Os presentamos un cuento breve escrito por Juan Carlos Arroyo, profesor de Matemáticas.
Todas las mañanas, mientras tomo el desayuno, me gusta contemplar el ir y venir de los ancianos que viven en la residencia que está enfrente de mi casa. Entre los ancianos se encuentra el abuelo Ramón, al que le tengo un cariño especial, pues acompaña mi tostada recolocando las sillas del patio de la residencia como si fuesen los asientos de un autobús de la línea 3, tras lo cual ocupa la posición de conductor llenando a su vez mi interior con la prisa que antes no tenía. Mi último sorbo de café se produce al arrancar su autobús, que a su vez me arranca de mi casa en dirección a la parada de la línea 3, que está a pocos metros de mi portal.
Nunca llego a coger ese autobús, y me dejo llevar por el conductor en un viaje en el que el abuelo Ramón conduce un autobús lleno de cariño y de las piruletas que me daba mi abuelo de pequeño. En la Universidad, en todas las clases, sobre todo en la de Psicología, sigo el viaje empezado en el autobús, soñando con el abuelo Ramón, mi abuelo, con el viaje en el que atropello a un perro en la Calle San Roque y lo dejo sin rabo….
Esta mañana el abuelo Ramón no ha puesto en marcha el autobús. Aterrado por la falta de servicio en el trasporte público he ido a la residencia, en mi condición de nieto, para visitar al abuelo Ramón. Me han dicho que anoche le fueron a buscar su hija y su marido. Hoy seremos dos más en la mesa, pero mi padre me tendrá que aclarar muchas cosas.
Muchas gracias, Juan Carlos, y perdona la lata que te hemos dado para que nos mandaras este cuento. Ha merecido la pena.
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