.
Nacer en Cádiz tiene su aquel. Tanta luz se tiene que licuar de algún modo, y a algunos se les licua en poesía. Si además uno se llama Carlos Edmundo de Ory y es hijo de un poeta modernista, lo tiene claro: sólo puede ser poeta. Y el niño nacido el 27 de abril de 1923 lo fue. Algo aventado, eso sí, pero quizá a causa del levante que se mete en la piel y pone la cabeza loca.
Con 19 años se fue a Madrid, porque allí se cocía todo, y se metió en el debate entre los poetas tradicionalistas y los poetas sociales clamando por la vanguardia con la que habían terminado los fusiles. Con Eduardo Chicharro y Silvano Sernesi fundó el Postismo, una suerte de neosurrealismo que tendía un puente hacia la poesía de los años treinta. La poesía no daba para vivir y trabajó como bibliotecario.
Así se describe a sí mismo:
“Tengo 25 años. Creo en lo abstracto y tengo la lógica de los violines. Soy un místico aunque nadie lo sabe. Recorro calles de Madrid, como un negociante, con mi cartera bajo el brazo, pero al terminar la jornada, en mi lecho encuentro la sabiduría. El techo falso derribo de las vanidades. Miles de versos malos me vienen al oído. Por mi nariz entra humo de tristeza. La Naturaleza -esa varita mágica petrificada- que llamó Novalis, embruja el Arte, desvirtuándose. Hablar del cosmos es hablar del caos. Sólo la soledad, protectora bufanda, nos libra de las miasmas lóbregas. En los escombros de mi biblioteca encontrarán un día mi corazón. La flor de la amistad la conservo dentro de los cristales de un pisapapeles mágico. La vida me parece un harapiento imbécil, sin cama de hospital ni manicomio”.
La España de los años cincuenta no estaba para vanguardias y Carlos Edmundo se fue a vivir a Francia. Allí continuó con su visión de la poesía como revolución y, por supuesto, siendo bibliotecario.
El día 8 de noviembre se publicaron en este blog unos poemas hechos por los alumnos de 2º de la ESO que se inspiraban en dos poemas de Carlos Edmundo de Ory (id a ellos, son una delicia), tres días después fallecía el poeta en Francia. Nuestro homenaje fue por delante.
Siempre dijo: “Que me entierren vestido de payaso”, porque amaba la risa:
“¡Risa! ¡Risa! La risa es todo. La Poesía es risa. La vida es risa. Lo profundo es la risa. Y la risa es el canto de los órganos. La risa es el canto de la materia”.
Probablemente no le han hecho caso, porque estos tiempos tampoco están para vanguardias.
Hipérbole del amoroso
Te amo tanto que duermo con los ojos abiertos.
Te amo tanto que hablo con los árboles.
Te amo tanto que como ruiseñores.
Te amo tanto que lloro joyas de oro.
Te amo tanto que mi alma tiene trenzas.
Te amo tanto que me olvido del mar.
Te amo tanto que las arañas me sonríen.
Te amo tanto que soy una jirafa.
Te amo tanto que a Dios telefoneo.
Te amo tanto que acabo de nacer.
Carlos Edmundo de Ory
Vuele desde aquí nuestro recuerdo para Carlos Edmundo, a través de los versos y las risas de nuestros valientes alumnos que se atreven a adentrarse en el camino de la poesía de la mano de sus profes.
ResponderEliminar