Antes de llegar al pabellón me pongo la música a tope, y noto como me empieza a subir la adrenalina... ¡¡¡¡QUIERO JUGAR AL VOLEIBOL!!!!
Después de duros entrenamientos durante cuatro días en semana me siento como un gladiador que va a salir a la arena para dar lo mejor que tiene dentro.
La sensación es indescriptible. La música suena en los altavoces, los dos equipos calentando en el campo a ritmo de pelotazos...y los latidos de mi corazón sonando cada vez más fuerte. Siento que me voy a desmayar de tanta emoción, pero no. Poco a poco empiezo a controlar mis pensamientos, mis sensaciones, y sólo me concentro en disfrutar jugando, dando lo mejor que tengo para el equipo. Somos doce jugadoras en auténtica conexión, con la única pretensión de jugar como un todo, como un auténtico reloj suizo, donde cada una es una pequeña pieza perfectamente engranada para poder ganar. Y si no ganamos, por lo menos terminar con un buen sabor de boca.
Y es por todos estos pequeños instantes por los que un día decidí que el deporte tenía que formar parte de mi vida, y que haría todo lo posible por poder mostrárselo a todos los que me rodeaban, por eso me encanta ser profesora.
Vania Becerril Gutiérrez
(profesora de Educación Física)
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