domingo, 21 de junio de 2009

POESÍA PARA EL VERANO

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Ya llega el verano, y no podía faltar nuestra poesía veraniega. Esta vez hemos elegido un bellísimo poema de Octavio Paz, el gran poeta mexicano y del mundo. Esperamos que os guste y os refresque.



NOCHE DE VERANO

Pulsas, palpas el cuerpo de la noche,
verano que te bañas en los ríos,
soplo en el que se ahogan las estrellas,
aliento de una boca,
de unos labios de tierra.
Tierra de labios, boca
donde un infierno agónico jadea,
labios en donde el cielo llueve
y el agua canta y nacen paraísos.

Se incendia el árbol de la noche
y sus astillas son estrellas,
son pupilas, son pájaros.
Fluyen ríos sonámbulos.
Lenguas de sal incandescente
contra una playa oscura.

Todo respira, vive, fluye:
la luz en su temblor,
el ojo en el espacio,
el corazón en su latido,
la noche en su infinito.

Un nacimiento oscuro, sin orillas,
nace en la noche de verano,
en tu pupila nace todo el cielo.

Octavio Paz (1914-1998)


PEQUEÑA SEMBLANZA DE UN GRAN POETA

Octavio Paz fue hombre cultísimo, curioso y viajero. Por su condición de diplomático vivió en diferentes partes del mundo, y todo aquello que conoció y vivió lo fue asimilando su poesía hasta convertirse en un versátil reflejo del devenir poético del siglo XX.

Sus primeras poesías son un crisol donde se funden el neorromanticismo de raíz posmodernista, la influencia de poetas mexicanos (concretamente del grupo Los Contemporáneos) y los hallazgos de la Generación del 27. Eran los años treinta, y no podía faltar el compromiso antifascista, que le llevó a visitar España en plena Guerra Civil y a mostrar su solidaridad con la República. De esa experiencia surgió Bajo tu clara sombra y otros poemas de España (1937).

A finales de los años treinta está en París, donde se pone en contacto con el Surrealismo. Posteriormente, ocupará un cargo de diplomático en esa esa ciudad entre 1945 y 1951, coincidiendo con el auge del Existencialismo. El Surrealismo supone para Paz la ruptura con el racionalismo y el descubrimiento de la imaginación, el amor y la libertad como únicas formas de transformar el mundo. El Existencialismo lo centra en los temas de la soledad, la incomunicación, el paso del tiempo...; expresados con un lenguaje surrealista difícil y hermético. Ambos movimientos tendrán un gran peso en su poesía de los años cincuenta (Águila o sol, Semillas para un himno, Piedra de sol, La estación violenta).

En los años sesenta, insiste en los temas existenciales, pero su poesía se va impregnando de misticismo: la experiencia poética se presenta como algo similar a la amorosa o la religiosa: poesía, amor y religión son los únicos fenómenos que permiten romper la soledad del ser humano para integrarlo en una experiencia compartida. Esta tendencia se va a ver acentuada por su estancia en la India (1962-1968), donde conoce las filosofías orientales (Ladera este). El tono pesimista va desapareciendo: la poesía se convierte en una experiencia gozosa capaz de reflejar la armonía del universo y la plenitud vital. Al mismo tiempo, su poesía se va desvinculando de las referencias reales, se hace cada vez más autónoma, para volver a los presupuestos de la Vanguardia: realiza poemas visuales en los que se mezclan difentes tipos de letras (Topoemas, Discos visuales).

Los años setenta, suponen una vuelta a la poesía que medita con hondura sobre la existencia y sobre la propia poesía. Su lenguaje se hace más sobrio, aunque sin renunciar a su capacidad para crear realidades nuevas (Pasado en claro, Vuelta, Árbol adentro).

En 1990 recibió el Premio Nobel de Literatura.

Además de ser un gran poeta, fue un notable ensayista. Creo que es digna de destacarse su obra Sor Juana Inés de la Cruz o las tampas de la fe (Ed. Fondo de Cultura Económica), un amplio estudio sobre esa interesantísima escritora mexicana (1651 ó 1648-1695) de la que ya hablamos en otro lugar de este blog.

Lola Sevila

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