Ahora que se están llenando de nuevo nuestras aulas, queremos publicar este artículo de Jesús Zapata que -con alguna modificación- nos ha servido como editorial de nuestra revista. Creemos que es una buena forma de empezar el curso 2010-2011. Estamos convencidos de que, a pesar de las dificultades, siempre hay un puñado de excelentes profesionales dispuestos a que esto funcione.
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Las palabras, como casi todo en la vida, tienen momentos mejores y peores, se ponen de moda o dejan de estarlo. Para desgracia de la mayoría de nosotros, la palabra de moda en los últimos meses es crisis. Los políticos y los medios de comunicación han invadido la totalidad de nuestro espacio con ese sonoro bisílabo para recordarnos machaconamente que estamos inmersos en una tremenda crisis económica, que ha derivado en crisis laboral, que acabará produciendo una crisis ministerial y que, sin remedio aparente, acabará por conducirnos hasta la crisis nerviosa y emocional a todos los sufridos ciudadanos. Y para colmo, algunos con su crisis adolescente, otros con la de los cuarenta o los cincuenta y, el que más y el que menos, con la de pareja…
Y entre tanta crisis, ¿qué pasa con la escuela? ¿Padece nuestra venerable institución también la tan cacareada crisis? Pues sí, tajantemente sí; por desgracia y por suerte. Me explico. Las palabras, además de estar o no de moda, tienen diferentes posibilidades de uso, diferentes significados. En cualquier diccionario que consultemos vamos a encontrarnos con varias acepciones de este término, y las primeras son las siguientes: Conjunto de estímulos nuevos e imprevistos. Cambio brusco en el curso de los acontecimientos, tanto en sentido favorable como adverso. Como se puede comprobar, el sentido con el que se viene utilizando la dichosa palabra hace sólo referencia a los acontecimientos adversos, nunca a los favorables. Desde luego, en esa línea, la escuela que yo conozco –y por ventura hace ya bastantes décadas que vivo y convivo con ella- ha estado siempre en crisis. Es algo equiparable a la ya famosa y sempiterna crisis del teatro, que existe desde donde nos alcanza la memoria y el teatro sigue sobreviviendo como siempre.
La sociedad española, sus políticos, sus instituciones y la opinión pública en general, nunca han prestado demasiada atención a la escuela ni la han valorado en la medida que se merece. No se trata de una situación puntual provocada por una determinada coyuntura económica. Se trata de una miopía anquilosada en nuestra manera de ser nacional que lleva reproduciéndose, con puntuales y honrosas excepciones, más de dos siglos. Sencillamente, España no valora en lo que realmente significa la educación ni a sus maestros. Esto es así y no parece que vaya a cambiar, al menos a corto plazo. Como muestra baste recordar el inútil intento de conseguir, desde el ámbito político, un pacto educativo que hubiera podido consolidar las bases de un modelo estable para el futuro. Por consiguiente, en ese sentido, la crisis de la escuela no es otra cosa que el reflejo de la crisis de nuestra sociedad –no producida por una situación coyuntural desfavorable de la economía, que eso es otra historia y requeriría otro artículo-, es la crisis de una colectividad que ensalza modelos y valores superfluos y superficiales, carente de perspectiva y que niega el pan y la sal al esfuerzo, a la creatividad, al trabajo en equipo o a la búsqueda de soluciones eficaces y productivas.
Por fortuna, de puertas hacia dentro, la escuela en general vive también en una crisis permanente de la otra, de la que busca estímulos nuevos e imprevistos, de la que persigue el cambio de los acontecimientos en sentido favorable. Y por eso sobrevive. Y de eso se realimenta… como el teatro. Nunca han faltado en su seno grupos, más numerosos de lo que a simple vista se pueda percibir, de profesores y profesoras creyentes en la fe educativa, imbuidos de una profesionalidad muy por encima del desinterés o de la miopía de los poderes públicos y de los gestores políticos. Ese esfuerzo cotidiano, que afronta dificultades y carencias nunca reflejadas en las estadísticas, es el que mantiene viva la esperanza de una sociedad mejor, de una nación integradora, moderna y libre, despojada de los prejuicios y de las rutinas que la mantienen aún hoy prisionera del pasado.
Y un paso importante hacia esa meta lo constituye el contenido de este blog y de nuestra revista. Son resultado de una labor didáctica y educativa bien hecha; es también la manifestación de un espíritu, de una manera de ser y de entender la vida, con investigación, con experiencias enriquecedoras, con aportación y búsqueda de información, con expresión de la creatividad… con poesía. Felicitémonos por la parte que nos toca.
Jesús Zapata
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Muy buen artículo. Muy bien expresado negro sobre blanco o, como en este caso, rosa sobre negro. Estas opiniones tan excelentemente expresadas nos reconcilian con esa parte de la escuela en la que muchos estamos y queremos seguir estando e innovando. Gracias por compartir estas ideas.
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