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KAIA
Kaia era un experimento. Su creador era una persona muy solitaria, por lo que creó a Kaia para que le hiciese compañía. Kaia tenía un pequeño e infantil cuerpo. Realmente parecía una niña, pero poseía algo que ningún humano tiene: unas grandes y bonitas alas de mariposa.
Kaia era distante, y su creador se preocupó. Él la había creado para que le hiciese compañía y, sin embargo, aún no había escuchado su voz. Cuando se le acercaba, ella ni siquiera le miraba, pues no apartaba la vista de una pequeña mariposa desde que la descubrió curioseando por la mesa de operaciones. El creador se fijó en que Kaia sólo observaba a la mariposa, y no dejaba de hacerlo desde hacía semanas. Era la mariposa en la que se había fijado para crear las bonitas alas de Kaia. La mariposa estaba dentro de una urna de cristal, y volaba sin rumbo mientras Kaia la seguía con la mirada.
Un día, harto de que Kaia no le hiciese caso, el creador se acercó a la mariposa y abrió la urna que la encerraba. La mariposa voló por la sala, alcanzó la ventana y se alejó en el oscuro cielo de la noche. Kaia contempló cómo la mariposa volaba y comprendió que no volvería. Se enfadó y malhumorada miró a su creador. Cogió un bisturí de la mesa de operaciones y con él apuñaló a quien le había dado la vida. Le rajó el pecho y luego, con fuerza, le clavó el bisturí en el lugar donde latía su corazón. Luego, recordando el vuelo de la mariposa, abrió sus alas y lentamente voló siguiendo la ruta por la que su pequeña compañera alada había huido de su compañía. Kaia voló libremente y nadie supo dónde fue ni qué pasó tras su vuelo.
A. S., 2º A
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Buen cuento, sí señor.
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