jueves, 2 de julio de 2009

TEXTOS PREMIADOS DEL CONCURSO LITERARIO

Estrenamos el mes de julio con un nuevo texto premiado este curso. Hoy le toca al primer premio de narrativa del segundo ciclo de la ESO que fue para el relato El pícaro desdichado obra de IVÁN FUSTER de 3ºC.

EL PÍCARO DESDICHADO


Le cuento a usted, hermana mía, que sus tres hermanos ya estamos en libertad. Vamos a ir a por ti, pero a lo mejor no nos conoces, pues ha pasado mucho tiempo. Yo ya no soy un enano, ahora soy alto, rubio es mi pelo, como el oro. Mi cara es alegre y mis ojos negros, como el azabache, muy expresivos. Jimmy tiene nueve añazos, aunque no se ha desarrollado. Es gordo y bajo, con el pelo gris, como el cielo de las mañanas nubladas y es más terco que una mula. En cuanto al pequeño Nico, es muy guapo, tiene cara de pillo y una sonrisa burlona.

¡Menos mal que hemos escapado de las garras de Vladimir!

Desde que vinimos de Rusia, el año pasado, tras la muerte de papá y mamá, hemos tenido que obedecer a Vladimir, aguantar sus amenazas, golpes, castigos... Y no sólo eso, nos tenía como esclavos. A Nico le obligaba a hacer todas las tareas de casa, como por ejemplo: lavar la ropa, plancharla, tenderla, lavar los platos, cocinar...




A Jimmy le mandaba a la puerta de los supermercados para que robase bolsas con comida y a mí, me obligaba a robar, tanto bolsos, joyas, carteras... Le daba igual, con tal de que en los bolsos y carteras hubiese dinero o que las joyas o móviles se pudiesen vender. Tenía que traer un mínimo de trescientos euros a casa, si no, no cenábamos ninguno de los tres. Además nos pegaba. A mí no me gusta robar, ni mucho menos, pero era un ladrón de primera; tanto tiempo robando me ha dado experiencia y mucha picardía. También por las noches salía a correr, para mantenerme en forma, porque al robar había que correr mucho para que no te cogiesen. Así que ya ves, la vida que hemos llevado, robando y huyendo de la policía para poder salvar a mis hermanos. Comíamos muy poco, unas tres veces por semana, porque robar trescientos euros en un día es muy difícil.

Llevaba mucho tiempo cansado de vivir así , teniendo que robar para comer, aguantando las incontables palizas, aguantando los interminables insultos, pero lo que mas dolía era ver como tus hermanos eran sometidos a palizas, ver como tus hermanos se mueren de hambre y tú no puedes hacer nada, salvo darles esperanzas...

Un día cambio mi vida totalmente. Nico se puso enfermo, tenía fiebre y vomitaba, pero aun así, Vladimir le obligó a trabajar todo el día. Ese día no conseguí más de cien euros, por lo que no nos dio de cenar y Nico empeoró. No dormí nada en toda la noche, pues estuve a su lado todo el rato. Esa noche tan larga me sirvió para darme cuenta de muchas cosas; una de ellas fue que odiaba a Vladimir, otra que odiaba mi "trabajo" por así decirlo, pero lo más importante, fue que me di cuenta de que no era feliz, que mis hermanos sufrían y que tenía que hacer algo para escapar de esta pesadilla. Así que pensé en un plan que era muy arriesgado. Consistía en saber donde guardaba Vladimir el dinero que yo traía a casa, robárselo y echarle un anzuelo, al que seguro que picaría, pues está muy obsesionado con el dinero.

Así que lo hice. A la mañana siguiente me fui, como siempre a robar. Al caer la noche, fui a casa. Esta vez si conseguí más de trescientos euros, como había planeado. Le di el dinero a Vladimir, este nos dio la cena y dijo que nos metiéramos en la habitación. Así lo hicimos, pero, antes de llegar, tiré el vaso de agua haciendo que pareciese un accidente. Enseguida me ofrecí a recogerlo y Vladimir aceptó y se fue al salón, con el dinero. Le seguí y vi que lo metía en un sobre, dentro de un cajón. Terminé de limpiar y fui a cenar. Cuando terminé, me acosté. Al día siguiente me levanté antes que Vladimir, cogí el sobre con el dinero y fui a la calle. Dejé que pasase el tiempo y cuando abrieron las tiendas entré en una joyería.

Abrí el sobre, había cuatro mil euros. Compré varios collares, unos pendientes y un par de anillos. Cuando se hizo de noche volví a casa. Vladimir estaba cenando. Me preguntó cómo me había ido el día, y le enseñé las joyas y le di ochocientos euros. Él se quedó atónito. Rápidamente se abalanzó hacia mí, me quitó las joyas y el dinero y me mandó a la habitación. Él estaba ahí, en medio del salón, sentando, absorto en sus pensamientos y observando las joyas. Se olvidó por completo de mi existencia. Supe que era el momento y que debía aprovecharlo, así que cogí el cuchillo de la cena, me dirigí hacia él y le apuñalé por la espalda. Vladimir murió. Llamé a Nico y Jimmy, les conté lo que había pasado: éramos libres. Ya no haría falta robar para poder comer, teníamos dinero de sobra y dejaríamos la mala vida que hemos vivido: la vida de un pícaro.

Tranquila, hermana, no sufras, pronto nos veremos.

IVÁN FUSTER 3º C


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