
Al conde Lucanor le gustó mucho esto que Patronio le contó, siguió sus consejos y le fue bien.
Y como don Juan vio que este cuento era bueno, lo hizo poner en este libro y escribió unos versos que dicen así:
“Si tú mucho no te sabes desahogar,
algún día solo has de explotar”
SARAH YEPES 1º Bachillerato A