EL SUEÑO
Hikari se fue a dormir. Como de costumbre, miró la foto de su difunta hermana que había muerto hacía ya un año, cuando Hikari sólo tenía cinco. Se envolvió en las mantas e intentó dormir. El sueño no acudía, hacía frío y el viento golpeaba fuertemente las ventanas. Al final consiguió dormirse profundamente.
Soñó que despertaba y caminaba tranquilamente por la casa. Todo era silencio; ni siquiera se oían sus pasos. Era como si no hubiese vida. Entonces Hikari sintió miedo, miedo por el propio silencio que le hacía pensar que todo estaba muerto. Intentó gritar, pero no se produjo sonido alguno. Entonces un fuerte golpe la atemorizó aún más, y esta vez sí escuchó su voz.
Abrió los ojos y notó cómo sus pulsaciones se aceleraban. Había sido una terrible pesadilla, pero ya había despertado. Escuchó el viento azotando las paredes y, aunque el sonido era espeluznante, se alegró de escucharlo. Por lo menos es mejor que el irritante silencio –pensó-. Miró por la ventana y vio las lúgubres lápidas en la oscuridad. Giró la vista hacia el otro lado del pequeño y oscuro cuarto y miró la foto de su hermana. Hikari rompió a llorar. Las lágrimas caían lentamente por su cara mientras recordaba a su hermana. De pronto, un rayo de luz se coló por las rendijas de la puerta. El resplandor iluminó el oscuro cuarto. Hikari se sintió atraída por la luz. Sigilosamente se dirigió a la puerta y la abrió lentamente. La luz la cegó mientras una ráfaga de aire la empujaba hacia el exterior acercándola al resplandor. Ella se dejó llevar por el viento y abrió los ojos, que ya no le dolían. Cuando estuvo lo bastante cerca, alargó un brazo para tocar la luz; ésta la absorbió tendiéndole una cálida mano que le daba la bienvenida a un sueño del cual la pequeña y frágil Hikari no despertaría nunca jamás.
Alba Sánchez Martínez, 2º A
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