martes, 25 de noviembre de 2008

DíA CONTRA LA VIOLENCIA DE GÉNERO


Desde hace algunos años la fecha del 25 de noviembre se dedica a recordarnos que sigue existiendo una lacra que en España, y en el resto del mundo, acaba con la vida de las mujeres sin que exista para ello otra razón que la de serlo, la de ser mujer. La violencia que en estos casos se proyecta contra ellas no se fundamenta exclusivamente en la discrepancia o el desencuentro, porque eso, discrepancia y desencuentro, se dan a diario entre todas las personas y en cualquiera de las circunstancias que propicia una convivencia tan compleja como la humana. Y no se resuelve matando al otro. El asesinato de mujeres tiene que ver con las vísceras machistas que aún hoy, en pleno siglo XXI, segregan entre un todavía amplio sector de la masculinidad la bilis del amor-posesión. No se puede explicar, ni mucho menos justificar, el asesinato de novias, esposas, amantes... Porque no se mata a quien se ama. Mejor dicho ¡no se mata!

Los versos que siguen a estas líneas nacieron expresamente para un acto de repulsa contra esa marea negra de la violencia machista celebrado el pasado año. Uno más de los múltiples encuentros en los que desde organizaciones diversas, grupos de artistas o ayuntamientos se intenta llamar la atención del conjunto de la sociedad sobre alguno de los graves problemas que la atenazan. Es verdad que debemos ser conscientes de todos ellos todos los días, pero eso no resulta fácil. Por tanto no viene mal que se nos recuerde de vez en cuando que estos malditos fantasmas siguen estando ahí y que, desgraciadamente, el lamento de ayer sigue estando vigente hoy.



Mírala bien

con los ojos inundados de conciencia;

desde el fondo del alma

hasta la náusea de tus vísceras.

Observa el cuerpo roto

y la vida segada por el fulgor del odio

o del amor enemigo.

Contémplala y siente

la secreta vergüenza de albergar al verdugo

y al metal homicida…

y la simiente del hombre.

En carrusel funesto ha vuelto a cruzar la barca

hacia la orilla negra,

alimentando el eco

de heraldos insaciables que proclaman tu nombre

y embalsaman tu herida en una cifra.

Tu nombre… Tu herida.

¿Pero y yo? ¿Y nosotros?

¿Dónde el ojo avizor y el oído atento?

No llegamos a tiempo. Nunca llega nadie.

No cumple hoy la elegía.

Es la hora de gritarle al viento,

de aullar la rabia y el dolor infinito

llevando mi garganta hasta su corazón ajado:

no quiero ser culpable en el silencio

ni cómplice mudo de su ausencia.

Hoy quiero alentar su voz...

quiero sangrar con ella.

Jesús Zapata

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