Ayer por la mañana fui a conocer una nueva macro librería
que han abierto en el centro de Madrid. Hermosa, me pareció muy hermosa: la
restauración del antiguo palacio, impecable e imaginativa. Han dejado las
tripas al aire, las tripas de materiales nobles y plebeyos; han mezclado lo
antiguo y lo viejo con lo moderno… En definitiva, han creado un espacio
agradable lleno de libros de todo tipo y en varios idiomas (muchos en inglés,
bastantes en francés y algunos en italiano y portugués).
He estado paseando por las diferentes estancias y plantas,
buscando, hallando y disfrutando de mis secciones favoritas: arte, historia,
teatro, poesía, narrativa. He acariciado los lomos de los libros, los he
abierto y he leído alguna línea, los he olido. ¡Ay, el tacto y el olor de los
libros! Me he sentido culpable porque yo ya tengo mi libro electrónico y en él
he leído este verano una docena de títulos; algunos estaban por allí con
presencia física contundente, y creo que me miraban mal.
Entre tanto libro me he sentido como en una burbuja, alejada
de todas las sandeces que se escuchan últimamente y de ese mundo que nos intentan vender como el único posible. Nada de eso podría tocarme: estaba protegida por el papel, por
la literatura y la cultura. No he podido resistir comprar un libro de poesía,
lo único que me resisto a leer en mi libro electrónico. José Ángel Valente se ha
venido conmigo. Un valor seguro.
Cuando he llegado a mi casa, he leído en el periódico que
una empresa británica ha comercializado unos aerosoles para impregnar los
libros electrónicos con olor a libro de papel. Tienen tres aromas: uno con olor
a moho para leer a los clásicos; uno que mezcla los olores de la tinta fresca,
el papel y la goma de pegar, para leer las últimas novedades; otro con olor a beicon
para los que gustan leer mientras desayunan (desayuno británico, por supuesto).
Piensan ampliar la gama. Eso significa que no sólo yo tengo nostalgia del olor
del papel, pero no sé si esa será la solución. De momento, seguiré yendo a la
librería nueva para hacerme la ilusión de que el mundo puede ser de otra forma,
para oler a libro y para comprarme poesía, mucha poesía.
Por cierto, mañana os voy a regalar un poema de Valente.
Elena Osorio
Elena Osorio
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