Hoy leemos el texto Ángel obra de la escritora Michelle Bolaños de 2º B.
ÁNGEL
Otra vez la misma historia, siempre la misma rutina, creo que todos los días son iguales.
Me levanto perezosa de la cama, me ducho, desayuno y voy directamente al instituto. Parece que vivo lo misno todos los días . Llego a casa, me encuentro a la plasta de mi hermana pequeña, menos mal, mis padres todavía no han llegado de trabajar y así es mejor .
Tal vez ese fue el principio de todo esto, haber pensado que todo era igual.
Otra vez la misma historia, siempre la misma rutina, creo que todos los días son iguales.
Me levanto perezosa de la cama, me ducho, desayuno y voy directamente al instituto. Parece que vivo lo misno todos los días . Llego a casa, me encuentro a la plasta de mi hermana pequeña, menos mal, mis padres todavía no han llegado de trabajar y así es mejor .
Tal vez ese fue el principio de todo esto, haber pensado que todo era igual.
Sucedió una noche de otoño, me dormí pronto con los llantos de la habitación de al lado, mi hermana Violeta lloraba porque quería que papá le leyese otro cuento. Al poco tiempo que cerré los ojos empecé a soñar…
Qué colores más oscuros, está todo muy solo, no sé donde estoy, sólo veo una cama y un chico mirando por la ventana, creo que es la habitación de un hospital.
-¡Hola Lucía! Te estaba esperando –me dijo ese chico con una sonrisa dibujada en la cara .
-¿Cómo sabes mi nombre? ¿Quién eres?-le pregunté intrigada.
-Lo sabía desde el primer día que te lo pusieron tus padres, te he seguido durante estos 14 años.
-¿Eres una especie de ángel de la guarda?
-Algo así –me contestó.
-¿Y qué hago aquí?
-¡Ah! Es verdad, estás aquí por una sencilla razón: aprender a valorar lo que tienes. Vamos, ven , tenemos que hacer un largo viaje por la vida de algunas personas que tal vez conozcas –me informó.
-¿Y qué hacemos en un hospital?
-Aquí se encuentra la primera persona que debes conocer, ¡ah! Y perdona, no me he presentado me llamo Ángel.
Aquel chico no tendría más de 14 años, como yo, parecía una persona alegre, risueña, no sé qué tenía que me hacía confiar en él.
Me llevó a la habitación de al lado, en ella se encontraba una chica de unos 28 años, estaba tumbada viendo un álbum de fotos.
-Hay una cosa que debes saber, ella no nos ve, nadie nos puede ver.
-¿Por qué?-me extrañé.
-Es muy difícil de explicar, te lo diré luego.
-La chica que está ahí se llama Rosa, tiene un tumor cerebral, se lo detectaron hace más de un año, sabe que le queda muy poco tiempo y aún así sigue luchando o por lo menos lo intenta. Cada vez que viene su familia a visitarla finge ser una persona alegre, no quiere que sufran por ella, lo único que desea es que su hermana pequeña cumpla sus sueños- me dijo Ángel mientras yo le escuchaba atentamente.
De repente entró una chica con un gran ramo de flores que le cubría la cara.
-¡Hola Rosa! ¿Cómo te encuentras?- dijo esa chica que me parecía haberla visto antes.
-Un momento… es mi amiga Ana, la semana pasada me enfadé con ella porque me contestó de una forma muy grosera, si hubiera sabido que su hermana estaba en este estado- le dije a Ángel susurrando.
-Y lo sabía, por eso te he traído aquí. Ana estaba enfadada porque se acabada de enterar que su hermana estaba enferma y quería estar un poco sola.
-Te veo un poco pálida, bueno, no pasa nada, he traído unas cuantas cosas para arreglarte, debes estar guapa, pronto vendrá el médico y no querrás que te vea así, ¿verdad?- le decía Ana mientras la maquillaba.
-No, no quiero que me vea con esta cara de fantasma –decía Rosa intentando mantener una sonrisa, pero no podía, por dentro lloraba, gritaba, rogaba ¿cómo decirle a su hermana pequeña que iba a morir? Ana creía que esta enfermedad era curable, pero no, ojalá lo hubiese sido.
-Bueno, Lucía, tenemos que seguir el viaje –dijo Ángel mientras apoyaba su mano en mi hombro.
Entramos a una casa que parecía de personas adineradas y lo era, pasamos al comedor modernamente amueblado, allí estaba una chica y una señora.
-La chica se llama Irene, tiene tu edad, sus padres están trabajando, son abogados casi nunca están en casa, Irene está todo el día con Paula, su aya.
-¡Pero, si la conozco, es una compañera de clase!- le dije asombrada - Es una de las más pijas del instituto, no nos llevamos muy bien, es una chica mimada y egoísta.
-¡Hola papá! ¿Vas a venir a cenar conmigo? Paula ha hecho una cena exquisita…ah…que no puedes hablar ahora…emm..bueno no pasa nada, beso , adiós –le dijo Irene a su padre, cuando éste la llamó por teléfono, ella parecía muy triste.
-Mmm…vaya creo que no se han enterado de que tienen una hija, nunca están en casa y cuando están dicen que están cansados o excusas por el estilo, pienso que hubiese sido mejor para ellos no haber tenido una hija.
-No, no digas eso Irene, tus padres están muy ocupados pero te quieren mucho- la interrumpió Paula.
-Pues no parece ¿sabes? a veces cuando salgo del instituto los padres de mis amigas vienen a recogerlas y tengo envidia –dijo Irene mientras sacaba un pañuelo de seda rosa y se secaba las lágrimas.
-¡Vaya! Yo detesto que mis padres me vengan a recoger, piensan que soy muy pequeña para ir sola por la calle – le confesé a Ángel.
-Tenemos que ir a otro sitio –me advirtió.
A continuación nos encontramos en otra casa, en concreto en una habitación, se notaba que era la de un chico, me acerqué a una estantería y vi unas fotos en las que salía una familia.
-Sé de quien puede ser esta habitación, es de Pedro el más gamberro de mi “insti”.-le informé.
-Pedro en el instituto parece muy seguro de sí mismo, se cree poderoso, pero esto acaba cuando llega a casa con miedo.
-¿Por qué?-pregunté.
-Mira.
-¡Te he dicho que no me levantes la voz!- gritó una señora -¡¿Cuántas veces te he dicho que recojas tu habitación antes de comer?!
Golpes y más golpes, golpes fuertes, otros duraderos, golpes sin destinatario.
Los padres de Pedro lo maltrataban, deseaba sujetar la mano levantada de aquella señora y decirle que pare, que no puede ni debe hacer eso a su hijo, que vale, de acuerdo, él no es muy buen hijo, pero nadie es perfecto, la gente se equivoca y cambia.
Pedro se quedó llorando en una esquina de su habitación, cuando su madre se fue, parecía tan asustado, como un niño pequeño, tenía sus ojos llenos de lágrimas, lágrimas que desprendían odio.
De repente se escuchó un golpe, era Pedro, había tirado la foto familiar al suelo y lo estaba pisando con toda su fuerza.
-Lucía, debemos irnos, vamos. A la próxima persona no la conoces, pero quiero que la veas, se llama Esmeralda –dijo Ángel.
Estábamos en una casa paupérrima, oscura, pequeña, allí se encontraba una niña durmiendo a un bebé, cuando éste se durmió, la niña empezó a leer un libro, pero no podía, no sabía, de repente entró una mujer mayor y la niña escondió rápidamente el libro debajo del niño.
-¿Se puede saber qué hacías?- preguntó la señora a Esmeralda.
-Yo … emmm…nada, sólo dormía a mi hermano -dijo Esmeralda un poco nerviosa.
-Ella es una niña de 12 años, a la que le encantaría ir al colegio, pero sus padres no le dejan, dicen que se debe ocupar de sus hermanos pequeños y de las activiades domésticas - me contó Ángel.
-Mamá, quiero ir al colegio, mis amigos van, aprenden y se divierten mucho ¿por qué no me dejas?
-Esmeralda, te lo he dicho muchas veces, que un colegio no es para mujeres, nosotras debemos ocuparnos de la casa.
-Pero mamá, no quiero ser una persona ignorante cuando sea mayor, a la que puedan engañar fácilmente - dijo Esmeralda entre lágrimas.
Y pensar que por el contrario a mí no me gusta ir al instituto, madrugar y estudiar.
Cuando la mujer salió un poco enfadada, Esmeralda volvió a coger el libro.
-Debemos volver a tu casa, creo que has aprendido la lección.
-Pero… ¿volveremos a vernos?
-Seguramente. ¡Ah! no le digas a nadie lo que has visto, no lo olvides.
-Espera –le cogí la mano- se te ha olvidado decirme por qué no nos veían.
-Pensé que se te había olvidado - me dijo mientras estrechaba mi mano suavemente y con dulzura - no nos veían porque….
-¡Lucía! ¡Despierta son las 7:30! - me despertó Violeta con sus gritos en mi oreja, me levanté de un saltó y le dí un beso en la frente.
-¿Te pasa algo raro? - me pregunto con una mirada un tanto extraña.
-No, nada - le respondí regalándole una sonrisa.
Sí, había aprendido la lección, había aprendido que soy muy afortunada. Porque así somos los seres humanos, no nos damos cuenta de lo que tememos hasta que lo perdemos, es algo que viene con nosotros desde que nacemos, no nos damos cuenta de que hay que vivir cada momento como si fuese el último. Y si te preguntas que tuvo que pasar todo esto para darme cuenta, te respondo que sí, no sé cómo pero algo no me dejaba ver lo que tenía.
Después desayuné con mis padres y Violeta, me fui alegre al instituto. Sonó la sirena y fui hacia la clase, cuando alguien se acercó a mi y me preguntó.
-¿Perdona sabes dónde está la clase de matemáticas? Soy nuevo y no sé donde se encuentra.
-¿Ángel?
¿FIN?
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MICHELLE BOLAÑOS 2º B
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