Tras la muerte de Leonor, Machado abandona Soria y se marcha a Baeza, pero el recuerdo de la ciudad castellana y de su mujer perviven en el poeta. Este poema dedicado a su buen amigo soriano José María Palacio está impregnado de la melancolía por esa tímida primavera castellana. En ninguna parte se nombra a Leonor, pero el último verso condensa su recuerdo con ese "Espino", nombre del cementerio donde estaba (y está enterrada) y ese "su tierra", la tierra que le pertenece y a la que pertenece. Luego, los puntos suspensivos. Cuánta emoción y cuánto sentimiento.
A JOSÉ MARÍA PALACIO
Palacio, buen amigo,
¿está la primavera
vistiendo ya las ramas de los chopos
del río y los caminos? En la estepa
del alto Duero, Primavera tarda,
¡pero es tan bella y dulce cuando llega!...
¿Tienen los viejos olmos
algunas hojas nuevas?
Aún las acacias estarán desnudas
y nevados los montes de las sierras.
¡Oh mole del Moncayo blanca y rosa,
allá, en el cielo de Aragón, tan bella!
¿Hay zarzas florecidas
entré las grises peñas,
y blancas margaritas
entre la fina hierba?
Por esos campanarios
ya habrán ido llegando las cigüeñas.
Habrá trigales verdes,
y mulas pardas en las sementeras,
y labriegos que siembran los tardíos
con las lluvias de abril. Ya las abejas
libarán del tomillo y el romero.
¿Hay ciruelos en flor? ¿Quedan violetas?
Furtivos cazadores, los reclamos
de la perdiz bajo las capas luengas,
no faltarán. Palacio, buen amigo,
¿tienen ya ruiseñores las riberas?
Con los primeros lirios
y las primeras rosas de las huertas,
en una tarde azul, sube al Espino,
al alto Espino donde está su tierra...
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