sábado, 18 de abril de 2009

NUESTROS ESCRITORES



Antes de vacaciones leímos en clase cuentos de Augusto Monterroso y a los alumnos les llamó la atención el cuento de “El dinosaurio” que puede que sea uno de los relatos más cortos escritos en nuestra lengua.
Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.
Nuestra imaginación empezó a maquinar y los chicos escribieron microrrelatos con la única condición de que esa frase fuera la primera o la última de su historia. Aquí colgamos dos ejemplos.






María se levantó una madrugada. Eran las cinco de la mañana, llovía y no se oían los gruñidos del dinosaurio Taurus. Salió al patio de su chalet en busca de Taurus pero no lo encontró. Buscó en su caseta del patio, en la habitación, en la cama de la habitación de invitados, en el salón, en el baño, en la cocina. Salió al barrio en busca de Taurus por las casas de los vecinos, los cotillas, los empollones, los pijos, los heavys… Nadie sabía nada. Unos sospechaban de los otros y aquellos de los otros. Se había perdido tantas veces que algunos sospechaban que fuera una mentira inventada por María para llamar la atención. María fue a la comisaría a denunciar la desaparición pero no le pudieron ayudar. Cuando llegó a casa, Taurus, estaba en el sótano, arrastrando con la boca su nueva cama de color verde pistacho. Se llevó un gran susto, lo abrazó y a la vez le gritó llorando y diciéndole que pensaba que estaba perdido. Se lo llevó a su dormitorio y se durmió. Cuando despertó el dinosaurio todavía estaba allí.
Jonatan Santos 2ºE


Era un 14 de febrero y todas las parejas estaban bien, bien acarameladas, ya que era el famoso día del amor. En una ciudad pequeña y tranquila todos tenían una pareja en tan importante día, todos menos un dinosaurio. Aquel joven dinosaurio llamado Luis, nunca había tenido novia, ya que él decía que no estaría con nadie hasta que viera que esa chica era la ideal para él. Paseando por la calle en tan hermoso día, Luis vio llegar a la ciudad un autobús de viajeros, lo que le resultó extraño porque casi nunca llegaban visitantes allí. Cuando iban bajando todos los pasajeros, vio a una hermosa dinosauria, que de un flechazo le robó el corazón a Luis. Él se acercó rápidamente a hablar con ella y preguntarle cómo se llamaba. Ella amablemente le dijo su nombre, el cual era Meylin y, muy contenta, le dijo a Luis que le mostrara toda la ciudad. Se fue pasando el día y los dinosaurios se iban enamorando más y más y cuando ya era de noche, tan rápido había surgido el amor, que decidieron casarse. Se fueron con prisa a una iglesia y allí contrajeron matrimonio. Felices, fueron a un parque a celebrar su alegría, pero Luis no quería dormirse porque temía que todo fuera un sueño. Pero se durmió y la dinosauria también. Al amanecer, cuando despertó la dinosauria todavía estaba allí.
Yuliana Zárate 2ºE

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